José Luis Alfaya, sacerdote y escritor
«Me gustaría que mi libro sobre Isabel la Católica lo leyese la Princesa Leonor»
Escribe en sus pocos ratos libres, cuando no está confesando en su parroquia de Vallecas, rezando o atendiendo a familias y jóvenes. Aún así, este sacerdote, financiero, auditor e historiador ya lleva seis libros publicados. El último, sobre la reina que forjó España.
Ha trabajado en su último libro durante 15 años, buceando entre archivos, documentos y legajos. Yo, Isabel. Recuerdos de un reinado (editorial Sekotia) llegó recientemente a las librerías, y su autor, José Luis Alfaya (Granada, 1944), un director financiero que encontró su vocación sacerdotal tarde –se ordenó a los 43 años– cree que la figura de la reina Isabel la Católica puede ser una buena brújula para políticos y mandatarios actuales. Incluso para la Princesa Leonor, «porque tiene un futuro muy bueno» y supondría para ella «una perspectiva de gobierno impresionante».
– Pero, aunque usted señala en la introducción de su obra que «pocas figuras han recibido tan universal y generalizado reconocimiento y admiración por su grandeza de alma y altitud de miras», algunos se empeñan en denostar a Isabel la Católica. En España, quizás, más que ningún otro sitio...
– Sondeando un poco la primera acogida del libro, veo que la gente tiene mucho interés por conocerla mejor. Creo que, sobre ella, hay bastante ignorancia: se sabe lo que hizo, cómo era, pero no quién era realmente. Yo noto –al menos en los circuitos donde me muevo– que la gente empieza a tener interés por conocerla mejor.
– ¿Se tiene una imagen distorsionada de ella?
– Sí, aunque es una imagen que se va aclarando gradualmente. La gente ya está un poco de vuelta. El tema está influido por la famosa leyenda negra, en la que no solamente Isabel, sino todo lo que hicieron los Reyes Católicos en África, en América y luego en España, está distorsionado. Pero eso se va disolviendo, porque hay más afición a descubrir cuál es la realidad de las cosas y se profundiza más. De hecho, el objetivo del libro es conocer a Isabel desde dentro, no quedarse solo en la superficie. Yo tengo como lema una frase evangélica: Por sus frutos los conoceréis. Y ella dio muchos.
– ¿Cuáles destacaría?
– Pues, por ejemplo, la defensa de los indios de América; el barrer toda la porquería, toda la corrupción que había dejado su hermano, Enrique IV, en Castilla; el quitar el predominio de la nobleza frente a los Reyes, y establecer un sistema económico mucho más natural. Y, por supuesto, fomentar la piedad. Isabel es la imagen del gobernante que sabe compaginar la piedad, el amor a Dios y su sentido cristiano de la vida con un gobierno eficaz y y valiente.
Llegar a todos los públicos
– Ha optado usted por hacer de este libro un diario novelado, como si fueran las notas de la reina a lo largo de sus días...
– En el prólogo, el arzobispo de Granada, monseñor José María Gil Tamayo, tuvo una ocurrencia muy acertada de llamarlo psicología histórica. Es decir, no es solamente una novela más sobre un personaje en donde se mete ficción combinada con realidad. Se trata de manifestar lo que podría haber pensado Isabel a la hora de recordar su reinado, basado en lo que ella escribió, que fue mucho, más lo que aportan los cronistas de la época, y luego todo lo que se ha escrito. O sea, que hay una bibliografía abundantísima. Está recogido de un modo literario que sirva para compaginar la realidad con la lectura fácil, sin caer en tecnicismos para expertos. La vocación de este libro es llegar al gran público que no conoce mucho a Isabel y que quiera conocerla desde dentro.
– Escribe usted que la reina «estaba carente de ansiedad por el poder y dominada por un sentido de justicia social y amplitud de miras». Me vienen a la cabeza los nombres de numerosos políticos actuales a quienes les iría muy bien zambullirse en su libro...
– La verdad es que a mí me gustaría que lo leyeran. He pensado en mandarle un ejemplar –o acercarme a dárselo– a la presidenta de la Comunidad de Madrid, porque el enfoque del libro está pensado con mentalidad femenina. ¡Una mujer que fue capaz de hacer todo lo que hizo ella! Para los que gobiernan sería un estímulo ver que pueden hacer las cosas, no digo ya con mentalidad cristiana o católica, sino con mentalidad de eficacia real hacia los que tienen a su cargo. La reina Isabel es un ejemplo de cómo compaginar el hacer las cosas bien, con sentido común, con sentido sobrenatural y, al mismo tiempo, con una gran eficacia de saber gobernar.
