Testimonio
«Lo único que sabía del Opus Dei es que eran los malos del Código Da Vinci»
No es habitual ver a miembros de la Obra con los brazos completamente tatuados, pero a Francisco le ganaron con unas palabras: «Nosotros te queremos así como eres y por lo que eres»
Durante su adolescencia, Francisco tenía unos ideales bastante planos: «Solo quería jugar a la PlayStation, no ducharme nunca y comer pizza todo el día». Pero la vida avanza inexorablemente, la madurez se abre paso y llega el momento de elegir una carrera, aunque sea por descarte. «Escogí Filosofía en una universidad católica», recuerda. Ahí experimentó un giro copernicano: «Sentí todas las emociones juntas, como una bola de fuego que se me hacía en el pecho: pasé de no querer hacer nada a tener como una suerte de propósito, de vocación», ha referido ahora en un vídeo difundido por el portal del Opus Dei en Venezuela, su país de origen.
Francisco es un hombre impulsivo. «Salía de clase de Filosofía en la universidad y vi un búho, el símbolo de la filosofía, así que me tatué un búho», refiere. Poco después conoció a la que se convertiría más tarde en su esposa, Oriana. Se sentía tan a gusto con su vocación como filósofo que, una vez graduado, comenzó a dar clases de Filosofía en la Universidad Monteávila. El rector del centro le invitó a hablar con uno de los responsables de estudios de la universidad para que le ayudara en su nuevo oficio de profesor, y eso hizo. «Lo conocí y me sentía muy cómodo con él porque sentía que yo a él le importaba», explica Francisco.
Resultó ser un numerario del Opus Dei, «y yo lo único que sabía del Opus Dei es que eran los malos del Código Da Vinci», explica refiriéndose a la popular novela de Dan Brown. «En algún momento me dijo algo que me quedó marcado y me sentó así de plano. Me dijo: ¿Tú no has pensado que Dios quiere que tú seas santo? Le dije: Yo no, yo no, a lo mejor otro, a lo mejor un tipo como usted, yo santo para nada».
Miles de excusas
«Más tarde me invitó a un retiro y fui. La actividad y las reflexiones me parecieron interesantes. Me invitó a otra actividad y a otra, y yo decía que no con miles de excusas y justo en ese momento tenía muchos problemas de fe, no sé, estaba como perdido y estaba como muy tibio en muchos aspectos de mi vida», reconoce.
Pero la paciencia del numerario se agotó, y «este señor me dejó de invitar a cosas y a mí me dio envidia y celos de que no me invitara». «Más tarde conseguí plaza en un doctorado y este señor me estaba ayudando con mi investigación. Me preguntó: ¿No te has animado a rezar el rosario? Vamos a rezar. Léete este libro 10 minutos, nada más. Y, sin darme cuenta, ya estaba leyendo un poquito del Evangelio», prosigue.
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«En ese momento mi esposa estaba embarazada de nuestro segundo hijo y era un momento complicado para ella y para el bebé. Ahí fue cuando me di cuenta que yo no podía solo y que necesitaba ayuda espiritual. Rezando a san Josemaría, patrón de los diabéticos, en algún momento en la oración dije: Si tú salvas a este 'chamo', yo te doy mi vida», retó Francisco.
«No soy conservador»
Entonces le espetó a uno de los capellanes de la universidad: «Mire padre, yo voy a cambiar la vida de mi hijo por la mía». «Me respondió que no era cosa de cambiar una vida por otra, sino de cambiar mi propia vida y querer ser mejor», explica el filósofo. Pero él no cedía: «Es que yo no sé si puedo encajar en el Opus Dei porque no soy conservador». El sacerdote, con habilidad y paciencia, le respondió: «Mira, de verdad, Francisco, nosotros te queremos así como eres y por lo que eres».
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«Entonces hice mi carta y pedí la admisión», concluye Francisco. «Siento que tengo más herramientas y me siento más acompañado, muchísimo mejor, estoy supercontento», asegura. Su mujer confirma que este acercamiento de Fran al Opus Dei no solo le ha mejorado a él, sino también a toda la familia y a su relación matrimonial: «A mí me llenó de esperanza saber que todo este acercamiento a la Obra le ha dado mucha calma. Sigue siendo la misma persona de la que me enamoré, pero sí ha crecido espiritualmente y eso ha hecho que nuestro entendimiento en el matrimonio sea mucho mejor. La Obra ha sido un camino muy bonito de recorrer juntos, ha sido un cambio en él muy positivo y eso ha hecho que vayamos creciendo poco a poco en el tema de la fe, el trabajo, la familia, vamos más a la iglesia, rezamos un poco más».
«Yo quiero ser un buen hijo de Dios, un buen esposo para mi esposa, un buen padre para mis hijos, un buen profesor para mis alumnos. Yo quiero ser santo», concluye Francisco.