Dinamarca «se incendia» con la antigua devoción mariana: «De repente, cientos me pedían el escapulario»
Recibió la «llamada» en Fátima: el padre Daniel Steiner debía imponerle la medalla a una feligresa. Tras ella, han venido cientos de fieles más
En España está amplísimamente difundida la devoción a la Virgen del Carmen y al escapulario. De hecho, puede que sea una de las más populares y conocidas. Pero, en un país secularizado y «gélido» espiritualmente como Dinamarca, donde casi el 75% se declara luterano no practicante (encuadrado en la Iglesia del Pueblo Danés) y la segunda religión no es el catolicismo, sino el islam (un 0,6% frente a un 4%), resulta sorprendente que se haya dado una especie de «reavivamiento» espiritual a costa de un instrumento tan sencillo como antiguo: el escapulario.
La súper progresista y liberal Dinamarca parece haber encontrado en un objeto tan tradicional y poco sofisticado como el áspero pedazo de tela marrón con el que se confeccionan los hábitos de los carmelitas una forma nueva de vivir una fe agonizante que permanecía mortecina y adormecida. Así, al menos, lo explica el padre Daniel Steiner Ebert, «capellán de la catedral de Copenhague durante dos años y ahora predicador del escapulario», como ha explicado al National Catholic Register.
«Todo empezó antes de mi ordenación, cuando mi director espiritual me envió a Fátima (Portugal) para hacer un retiro», recuerda el padre Ebert. «El penúltimo día, mientras rezaba, escuché a la Santísima Virgen pidiéndome que le diera el escapulario a una mujer que conocía en Dinamarca», prosigue. «Escuché y obedecí. Tan pronto como terminó el retiro, llamé a la mujer y le dije que creía que necesitaba el escapulario. Aunque ella no comprendió realmente, confió en mí y recibió mi catequesis. Luego le impuse el escapulario marrón», agrega.
Una parroquia tras otra
De repente, a su alrededor, la gente empezó a congregarse y a preguntarle sobre la medalla; qué era y qué significaba. «No eran sólo una o dos personas», señala el padre Ebert, «sino cerca de 50». «Como había tanta gente que acudía a ella, esta mujer me llamó para pedirme que fuera a su parroquia a dar una catequesis sobre el escapulario. Y eso hice», rememora. Después de impartirla, de escuchar la confesión y celebrar la misa, el padre Ebert revistió a unos 50 fieles con la medalla. «Esto es algo enorme en Dinamarca, donde hay unos 50.000 católicos registrados. Dinamarca se incendió», subraya.
No terminó allí el interés de los daneses por esta devoción. La parroquia vecina se enteró de lo sucedido y le pidió al sacerdote que fuese allí a dar otra catequesis. «Pronto se cumplirán dos años desde que comencé a viajar por Dinamarca, de parroquia en parroquia, para predicar sobre el escapulario. Ya lo han recibido unas 300 personas», observa. «María sigue viniendo a las parroquias. Y, cuando Ella viene, la gente viene a Ella», asegura. Todo esto ha desembocado en la fundación de la Fraternidad del Escapulario, un grupo que aglutina a todos los nuevos devotos de esta advocación.
«María ha bendecido todo lo que hemos hecho», constata el padre Ebert. «Incluso cuando nos quedamos sin escapularios, un benefactor donó 1.500 dólares para que los compráramos. Pedimos escapularios nuevos al Carmelo en el Líbano y sólo tardaron dos días en llegar a Dinamarca, lo que en sí mismo fue un milagro», prosigue.
En sus viajes, él y su equipo le piden a la gente que «ore, confíe en la Santísima Virgen María y venga a nuestro claustro carmelita en Dinamarca, Sankt Josefs Karmel, el 16 de julio para celebrar a Nuestra Señora del Carmelo», explica. El mes pasado, «vinieron cientos de personas. El claustro estaba abarrotado. Había tanta gente que muchos tuvieron que quedarse afuera durante la misa. Las hermanas dijeron que nunca habían visto tanta gente en su claustro desde la fundación del mismo». «Mi esperanza es que todos los católicos de Dinamarca lleguen a amar a María y que Dinamarca se vuelva completamente mariana. Mi sueño es que mi país pueda algún día decir Totus Tuus: 'María, soy completamente tuyo'», confiesa.
Un pasado de drogas, peleas y robos
La propia biografía de este sacerdote es sorprendente. «En mi juventud, yo era todo menos católico», reconoce el padre Ebert. «Iba a la iglesia, pero hice muchas cosas malas», añade, y enumera algunas de ellas: «Cuando era adolescente, terminé metiéndome en peleas como una forma de liberar mi tristeza, ira y frustración. Conocí a muchas chicas, comencé a consumir drogas y me arrestaron por robo de vehículos».
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Sin embargo, todo cambió para el joven Daniel a los 16 años, cuando asistió a un servicio de alabanza y adoración en su internado evangélico. De repente, abrumado por una sensación de maldad, el joven danés salió corriendo, agarró su rosario y gritó: «¡Elijo a Jesucristo!». «De pronto vi que se acercaban miles de esferas luminosas. Su luz se hacía más intensa y la esfera más próxima a mí iba formando lentamente un rostro: vi el rostro de Jesús. Era el mismo rostro humano del Santo Sudario de Turín, pero sin heridas, sin dolor ni sufrimiento», detalla. «Dios me habló con claridad. “Me dijo: ‘Serás mío’», agrega.
Tras un año de rehabilitación de sus adicciones en el extranjero, el padre Ebert regresó a Dinamarca, reanudó sus estudios y comenzó a trabajar como maestro de escuela. También hizo la primera comunión y recibió el sacramento de la confirmación. Con la ayuda del carmelita Wilfrid Stinissen y de los religiosos carmelitas de Norraby Kloster, en Suecia, «discerní mi vocación», rememora el padre Ebert, «que había recibido varios años antes, esa noche en mi escuela, sin entenderla».
«Cuando llegó el momento, decidí solicitar el ingreso en el seminario», lo que hizo cuando tenía 25 años. Fue ordenado ocho años después, a los 33, en la fiesta de la Transfiguración.