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Alfonso de Ratisbona

De banquero rico y ateo a sacerdote católico: así fue la conversión de Alfonso de Ratisbona

Pariente de la famosa familia Rothschild, tenía 27 años cuando, el 20 de enero de 1842, la Virgen se le apareció, abrazando así la fe de forma inmediata

En el bullicio de Roma de 1842, un encuentro aparentemente casual iba a desencadenar uno de los eventos más sorprendentes y comentados de su tiempo. Alfonso de Ratisbona, un rico banquero y abogado de familia judía y natural de Estrasburgo, conocido por su carácter libertino y su profundo desprecio hacia la Iglesia católica, se encontraba en la Ciudad Eterna, cargando con el resentimiento hacia su hermano Teodoro, quien había abrazado el cristianismo y se había ordenado sacerdote. Pero la casualidad lo llevó a cruzarse con el barón De Bussiéres, un ferviente converso al catolicismo, cuya devoción y determinación cambiarían su vida.

Sin deseos de parar en Roma

Roma no estaba en sus planes, pero ahí se dirigió. El joven abogado Alfonso de Ratisbona se encontraba de viaje por Europa, concretamente en Nápoles. Su prometida deseaba que se dirigiera directamente a Malta, y su médico le había recomendado pasar allí el invierno, advirtiéndole sobre los peligros de la malaria en Roma. Sin embargo, de forma inexplicable, Alfonso se encontró en las oficinas de diligencias para Roma. Sin saber cómo, partió de Nápoles el 5 de enero de 1842 y llegó a Roma al día siguiente, en plena celebración de la Epifanía.

La ciudad, al primer impacto, no cumplió con sus expectativas. Roma, con toda su grandeza y sus ruinas no dejó en Alfonso la impresión que esperaba, como relató en posteriores cartas. Consciente de que tenía pocos días en esta visita improvisada, se apresuraba a recorrer la ciudad como un turista ansioso por devorar su historia. Fue durante uno de esos paseos que escuchó su nombre siendo llamado por un viejo amigo de la infancia, Gustavo de Bussiéres. Alivió un poco su soledad compartiendo almuerzos en casa del amigo, aunque allí se cruzó con Teodoro de Bussiéres, hermano de Gustavo y antiguo protestante convertido al catolicismo, lo que le inspiró una inmediata y profunda antipatía.

En sus conversaciones con Teodoro, Alfonso se mantuvo firme en su desprecio por el catolicismo, respondiendo con ironía a las discusiones sobre las grandezas de esta fe. Sin embargo, a pesar de su escepticismo, accedió a una propuesta inesperada. Un día Teodoro lo desafió a llevar consigo una medalla de la Virgen Milagrosa, presentándoselo como una prueba inocente, lo que sorprendió a Alfonso por su simplicidad. Aunque inicialmente reaccionó con burla, decidió aceptar la medalla. Se la puso al cuello, no sin antes exclamar con sarcasmo: «¡Ya soy católico, apostólico y romano!». Sin saberlo, ese gesto marcó el comienzo de una transformación que cambiaría su vida.

Una medalla y un Acordaos

El barón no se amedrentó ante el escepticismo de Ratisbona. Le habló de la Medalla Milagrosa y de los milagros que estaban ocurriendo a través de ella. Lo desafió a llevarla y a rezar como prueba una sencilla oración todos los días: el Acordaos. Ratisbona, seguro de que nada podría cambiar su escepticismo, aceptó, decidido a demostrar la inutilidad del gesto. Sin embargo, ese simple reto comenzó a hacer mella en el alma del francés, como escribiría más tarde: «No podía defenderme. Esas palabras regresaban sin cesar, y yo las repetía continuamente».

Mientras tanto, un grupo de amigos del barón se comprometió a rezar por la conversión de Ratisbona, entre ellos el conde Laferronays, quien, gravemente enfermo, se dice que ofreció su vida por la causa. El conde rezó 20 Acordaos por Ratisbona y, ese mismo día, sufrió un ataque al corazón.

Cúpula de santa Andrea delle Fratte

El 20 de enero de 1842, el barón se encontró nuevamente con Ratisbona y lo invitó a dar un paseo en su carroza. El propio Alfonso lo relata en unas cartas que escribió para certificar la veracidad del proceso canónico de aprobación del milagro que más tarde tendría lugar.

Cartas de Alfonso de Ratisbona

«Paramos unos minutos en la iglesia de Santa Andrea delle Fratte. Me propuso esperar en la carroza, pero yo preferí bajar a ver la iglesia. Se estaban haciendo los preparativos de un funeral y me informé del nombre del difunto. Teodoro respondió: 'Era uno de mis amigos, el conde Laferronays; su muerte inesperada es el motivo de la tristeza que has notado en mí estos días'»

«Lo comprendí todo»

Ratisbona se quedó contemplando las obras de arte de la iglesia. Lo que sucedió entonces fue un evento que ni él mismo pudo haber anticipado: el altar de san Miguel Arcángel se iluminó y, en un resplandor, apareció ante él la Virgen María, tal como se mostraba en la Medalla Milagrosa que llevaba en el cuello.

Cartas de Alfonso de Ratisbona

«Imprevistamente me sentí capturado, invadido de un cierta perturbación y vi como un velo delante de mi; me parecía la iglesia toda oscura, excepto una capilla, casi que toda la luz de la misma iglesia fuese concentrada en aquella capilla[...] En presencia de la Virgen, a pesar de que Ella no me decía una palabra, comprendí el horror del estado en que me encontraba, la deformidad del pecado, la belleza de la religión católica, en una palabra: comprendí todo»

Imagen de la Virgen de la Milagrosa según la visión de Ratisbona, que se encuentra en Roma

Este encuentro místico lo dejó profundamente transformado. Alfonso, que hasta ese momento se había mostrado desafiante e incrédulo, se arrodilló y rezó con fervor. Cuando el barón regresó, encontró a su amigo en oración, completamente cambiado, y escuchó de sus labios el deseo de confesarse y prepararse para su entrada en la Iglesia católica. Diez días después, el 31 de enero, Ratisbona fue bautizado, confirmado y recibió la comunión de manos del cardenal Patrizi.

La conversión de Alfonso de Ratisbona fue un suceso que resonó en toda Europa, especialmente en una época en la que el racionalismo intentaba desplazar las creencias espirituales. En 1847, Alfonso fue ordenado sacerdote jesuita, y su historia inspiró a su hermano Teodoro a fundar la congregación de Nuestra Señora de Sión, dedicada a la evangelización del pueblo judío. Hasta hoy, el altar en santa Andrea delle Fratte, que se encuentra muy cerca de la plaza de España, donde ocurrió la aparición, sigue siendo un lugar de devoción, ahora adornado con una pintura de la Virgen según la visión de Ratisbona.