«Nunca dejas de estar activo si sigues a Cristo»: hablan los curas que cumplen 60 años de sacerdocio
Con motivo de la festividad de san Juan de Ávila, en todas las diócesis de España los presbíteros celebran el aniversario de su ordenación
Desde el día de su ordenación, cada sacerdote entrega su vida a intermediar entre Dios y los hombres, sobre todo a través de los sacramentos. En 2023, fueron 15.669 sacerdotes los que se desvivieron en su ministerio, dedicando más de 27.000.000 de horas a sus respectivas parroquias.
Es costumbre en numerosas diócesis celebrar, con motivo de la festividad de san Juan de Ávila, patrón del clero español, las bodas de plata y oro sacerdotales. Hay quien tiene la gracia de conmemorar el 60 o 70 aniversario de su ordenación. Tras décadas de trabajo, les toca afrontar la etapa de la jubilación.
«Gracias, misericordia y amor»
Es el caso del obispo emérito de Segovia, Ángel Rubio Castro, quien celebraba ayer en el Seminario Conciliar San Ildefonso de Toledo 60 años de sacerdote en la misma capilla en la que recibió el sacramento del orden.
«Estoy viviendo con mucho gozo esta etapa. Quiero hacer realidad la entrega hasta la muerte que prometí cuando me hicieron obispo», comentaba. Rubio no se cansa de repetir tres palabras: «gracias, misericordia y amor». Actualmente, reside en la Casa Sacerdotal Cardenal Marcelo de Toledo, junto a otros sacerdotes jubilados, algunos de ellos con los que compartió curso.
«Vivo retirado, que no es vivir orillado, es una vida de sosiego, de oración. No es una soledad enmudecida, sino sonora, como decía san Juan de la Cruz», añadía. El emérito de Segovia recuerda que su llamada al ministerio sacerdotal comenzó en el vientre materno. En su Guadalupe natal, localidad de Cáceres, eran unos religiosos franciscanos los que ejercían la labor parroquial. «Comencé siendo monaguillo, con la catequesis y le decía a mi madre que quería ser como ellos, que quería decir misa y confesar». Sin embargo, su madre le pidió que no ingresara en la orden porque quería volver a verlo.
«El Señor sigue llamando. A mí me toca rezar mucho para que se susciten esas vocaciones», continuaba. Aunque ha reconocido que la labor sacerdotal es algo diferente a cuando se ordenó, obedeciendo a una realidad más «misionera y dinámica». Pese a ello, ha reconocido que la labor principal del sacerdote es la de sembrar. «A veces se recoge, a veces no, pero lo nuestro es sembrar», concluía.
Según un estudio de la Universidad de Georgetown
Los sacerdotes se plantean por primera vez la vocación a los 16 años de edad
«No dejas de estar activo si sigues a Cristo»
Celso Rodríguez Lourido, de 82 años, también cumple 6 décadas de ministerio presbiteral. Tras 25 años de profesor en el seminario, estar adscrito a diferentes parroquias de Ourense y formar parte de comunidades rurales, es párroco de Fátima en esta ciudad gallega. «Nunca dejas de estar activo si sigues a Cristo», comentaba, referenciando la importancia de la oración y la Eucaristía.
Igualmente, desea que surjan «nuevas vocaciones que continúen la labor», siendo su principal característica «un gran amor a Jesucristo, que sea el centro de su vida». De esta manera, la fe les empujará a ser testigos y servidores suyos en las diferentes actividades de su ministerio.
Recordaba que, antes de entrar al seminario «no traes una idea clara», pero a través del discernimiento con una dirección espiritual y el ambiente del seminario, fue capaz de reconocer su vocación. «Me sentí con ganas gracias a la llamada de Dios», apuntaba.
Un salto al vacío
«Sigo activo a pesar de mis 79 años», comentaba Francisco Delgado Pulido, sacerdote de Cáceres. El presbítero, que continúa colaborando en la labor pastoral de su parroquia, celebra el 50 aniversario de su ordenación.
Delgado ha recibido su vocación a través de testimonio de los sacerdotes. El primero fue el de su pueblo, don José, con el que tuvo una gran cercanía en sus dos años de monaguillo, reconociendo una gran entrega a los demás, especialmente a los más pobres. «Todo eso fue calando hondo en mí de tal manera que quería ser como él», decía. Ya en el seminario, vio reflejada en los formadores la humanidad de Cristo. «Fue la que me cautivó», añade.
Responder a esta llamada fue «dar un salto al vacío», pero gracias a la fe, Dios es quien le guio. Ha reconocido, que, pese a «las dudas y la noche oscura que pueden llegar, merece la pena ser sacerdote».