Iglesias reconvertidas en corrales, establos, bares de copas... y hasta en una tienda de Zara
Han sido víctimas de guerras, desamortizaciones, intereses inmobiliarios o, simplemente, la desidia
En sus paredes reverberaban los pausados y solemnes cantos de los monjes, pero ahora se escuchan los pitidos de los lectores del código de barras, el tintineo de las monedas y el barullo de los compradores. En las mismas paredes donde antaño se apoyaban las cruces procesionales y los cirios, hoy lo hacen los aperos de labranza. Por ellas deambulaban peregrinos y devotos buscando el consuelo y la luz; su lugar lo ocupan hogaño gallos, gallinas, corderos y cabras.
Es el destino de numerosas iglesias, conventos y ermitas que, salpicadas por toda la geografía española, languidecen, reconvertidas en algo muy diferente a aquello para lo que fueron erigidas hace siglos. En ocasiones, la causa fue la despoblación; en otras, la invasión napoleónica, la Guerra Civil o la nefanda Desamortización de Mendizábal; en casi todos los casos, la desidia, el desinterés y la apatía.
Estas son algunas de ellas:
La Fuensanta (Arcos de la Frontera, Cádiz)
La ermita se levantó en el siglo XVI sobre un manantial de aguas a las que se les atribuían efectos beneficiosos frente a la peste y la sarna, con mejores resultados curativos que la escrofularia o hierba de San Pedro. Es en este lugar donde la tradición señala que San Leandro escondió la imagen de una virgen enviada por el Papa San Gregorio Magno (540-604), y que posteriormente se trasladó a Santa María la Blanca de Sevilla.
En la actualidad, el edificio presenta ruina y peligro de desplome, y numerosos arbustos horadan con sus raíces los paramentos y la cubierta del mismo. Se utiliza como almacén de aperos de labranza, lo cual deteriora aún más su estado. Por este motivo, fue incluido en la Lista Roja de Hispania Nostra en marzo de 2019.
Convento de la Anunciación (Salamanca)
Las monjas ursulinas, probablemente acuciadas por las estrecheces económicas, decidieron alquilar parte de su convento de la Anunciación en 1986. Fue así como apareció en escena el bar de copas Camelot, uno de los más conocidos y señeros de Salamanca.
Al cruzar la sobria entrada pétrea de este Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural, el visitante se adentra en un amplio espacio de seis metros de altura que combina la decoración de inspiración medieval, la iluminación de última generación y una amplia gama de botellas de licor.
Convento templario de Aberin (Navarra)
Se trata del mejor ejemplo de encomienda rural templaria –estructuralmente hablando– conservado en la península ibérica, comparable a la catalana de Barbens (Lleida), y a las francesas de Le Mas Deu (Rosellón), o La Cavaleríe (Larzac). Pese a ello, esta joya del románico se encuentra en un lamentable estado de conservación y se emplea como almacén agrícola. Por este motivo, también está incluido en la Lista Roja de Hispania Nostra.
Conformado por un conjunto palaciego único en Navarra, su iglesia de San Juan Bautista, emplazada en la zona sudeste sobre un notable talud, fue edificada por la Orden del Temple a finales del siglo XII o principios del XIII.
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Hace unos años, los propios vecinos restauraron parcialmente el templo con muy pocos medios. Tanto ellos como los propietarios se han puesto en contacto en varias ocasiones con el Gobierno de Navarra, pero no se ha logrado ninguna ayuda.
Ermita visigoda de Garciaz (Cáceres)
¿Es normal acostumbrarse a que una ermita visigoda del siglo VII se utilice en la actualidad como establo? En un país tan rico en patrimonio cultural como es España pareciera que sí. Porque ese es el caso de la ermita de la Portera, un pequeño templo enclavado en las primeras estribaciones de las Villuercas, a mitad de camino entre las localidades cacereñas de Conquista de la Sierra y Garciaz.
Según Hispania Nostra –en cuya Lista Roja se encuentra esta ermita–, «está considerada como una joya de la arquitectura de época visigoda, edificada en torno al siglo VII». Conserva una bóveda de cañón en herradura, construida a base de sillares de granito reaprovechados de época romana. También quedan algunos otros muros de este momento, enmascarados en el laberíntico edificio que, tras las reformas del XVI y su conversión actual después del derrumbe por la Desamortización, se transformó en un establo.
Iglesia del antiguo convento de San Antonio El Real (Salamanca)
El antiguo convento franciscano de San Antonio El Real en Salamanca se encontraba absolutamente arruinado cuando lo compró la empresa Inditex en la década de los 90. Su historia estaba jalonada de avatares: fue fundado en 1736; sufrió el proceso desamortizador de Mendizábal; en 1858 se dividió en dos partes –en una de ellas se edifica el Teatro del Liceo (que mantiene su uso hoy día) y, en la otra, un edificio de viviendas– y llega casi irreconocible al ocaso del siglo XX.
Tras una profunda reforma llevada a cabo por Sonia Vázquez-Díaz, del estudio de arquitectura de Zara, se evita el colapso total y definitivo de las ruinas de la iglesia del antiguo convento. Los antiguos capiteles del templo barroco combinan ahora con vigas de hierro y amplias superficies de vidrio, logrando un resultado sorprendente que hace de esta tienda la más visitada de toda la ciudad del Tormes.
A la hora de acometer su reforma, «la iglesia imponía su orden, sus reglas del juego, las generatrices que habían de marcar el proyecto», explican desde el estudio de arquitectura COHR. «Fue sorprendente saber que el maestro cantero que buscamos para reconstruir las basas, capiteles y molduras, había sido contratado para su destrucción años atrás. Parece como si el destino pusiera en su camino otra oportunidad para expiar el sacrilegio que había sido obligado a cometer», explican.
«En el interior de la ruina, una vez consolidada, surge un nuevo edificio que se eleva entre los masivos muros de la nave sin tocarlos, hasta desplegar una cubierta que los protege sin llegar a posarse sobre ellos», explican los arquitectos.
«Se plantea el edificio como un mecano que, llegado el caso, se podría desmontar completamente, pieza a pieza, sin dejar heridas en la estructura original», aseguran desde el estudio de arquitectura. Por ahora no será necesario desmontarlo. Seguramente pasará mucho tiempo –si es que alguna vez llega el momento– antes de que las plegarias, las alabanzas y los cantos litúrgicos vuelvan a elevarse entre los muros de esta antigua iglesia.