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Entrevista al carmelita y escritor Rafael Pascual

«San Agustín llamaba 'perros mudos' a los pastores de la Iglesia que no defendían la verdad»

Asegura que el silencio transforma el alma, da paz, sana heridas y quita agobios, pero que no hay que callar cuando está en juego la fe

Siendo carmelita descalzo, se le supone –como el valor en el soldado– que es un experto en el silencio. Y lo es. El padre Rafael Pascual Elías (Logroño, 1984) trata de vivir aquello que dijo san Vicente de Paúl de que «el ruido no hace bien; el bien no hace ruido», y acaba de publicar El valor del silencio interior. Descubre los veinte silencios que transforman el alma (editorial Sekotia).

–Con lo difícil que es para algunos mantenerse callados, y en su libro usted habla de 20 tipos de silencio...

–Es casi una manera de vivir y de conocerse a uno mismo. Cuesta vivirlo, porque cuesta entrar en el silencio. A mí me costó, cuando era novicio, hacer ejercicios espirituales de una semana de silencio y meditación. Pero después, cuando uno entra, saborea y descubre todo lo que aporta el silencio en la vida de uno mismo. Porque te descubres a ti mismo y te descubres lleno de ese Dios que te llama a salir hacia afuera y dar todo lo que Él te ha dado. Para eso hay que acallar todo el ruido y dejar que el silencio hable. Y, en ese silencio, es donde habla Dios.

–Algunos le dirán que eso está muy bien para los monjes, pero no para uno de la calle...

–Bueno, el libro está dedicado a un joven, pero es verdad que cuesta más en la vida familiar. Decir: «Por qué no me voy un fin de semana a hacer un retiro», o «por qué no dedico media hora al día a hacer oración», puede ser el inicio. Hay gente que lo está empezando a hacer, lo busca y da mucho fruto.

La portada del último libro de fray Rafael PascualSekotia

–Su libro son unas cartas que le escribe San José a un joven estudiante de ingeniería. ¿Por qué eligió este formato y qué fue lo que le llevó a escribir este libro?

–Me lo pidió un amigo editor porque veía importante publicar un libro sobre la necesidad del silencio. Lo primero que hago cuando quiero escribir un libro es ir a la capilla a rezar. Soy muy de San José, y me vino esta luz de preguntarme qué santo tenemos que sepa hablar mejor del silencio. Es el único del que no tenemos ni una palabra. Y entonces me vino la idea de que San José le escribiera unas cartas a un joven para que se vea que el silencio no solamente es para frailes y curas, sino que es muy importante para todos.

–¿Y por qué lo es?

– El ser humano necesita paz interior y, si no hay un silencio interior, está todo el día con ruido fuera y dentro. Cuando rompes con ese ruido, tanto externo como interno, tienes esa paz interior que es la que te lleva directamente a la presencia de Dios.

– ¿Cómo elabora la «lista» de los 20 tipos de silencio?

–Podrían haber sido más o menos, pero pensé: «Si son cartas de San José, ¿Cómo las ordeno?». Entonces me vino otra luz para hacer una historia de la espiritualidad a través de las cartas. Empezando por la tradición bíblica, siguiendo por los Santos Padres, la Edad Media, hasta llegar a personajes de hoy que todavía viven, que nos hablan del silencio y cómo vivirlo. Así surgieron los 20 tipos de silencio.

El carmelita asegura que el silencio transforma el almaThorun Piñeiro

–¿Usted los ha vivido todos?

–Bueno, vivir... depende. Unos más, otros menos. Pero tampoco es para vivirlos todos a la vez. También son momentos de la vida, de situaciones.

–De todas formas, con el tema del silencio, ¿no hay un cierto peligro de asemejarlo a un quietismo de espiritualidad más oriental, más zen o budista?

