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26 de septiembre de 2024

Cardenal Hollerich

El cardenal Jean-Claude Hollerich

También es jesuita

Así es Hollerich, el cardenal que ha logrado que el Papa visite Europa

El arzobispo de Luxemburgo mantiene opiniones controvertidas sobre homosexualidad, celibato y la ordenación de mujeres

Hoy aterriza el Papa Francisco en Luxemburgo, apenas medio millón de habitantes, pero plaza financiera de primer orden y país que no recibe visita pontificia desde mayo de 1985, cuando Juan Pablo II fue recibido con todos los honores. Tanto por las autoridades –reinaban entonces los grandes duques Juan y Josefina Carlota y el poder lo encabezaban, salvo algunas interrupciones liberales, una larga lista de primeros ministros democristianos– como por una población aun mayoritariamente católica.

No solo en lo tocante a la práctica religiosa: también por el sólido arraigo de la Doctrina Social de la Iglesia a nivel empresarial, sindical y político en los partidos que se inspiraban de su horizonte. Sin ir más lejos, un gobernante de los cincuenta, Pierre Frieden, escribió un libro titulado «La primacía de lo espiritual». Ni Alcide De Gasperi, Konrad Adenauer o Robert Schuman llegaron a tanto.

Mucho, sin embargo, ha cambiado el panorama en Luxemburgo a lo largo de las últimas décadas: al igual que el resto de las democracias del Viejo Continente, el gran ducado ha padecido una descristianización a pasos agigantados. En paralelo, y bajo la batuta de la coalición liberal-progresista de Xavier Bettel -primer ministro entre 2015 y 2023- fueron legalizados el «matrimonio» homosexual y la eutanasia.

Primera visita oficial

Un panorama que no parece desanimar al cardenal arzobispo de Luxemburgo, monseñor Jean-Claude Hollerich (Differdange, 9 de agosto de 1958), que ha logrado la proeza de que el Papa Francisco visite, por primera vez con carácter oficial, un país europeo. Hasta la fecha, dentro de su estrategia de otorgar prioridad a las «periferias» –léase los países más alejados del catolicismo clásico, ya sea por su posición geográfica o por su historia–, el Santo Padre ha limitado su estancia en Europa a visitas temáticas: Estrasburgo, para dirigirse al pleno de la Eurocámara; Aquisgrán, para recibir el Premio Carlomagno; Fátima, para el centenario de las apariciones, a Hungría y a Marsella, hace un año, para pregonar sus ideas sobre inmigración, no siempre entendidas por un sector importante del catolicismo occidental.

Si Hollerich ha beneficiado de la excepción, se debe a su especial sintonía con el Santo Padre. Por la procedencia de ambos de la Compañía de Jesús, obviamente, pero también por la comodidad con la que ha integrado, incluso antes que otros, las directrices doctrinales y pastorales del actual pontificado. Si bien fue designado arzobispo de Luxemburgo por Benedicto XVI en 2011, ha sido con Francisco cuando ha podido desplegar su avanzado ideario. Incluso a veces su posición le permite expresarse con más claridad que el Papa.

Opiniones polémicas

Aquí va un florilegio. Celibato sacerdotal: «Me encanta mi celibato, me atengo a él, pero veo que los diáconos casados pueden predicar de forma diferente a como lo hago yo, y creo que es un complemento maravilloso». Hipotética ordenación de mujeres: «La verdad es que no lo sé. Pero estoy abierto a ello. Está claro, sin embargo, que la situación actual no es suficiente. Tenemos que mirar y darnos cuenta de que las mujeres tienen algo que decir en la Iglesia». Mas es en la acogida de homosexuales en la Iglesia donde más despunta, traspasando el posicionamiento del Papa al cuestionar la naturaleza pecaminosa de las relaciones homosexuales: «Creo que las raíces sociales y científicas de esta enseñanza ya no son correctas. Hace un año, persistió en la misma línea: 'Si decimos que todo lo que hacen es intrínsecamente malo, es como decirles que sus vidas no tienen valor'».

El segundo punto que une a Hollerich con el Papa es su predilección por las «periferias»: formado en Europa, el arzobispo de Luxemburgo ha pasado buena parte de su vida en Japón; primero como estudiante a finales de los ochenta y más adelante a principios de este siglo como uno de los vicerrectores de la Universidad Sophia, vivero de élites niponas, en la cual sigue irradiando el espíritu del padre Arrupe.

De allí le devolvió Benedicto XVI a su país natal. Hollerich, que jamás formuló la más mínima crítica hacia el anterior Papa, supo esperar su momento que llegó con Francisco. Cardenal desde 2019, el luxemburgués forma hoy parte de dos dicasterios estratégicos –Cultura y Diálogo interreligioso– del no menos estratégico Consejo de Cardenales y fue ponente del Sínodo sobre la Sinodalidad, episodio clave del pontificado. Se mueve, pues, como un pez en el agua en la Curia. Mejor que su predecesor en Luxemburgo, monseñor Fernand Franck, oficial durante largos años de Propaganda Fide. La lealtad a prueba de bomba de Hollerich bien vale un viaje pontificio al gran ducado.

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