Un regalo para Sánchez y Feijoo
– Tenía cualidades de mando, por tanto.
– Ella nunca pensó en ser reina. En la línea de sucesión tenía por delante a Enrique, luego venía Alfonso y finalmente estaba ella. Pero inesperadamente murió Enrique IV, todavía joven. Murió Alfonso con 16 años que, aún siendo menor y no habiendo ley sálica, preferían al varón antes que a la mujer.
– Ha dicho que le gustaría que Isabel Díaz Ayuso leyera su libro. ¿Alguien más?
– Hombre, me gustaría que llegara a todos, incluso hasta el palacio de la Zarzuela. A mí me haría mucha ilusión podérselo llevar a la Princesa Leonor, porque tiene un futuro muy bueno. No sé hasta qué punto conoce a Isabel la Católica, pero le aportaría una perspectiva de gobierno impresionante, con lo cual sería una imagen muy bonita. También a Pedro Sánchez –aunque no sé si le gustaría leerlo–, pero a todo el Gobierno, a Feijoo, en fin, a todos. En España tenemos a la reina Isabel, gracias a Dios, y no hemos sabido aprovecharla. Es un modelo de cómo se puede gobernar con una mentalidad positiva, buscando el bien común y, al mismo tiempo, respetando las propias creencias.
No sé si a Pedro Sánchez le gustaría leer mi libro...
– Una mujer admirable, sin duda. Sin embargo, las feministas jamás la reivindican. ¿Por qué?
–Bueno, ahí entramos en un campo distinto. Las feministas no es que vayan en contra de Isabel como mujer, sino como católica, como creyente, porque el feminismo radical va contra la raíz cristiana de la sociedad europea. Es muy bonito comprobar cómo Isabel, cuando tenía 15 años, se encontraba inmersa en un ambiente completamente pagano y desastroso moralmente y, sin embargo, sabe conservar su espíritu y defenderlo de tal manera que no le influye para perder su fe o su modo de comportarse. Tampoco cae en un beatismo. No rezaba mucho, como la gente piensa, pero rezaba lo suficiente.
¿Será santa?
– Sobre el tema de la fe, afirma usted en el libro que ella se adelanta en casi un siglo a las reformas que se derivan del Concilio de Trento...
– Eso fue una aportación española a la cristiandad, porque cuando empieza el Concilio de Trento (1545), en España ya se había dado una reforma espectacular. Ella va consiguiendo poco a poco que los obispos residan en sus diócesis y que sean cultos y más piadosos. Respecto a los sacerdotes seculares y religiosos, había sodomía y amancebamiento; eran cosas que estaban a la orden del día. Con la ayuda del cardenal Cisneros y de fray Hernando de Talavera, su confesor, van consiguiendo que España se convierta en un país mucho más lógico desde el punto de vista católico, en una sociedad que practica lo que cree. Eso no quiere decir que no hubieran todavía muchos residuos de gente depravada o que buscara solamente el beneficio en vez del oficio. Pero lo consiguen, y eso lo han reconocido todas las grandes personalidades. Además se dio una gran promoción cultural. La Universidad de Salamanca aportó a una serie de filósofos, pensadores y teólogos que apoyaron en el Concilio de Trento una serie de medidas muy importantes que ya se habían aplicado en España.
Congreso Internacional Poder en femenino: reinas, regentes y gobernadoras
«Todas las hijas de Isabel son princesas del Renacimiento»
– ¿Cree usted, entonces, que veremos a Isabel subir a los altares alguna vez?
– Por mi edad no sé si lo conseguiré ver, pero tengo la esperanza de que primero la hagan venerable, porque ahora es sierva de Dios. Hay 27 tomos mandados hace ya medio siglo a Roma. Hay una cantidad inmensa de documentos que valoran las virtudes de Isabel. Hay una aprobación tácita de los obispos en general. Ya se han producido incluso milagros por su intercesión que se están estudiando. Eso depende ya de la Santa Sede y la Causa de los Santos.
– Ojalá este libro ayude a conseguirlo...
– Con eso creo que me habría ganado el cielo...