Santiago, Jerusalén o la Meca: la peregrinación atraviesa culturas y religiones
La Fundación Cultural Ángel Herrera Oria organizó un encuentro entre representantes judíos, cristianos y musulmanes para abordar la espiritualidad del peregrino
«La experiencia de peregrinar, en lo esencial, atraviesa culturas y religiones, y nos enseña que todos tenemos necesidad de caminar», planteaba este miércoles Andrés Ramos, delegado de Relaciones Institucionales en la archidiócesis de Madrid, durante la mesa redonda La espiritualidad en los caminos de peregrinación. El acto estuvo organizado por la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, obra de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).
El encuentro, celebrado en la Universidad CEU San Pablo, reunió a representantes de las tres grandes religiones monoteístas –judaísmo, cristianismo e islam–, para reflexionar sobre cómo aborda cada una el hecho de peregrinar, y trazar los puntos de encuentro y las diferencias. Ramos, que moderaba la mesa, sentó las bases: «Un peregrino tiene una meta: no es un viajero, y mucho menos un vagabundo».
Judaísmo, «nostalgia» del templo
«Desde el punto de vista judío, el movimiento es fundamental en la relación con Dios», explicó el rabino Pinhas Punturello, coordinador de Estudios Judíos en el centro Ibn Gabirol Estrella Toledano. La cultura judía –explicó– ha practicado desde su origen la peregrinación, incluso imponiéndola, y citó que las tres grandes fiestas del calendario judío –el Pesaj, el Shavuot y la Fiesta de los Tabernáculos– obligaban antiguamente a todos los varones adultos a subir hasta Jerusalén para presentar una ofrenda en el templo.
«El judaísmo vive un enorme vacío desde la destrucción del templo –en el año 70–, que cambió totalmente las formas de la religión: hoy somos una religión de peregrinaje físico a un lugar que no existe, una religión de la nostalgia hacia un lugar que no está», destacaba Punturello. El rabino puntualizó que el diálogo con Dios puede darse en cualquier lugar, pero que «humanamente es necesario un lugar donde lo sagrado se convierta en algo concreto».
Y aún así, añadió, el recuerdo no es solo nostálgico, sino que sirve para construir identidad: el llanto en Pesaj por el templo perdido «es un recuerdo de constante reconstrucción identitaria». Punturello también realizó una distinción etimológica. En hebreo, dijo, peregrinación podría traducirse como «ascensión por lo sagrado», e insistió en la importancia de esta «subida de nivel», física y espiritual.
El islam y la Meca
Por su parte, el doctor en Filología Hispánica Ahmed Kaddour, profesor de español y árabe en el Centro Cultural Islámico de Alcalá de Henares, recordó que la peregrinación a la Meca es el quinto pilar del islam. «No concebimos la peregrinación como un viaje exterior, sino interior: cuanto más lejos viajes, más profundo debes entrar en ti mismo», apuntó.
Kaddour detalló cómo es la peregrinación a la Meca, que los musulmanes deben realizar al menos una vez en la vida. Destacó que a 25 kilómetros de la Kaaba, los peregrinos deben despojarse de su ropa y vestir con tela blanca, que iguala a todos. «Es un viaje individual, pero también colectivo; la congregación de los fieles prefigura la congregación del Juicio Final», señaló.
«El camino, la verdad y la vida»
Por último, intervino el marino Juan Caamaño, licenciado en Ciencias Religiosas y experimentado conocedor de los caminos a Santiago de Compostela. «Hoy hay una tendencia a secularizar todo, pero la peregrinación es una manifestación del hecho religioso que forma parte de todo ser humano», comenzó, y destacó que en el cristianismo no hay una obligación de peregrinar.
Recordó la imagen de la «Iglesia peregrina», y reflexionó que toda la vida de Jesucristo fue un camino, así como sus palabras: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». «Toda la vida espiritual de los cristianos es un reflejo de la que vivió Jesús en ese camino», planteó. También destacó que el peregrino cristiano encuentra el rostro del Señor en muchos sitios: desde la persona que te abre la puerta y cura tus ampollas hasta quien –como los discípulos de Emaús– camina a tu lado.
El rostro de Dios para el peregrino está también, señaló, en los templos que encuentra en el camino, y destacó la importancia de que la peregrinación cristiana termine con una misa. «Y es en Santiago, no en Finisterre», recordó. «Muchas personas –concluyó–comienzan como turistas y terminan como peregrinos».