¿Pueden imponer las manos los laicos?
Aunque está en la tradición bíblica, el gesto de la imposición de manos sigue extrañando a los fieles, especialmente cuando lo hacen seglares. ¿Es correcto que un laico rece sobre otro imponiéndole las manos?
Hace pocos días, un lector de El Debate dejaba un comentario a una noticia de la sección de Religión, en el que narraba cómo se había alejado de un movimiento eclesial en el que confiaba y que le había hecho un gran bien espiritual, cuando vio que un pequeño grupo de seglares rezaban por otro, imponiéndole las manos.
Su extrañeza y alarmismo es compartido por muchos fieles, que perciben con recelo la práctica de imponer las manos en oración, incluso cuando lo hace un sacerdote. Un gesto que está en la tradición de la Iglesia desde los primeros siglos, pero que hoy puede traer resonancias de prácticas abiertamente contrarias a la fe –e incluso muy peligrosas para el alma– como el reiki o ciertas espiritualidades orientales.
Además, esta praxis comienza a abrirse terreno en ambientes eclesiales a través de nuevos movimientos y métodos de evangelización próximos a la espiritualidad carismática, perfectamente respetuosos con la enseñanza de la Iglesia pero con los que la mayoría d ellos fieles no están familiarizados, y pueden generar dudas más que legítimas.
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La inquietud que relataba en su comentario del lector de El Debate es, por tanto, más que oportuna: ¿pueden los laicos imponer las manos sobre otros, o es un gesto reservado a los sacerdotes y sólo en contadas ocasiones?
Una de las entidades eclesiales más autorizadas para hablar de esta cuestión es Charis, el Servicio Internacional de la Renovación Carismática Católica, erigido en 2019 por la Santa Sede a través del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Y lo es porque en pocas realidades eclesiales es tan común la práctica de la imposición de manos, durante un momento de oración e invocación al Espíritu Santo, como en la Renovación Carismática.
Tan común que, de hecho, en su propia web internacional se hacen eco de esta pregunta, para evitar cualquier duda y, sobre todo, para desterrar cualquier tipo de abuso litúrgico que perjudique la vida de fe de los fieles.
Un gesto enraizado en la Biblia
«La imposición de manos es un gesto muy significativo en la tradición bíblica, con una amplia diversidad de propósitos», explican desde Charis.
Y dan un buen número de ejemplos para confirmarlo: «En el Antiguo Testamento, la imposición de manos se utiliza primero como una manera de bendecir a los hijos: Jacob, por ejemplo, bendice a sus dos nietos imponiendo las manos sobre sus cabezas (Gen 48, 14). Y hasta el día de hoy, la bendición de los hijos por sus padres es una costumbre judía importante, especialmente al comienzo del Sabbath», recuerdan, entre otras citas.
Por supuesto, no se trata sólo de una práctica veterotestamentaria, sino que está en el corazón del Nuevo Testamento y, por tanto, de la Iglesia desde sus orígenes: «En los Evangelios –aclara el Servicio Internacional de la Renovación Carismática–, Jesús impone las manos a los niños como un gesto de bendición (Marcos 10, 16). Pero utiliza más a menudo la imposición de manos como un medio de sanación. Por ejemplo, es la manera en que sana al ciego (Marcos 8, 23-25), a la mujer que estaba encorvada (Lucas 13, 11-13), y a los enfermos en Nazaret (Marcos 6, 5). También impone las manos para liberar de la aflicción demoníaca (Lucas 4, 40-41) y resucitar a los muertos (Mateo 9, 18, 25). Al final del Evangelio de Marcos, el Señor resucitado promete que aquellos que crean en él sanarán a los enfermos de la misma manera: ‘A los que crean, les acompañarán estos signos: (…) impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos’ (Marcos 16, 18)».
