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El universo

El orden de la creación descrito en Génesis, 1 coincide con la secuencia que defiende la ciencia

Escuela de verano

¿Por qué el relato de la creación del Génesis es el más científico de todos los textos antiguos?

Cada cultura ha tenido sus propios relatos de la creación del universo. Pero no todos son equiparables. Un rápido repaso a las mitologías griega, romana, china, maya, inca, persa, nórdica, celta y yoruba muestra por qué la Biblia es el texto más fiel a la realidad científica

La creación del mundo es un tema fundamental sobre el que se han preguntado todas las diversas culturas y religiones del mundo, a lo largo de los siglos. Así, cada tradición tiene su propia cosmogonía, es decir, su propio relato sobre cómo surgió el cosmos y la vida humana. Incluso hoy la ciencia no deja de investigar para dar respuesta a estas preguntas.

Esta curiosidad universal es a menudo empleada por aquellos que quieren denostar la religión -singularmente, la religión cristiana-, en un intento por equiparar bajo un mismo paraguas absurdo e imposible las respuestas que las diferentes culturas han dado a la pregunta sobre el origen de la vida. Sin embargo, un rápido repaso a las principales cosmogonías de las grandes creencias religiosas de la historia basta para comprobar las enormes diferencias que hay entre todas ellas y el relato bíblico de la creación, recogido en el libro del Génesis.

Los titanes de la mitología greco-romana

Según la mitología clásica, surgida en Grecia y asumida después por Roma con un ligero cambio en los detalles y en los nombres, el mundo comenzó con el caos, un vacío del que surge, por generación espontánea, una fuerza primordial llamada Eurínome, que toma forma de paloma, y Ofión, una serpiente gigante. De su unión surge un huevo, del que surgieron Gea (la Tierra) y Urano (el Cielo), cuyos hijos, los titanes, dieron origen a los dioses olímpicos. De la lucha entre los titanes y los dioses surgió la tierra y cuanto hay en ella. En la mitología romana, los relatos son similares debido a la influencia griega, con deidades como Júpiter (Zeus) y Saturno (Cronos) jugando papeles centrales.

El huevo chino

En la mitología china, el universo comenzó con un huevo cósmico que contenía el caos. De este huevo surgió Pangu, quien separó el cielo de la tierra. Tras su muerte, su cuerpo se convirtió en las diversas partes del mundo: sus ojos en el sol y la luna, su sangre en los ríos, y su aliento en el viento.

Mayas e incas, los más terrenales

Aunque sus conocimientos de astronomías eran elevados, los mayas apostaban por una creación muy terrenal. Según el Popol Vuh y el Chilam Balam, los libros sagrados de los mayas, los dioses -cuyo origen no explican- crearon la tierra y los animales a la vez, e intentaron crear a los seres humanos varias veces, aunque sólo tuvieron éxito cuando modelaron a base de maíz.

La cosmogonía inca tiene aún más contradicciones, pues habla del dios Viracocha, quien emergió del lago Titicaca -que ya estaba ahí antes de cualquier otra cosa- y creó el cielo, la tierra y los primeros seres humanos. Después de un gran diluvio, Viracocha creó a los humanos actuales de piedra y les dio vida.

La lucha persa y la violencia nórdica

En la religión zoroástrica, el dios Ahura Mazda creó el mundo en una lucha eterna contra Angra Mainyu, el espíritu maligno. La creación incluye siete etapas: el cielo, las aguas, la tierra, las plantas, los animales, el hombre y el fuego. Igual que en la mitología clásica, el origen del cosmos para los persas surge por una lucha violenta.

Igual de violenta es la cosmogonía nórdica, según la cuál el mundo fue creado a partir del cuerpo del gigante Ymir, quien fue asesinado por los dioses Odin, Vili y Ve. Su carne se convirtió en la tierra, sus huesos en montañas, su sangre en el mar y su cráneo en el cielo.

Celtas y africanos, pura naturaleza

Los celtas, oriundos del norte de Europa, creían que el mundo surgió de una serie de dioses y diosas que personificaban elementos naturales. La diosa Danu es la figura central de sus relatos, y sus hijos, los Tuatha Dé Danann, se consideran los creadores de la civilización celta.

A miles de kilómetros, en la región occidental de África que hoy ocupan Nigeria y Benín, la mitología yoruba, una de las más antiguas del continente negro, también explicaba el cosmos a partir de la naturaleza. Según sus relatos, Olodumare, el dios supremo, envió a su hijo Obatala para crear la tierra sobre las aguas primordiales. Con la ayuda de un caracol lleno de arena y una gallina, Obatala formó el terreno seco y dio vida a los humanos.

El relato bíblico, el más científico

En la Biblia, el relato de la creación se encuentra en el libro del Génesis -compartido por los judíos aunque no por los musulmanes-. Dios crea el mundo en seis etapas y descansa en la séptima. La creación explica que primero surge el cosmos y después la tierra; y el proceso creador alumbra, por este orden, la luz, el cielo, la tierra y el mar, la vegetación, los astros -creados para medir el tiempo-, los animales y finalmente, el hombre y la mujer a su imagen y semejanza.

La gran diferencia con respecto al resto de relatos es que la Biblia narra que el Universo fue creado por un Dios único, por amor y con inteligencia y bondad. Además, el orden de la creación descrito en Génesis, 1, coincide con la secuencia en que la ciencia ha confirmado que surgió el universo.

Incluso con matices que no han sido descubiertos hasta hace pocas décadas, como que la luz iónica existió antes que el Sol y las estrellas, que los primeros seres vivos fueron formas primitivas de las plantas, que la vida surgió en los océanos, y que el hombre es la forma de vida más tardía.

Unas diferencias en forma, y sobre todo, en el fondo, que hacen de la cristiana una religión única y singular en la historia humana.

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