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David y Goliat por Tiziano

David y Goliat, por TizianoWikimedia Commons

Escuela de verano

¿Gigantes en la Biblia? Cómo saber cuándo un texto bíblico no es literal

Algunos pasajes de la Biblia narran relatos realmente increíbles. Sin embargo, la Iglesia enseña que algunos de ellos son absolutamente reales, como por ejemplo los milagros de Jesús, mientras que otros no lo son. ¿Cuál es el criterio para saber cuándo un texto es o no literal?

Aunque se presente normalmente como un solo volumen, la Biblia es en realidad una recopilación de 73 libros diferentes. Libros que no fueron escritos por un único autor material y de una sentada, sino en un proceso de más de 1.300 años, en contextos muy diferentes, en lenguas distintas, para diferentes audiencias y por mano de distintos escritores.

El Catecismo de la Iglesia explica así la autoría de los textos bíblicos: «Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados» y en su composición «se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería».

Esto explica las notables diferencias, por ejemplo, en el estilo de los libros de la Biblia, e incluso permite distinguir diferentes géneros literarios, según quién escribió cada texto y a quién lo dirigía.

Dos sentidos en la Escritura

Así, la Iglesia enseña que ciertos pasajes de la Escritura pueden ser tomados en su literalidad, mientras que otros tienen un sentido más profundo. «Según una antigua tradición -explica el Catecismo, que fue publicado en 1992 a instancias de Juan Pablo II, y en cuya redacción participó Joseph Ratzinger-, se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico (relativo a las verdades eternas)». Así, «la concordancia profunda de los cuatro sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia».

Esto explica, por ejemplo, por qué en el capítulo 6 del libro del Génesis se cuenta cómo en la época de Noé «había gigantes en la tierra» y cómo los ángeles, hijos de Dios, «se unieron a las hijas de los hombres y engendraron hijos. Estos fueron los héroes de antaño, los hombres de renombre». Es decir, que los protagonistas de las grandes hazañas eran personas de una altura moral superior al resto, y que llevaron a cabo sus gestas por su familiaridad con Dios.

Seis estilos diferentes

Las diferentes escuelas teológicas que han estudiado el sentido profundo, pero también los aspectos históricos, de la Escritura, han encontrado hasta seis estilos literarios diferentes: el histórico, el legendario, el sapiencial, el profético, el poético y el mitológico.

Histórico: Es el más importante y más extendido en la Escritura. De hecho, el Catecismo explica que «todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre su sentido literal». Estos textos transmiten acontecimientos reales, ocurridos de verdad en la historia. Y algunos de estos libros reflejan con una enorme fidelidad –hasta el punto de ser tenidos como pruebas arqueológicas y paleográficas– la vida que describen: Los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, Levítico, Números, Samuel, los Reyes… Son, a todos los efectos, como los escritos de Julio César.

Legendario: Recogen hechos reales, pero ensalzando las figuras de los grandes héroes que los protagonizan; y además, recogen leyendas tradicionales y piadosas que tienen un sustrato real aunque una significación más profunda: Por ejemplo, los libros de Tobías o Ruth. Y vendrían a ser como El cantar de Mio Cid.

Sapiencial: A través de proverbios y refranes, la Biblia expresa la sabiduría que ha ido adquiriendo el pueblo elegido al leer su propia historia según los dictados de Dios. Los más destacados son los libros de la Sabiduría, Proverbios, Eclesiástico, y que tienen su analogía en los dichos del refranero popular.

Profético: Obviamente, se da en los libros de los profetas que cierran el Antiguo Testamento, protagonizados por personas que no aparecen adivinando el futuro, sino hablando en nombre de Dios. Para el cristianismo, el profeta es quien busca y proclama el parecer de Dios, no quien predice los acontecimientos venideros, y por eso el Magisterio sostiene que, por el bautismo, todos los católicos son profetas y no tarotistas o videntes. Destacan los cuatro profetas mayores, muy citados en el Nuevo Testamento, que son también los más extensos: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.

Poético: Suponen la expresión de la fe a través de poemas, cantos, composiciones líricas... Y destacan el Cantar de los cantares, que habla del amor humano entre un hombre y una mujer como imagen del amor de Dios, y los Salmos, que hoy se leen en clave teológica aunque Israel los entonaba no solo en la oración, sino en la vida diaria. Por ejemplo, hay salmos que hablan del combate contra el enemigo… porque los entonaban los soldados israelitas antes de una batalla. Motivo por el cuál, el Papa Francisco ha recordado que hoy «no todos los salmos – y no todo de cada salmo- puede ser repetido y hecho propio por los cristianos» porque reflejan unas situaciones históricas «que ya no son las nuestras», aunque «esto no significa que no sean inspirados, sino que en ciertos aspectos están ligados a una época y a una etapa provisional de la revelación».

Mitológico: Por último, en lo referido a los primeros albores de la humanidad se emplea un lenguaje mitológico, presente en algunas narraciones del Génesis. De este modo, se trata de responder, de forma figurada, a los grandes interrogantes del ser humano, aunque sobre una base de verdad. Así, el lenguaje mitológico de la Biblia recoge aspectos de la era antigua que se daban por ciertas, como la presencia de gigantes, algo que pudo tener su origen arcano en el choque entre distintas razas humanas, o con clanes/familias anormalmente altas.

La mejor forma de distinguir un estilo de otro es seguir la pauta que, en 2001, marcó Juan Pablo II al hablar de los textos del Antiguo Testamento: «Nuestra lectura buscará sobre todo destacar el significado religioso, mostrando cómo, aun habiendo sido escritos hace muchos siglos por creyentes judíos, pueden ser usados en la oración de los discípulos de Cristo. Para ello nos serviremos de los resultados de la exégesis, pero a la vez veremos lo que nos enseña la Tradición, y sobre todo escucharemos lo que nos dicen los Padres de la Iglesia».

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