Presente desde los primeros tiempos
Y no sólo se trata de un gesto reservado a Jesucristo para sí mismo, sino que en el libro de los Hechos de los Apóstoles, que narra la vida de los apóstoles, de san Pablo y de las primeras comunidades cristianas desde la resurrección de Jesús, «la imposición de manos se convierte en un medio para impartir la plenitud del Espíritu Santo, especialmente a los no creyentes». Las citas, también en este caso, son abundantes en Hechos 8, 17-19; 19, 6; 9, 17…
Además, la Biblia muestra cómo la imposición de manos es un modo «de encargar a las personas que hagan una nueva tarea o misión. En Hechos 13, 3, un grupo de profetas y maestros (o quizás toda la comunidad cristiana de Antioquía) impone las manos sobre Bernabé y Saulo para el darles el poder divino para la misión a la que el Espíritu Santo les había llamado. Y finalmente, la imposición de manos es la manera en que los apóstoles ordenan a aquellos llamados a un cargo de liderazgo en la Iglesia, incluyendo el de diácono (Hechos 6, 6) y presbítero –lo que hoy llamaríamos sacerdote– (1 Tim 4, 14; 5, 22; 2 Tim 1, 6-7)».
Frecuente en la liturgia
En realidad, el gesto de la imposición de manos es mucho más frecuente en la liturgia actual de lo que podríamos pensar. Durante la absolución en la confesión, es muy frecuente que el sacerdote imponga las manos (bien alzándolas, bien posándolas sobre la cabeza del penitente). También en los momentos de bendición solemne, al final de una eucaristía. E incluso es un elemento esencial para dos de los siete sacramentos de la Iglesia: la confirmación y el orden sacerdotal.
«En estos sacramentos –explican desde Charis–, que son sólo celebrados por un obispo (o en el caso de la confirmación, a veces por un sacerdote delegado por el obispo), la imposición de manos confiere el Espíritu Santo de una manera singular. En la confirmación, la imposición de manos imparte el don del Espíritu Santo que completa la gracia del bautismo. Y en la ordenación, por medio de la imposición de manos el don del Espíritu recibido primero por los apóstoles es pasado por sucesión apostólica a los obispos y sacerdotes de nuestros días».
Un reavivamiento de esta práctica
La espiritualidad carismática, que gira de un modo especial en torno a la acción del Espíritu Santo y que está cada vez más presente en parroquias, movimientos, congregaciones y realidades de la Iglesia más allá de la Renovación Carismática Católica, «ha traído un reavivamiento de esta antigua práctica de creyentes corrientes que imponen las manos, especialmente para la sanación, para infundir el Espíritu Santo, o para manifestar el poder divino ante una nueva misión o servicio al que una persona es llamada», explican desde esta entidad creada por la Santa Sede.
Y la razón es que «imponer las manos es una manera de reconocer que somos personas corporales, y que Cristo hace que su gracia fluya a través de todos los miembros de Su Cuerpo».
Evitar abusos y desviaciones
Ahora bien, para evitar abusos y desviaciones, el propio organismo internacional de la Renovación Carismática alerta de que «es importante que esta práctica sea bien pastoreada, para que no haya ninguna confusión entre la imposición de manos sacramental y la simple (e informal)».
Así, cabe señalar que incluso una práctica tan habitual en la Renovación como la imposición de manos «para el bautismo en el Espíritu, no es un sacramento, sino una oración para que el Espíritu Santo reavive el don ya recibido a través de los sacramentos del bautismo y la confirmación».
Desde Charis remarcan que «este gesto debería hacerse con respeto y sensibilidad hacia la persona que recibe la oración. En algunos casos, uno debería pedir permiso suavemente a la persona antes de imponer las manos: ‘¿Te parece bien que ponga mis manos sobre tus hombros mientras oro?’».
Por lo tanto, en ningún momento, sea cual sea el contexto y la realidad eclesial en la que se lleve a cabo, la imposición de las manos, y de un modo especial cuando se lleva a cabo por seglares «no debe generar ninguna sensación de imponer nuestra propia autoridad o nuestro propio poder, sino simplemente de ser un canal para la gracia del Espíritu Santo».