–Sí, sí, es un gran peligro que ya estaba en siglo XVI con san Juan de la Cruz. Una cosa es el vaciarte del budismo zen y otra cosa es este silencio de quitar todo lo que no es Dios para encontrarme realmente con Dios. Hay que distinguir bien entre el quietismo y orientalismo y la verdadera espiritualidad del silencio interior cuando uno vive y busca realmente a ese Dios que nos habla en silencio, de verdad. Cristo, en el Huerto de los Olivos y en la Pasión, así lo vive.

–Son muy distintos, por tanto, el silencio oriental y el que proponen los místicos católicos...

–El silencio oriental es vaciarte pero sin llenarte de una presencia. En cambio, el de los místicos es decir: «Yo tengo que hacer un silencio para descubrir realmente qué me dice Dios, qué me sobra en mi vida, qué me falta, qué tengo que corregir». Y ahí es donde voy llenándome de esas experiencias místicas que tienen Santa Teresa, San Juan, San Ignacio. Dios, cuando de verdad hay un silencio pleno en tu vida, actúa y te dice una cosa o te da una gracia mística.

Fray Rafael durante la entrevistaThorun Piñeiro

–Usted afirma en su libro que el silencio, además, «tiene un impacto positivo en la salud mental y física porque reduce el estrés, la ansiedad, la depresión, mejora el sueño, la concentración y la memoria, e incluso fortalece el sistema inmunológico»...

–El chico del libro al que San José le escribe las cartas es real, aunque tiene otro nombre. Cuando empezó la carrera, le invité a hacer un retiro que le costó un montón. ¡Un chaval de 19 años! Pero luego me dijo: «¡Tú sabes lo que me cambió! Me costó mucho. Yo no podía cumplir el silencio absoluto». Pero descubrió su importancia y experimentó la paz. Y los agobios desaparecen. Yo me doy cuenta de que ese silencio me abre a una realidad nueva, a buscar siempre algo más y a quitar todos esos agobios que el mundo tiene. ¡Y el ruido! Estoy ahora aquí en Madrid y es un ruido total, pero un fin de semana sin un ruido, dices: «¡Esto es vida!».

–Pero hay un silencio que usted sí desaconseja, el que denomina «el silencio prohibido». «No se puede callar la verdad cuando la verdad está en juego», escribe...

–Existen textos de San Agustín y de San Gregorio que hablan de los perros mudos, de los pastores de la Iglesia que, ante una verdad real, no la defienden. No podemos callar ante temas candentes de la Iglesia que hay que defender.

–Dentro de la Iglesia hay algunos que insisten en el diálogo, en «tender puentes», en alejarse de esa Iglesia «con cara agria» y demás. ¿Cómo se conjuga esto con el no callarse ante temas polémicos?

–La caridad está por encima de todo. Es decir, si tú estás en el error, hay que buscar la solución. Si yo veo que eso es pecado, porque eso es pecado en sí mismo, te lo tengo que decir. Con cariño y con mucha aceptación. Pero te lo tengo que decir: «Por aquí vamos bien y por aquí no vamos bien».

–Es que algunos venden una imagen de un Jesús un poco hippie, en el sentido de que Dios lo perdona todo y todo está bien; no pasa nada, Dios nos ama...

–Cristo nos dice: «El que quiera que venga en pos de mí, que tome su cruz y me siga». No obliga. Y nos dice que la senda es estrecha. Y «mis caminos no son vuestros caminos». Y cuando nos metemos en el Evangelio y lo leemos, te das cuenta de que es una vida exigente, y que hay que caminar por ese camino con libertad plena. Es decir, si Dios te pide esto es porque te va a dar toda la ayuda para que la lleves adelante.

–¿Y los móviles? Hoy en día es difícil hacer un silencio visual para no estar todo el día conectados...

–También eso va unido al silencio exterior. Hoy cuesta mucho cortar con el móvil. Por ejemplo, otro chico que se dirige conmigo acaba de empezar el noviciado con los jesuitas. Va a estar dos años sin móvil. Y me dijo: «Te dejo la dirección de correo para que me escribas». Él, con toda libertad, ha aceptado estar dos años sin móvil para prepararse a ser jesuita. ¡Y en estos tiempos!