
¿Qué es el abuso espiritual, de conciencia y de poder en la Iglesia?, se cuestiona el vídeo
Se da «en entornos eclesiales»
¿Sufres manipulación de conciencia? Estas son las diez claves para identificarlo
El arzobispado de Madrid desvela los síntomas que desenmascaran una manipulación de la conciencia, cuyos «efectos suelen ser tan devastadores como los del abuso sexual»
Sobre abusos sexuales, en los últimos años, han corrido ríos de tinta. De casos tanto en el seno de la Iglesia como fuera de ella. Pero existen otros abusos «más difíciles de detectar» cuyas «víctimas pueden ser tanto menores como adultos»: los espirituales y de conciencia. Así lo explica un breve vídeo de cinco minutos de duración que acaba de lanzar el arzobispado de Madrid par alertar sobre «el aumento de abusos de poder y conciencia» que, a su juicio, se está produciendo «en entornos eclesiales». «En algunos casos, las estructuras eclesiales han generado dinámicas de control y dependencia que afectan la madurez personal y espiritual de los fieles», señala en el informe anual de Repara –el proyecto creado hace cinco años por el propio arzobispado para la atención a las víctimas y la prevención de abusos–, que se ha presentado a inicios de esta semana.
El vídeo, hecho público tras el informe, comienza matizando las diferencias entre los distintos tipos de excesos, que pueden llegar a funcionar «como una telaraña que atrapa la vida de las personas»: «El abuso espiritual ocurre cuando alguien usurpa el lugar de Dios en lugar de ayudar a una persona a encontrarlo. Al hacerlo, distorsionan la noción de Dios y privan a la víctima de sus propios recursos espirituales». Por su parte, «el abuso de conciencia es el intento de anular la libertad de otra persona, haciendo que pierda la capacidad de tomar decisiones y dirigir su propia vida». «Dentro de la Iglesia, el abuso espiritual y el abuso de conciencia a menudo van de la mano», advierte el arzobispado. Y es que «en la vida de la iglesia, hay relaciones asimétricas con los superiores, los confesores, los directores espirituales, los catequistas, y aquí existe el riesgo de abuso de poder», alerta.

Según el arzobispado de Madrid
Disminuyen los casos de abusos sexuales, pero aumentan los de conciencia y poder entre adultos
El vídeo desgrana los diez rasgos que deberían hacer saltar las alarmas de una persona que podría estar sufriendo abuso espiritual, de conciencia o de poder:
- Ocupar el lugar de Dios en la conciencia de otra persona. Frases como «el Espíritu Santo y yo hemos decidido que tienes vocación» o «quien obedece nunca comete un error» deberían alertar a la posible víctima. «Censurar el discernimiento y la toma de decisiones personales en nombre de la autoridad divina es un abuso», sentencia el arzobispado.
- Infantilizar al dirigido para crear dependencia y subyugar su voluntad. Muy ligado al anterior síntoma, cercena la legítima capacidad de la persona para madurar en la fe y se convierte en poco menos que en una marioneta del superior.
- Posicionarse como un mediador indispensable con Dios. El dirigido no recibiría luces o mociones del Espíritu Santo, sino que todas pasarían ineluctablemente por su director espiritual. Se manifiesta en expresiones como «soy el mediador de Dios para ti».
- Invadir la intimidad o la conciencia más íntima. «No puedes hablar con los demás sobre tus luchas internas porque eso les hará daño. Exigir el secreto, imponer silencio o intentar convertirse en el único confidente de alguien es abuso. Aislar a una persona de sus seres queridos con el pretexto de su dedicación a Dios es abuso», reitera el arzobispado de Madrid.
- Culpabilizar en nombre de Dios. Tal vez, una de las más frecuentes en las dinámicas viciadas de algunos grupos de la Iglesia. «Si te vas, no aprecias lo que has recibido aquí. ¡Dios te ha dado tanto! Qué desagradecido eres», han tenido que escuchar lamentablemente algunos cristianos. También se suele juzgar y desacreditar a quienes han dejado el grupo o congregación: «No fue fiel a lo que Dios quería de él». Y una acusación mucho más grave: «Si te vas, peligra tu salvación eterna».
- Violar la confidencialidad. «Compartí mi angustia y me dijeron que la madre superiora ya estaba al tanto de mi situación», relata una de las víctimas que ha acudido al proyecto Repara. En otros casos, algunas de ellas aseguran que se ha llegado a romper el secreto de confesión, al revelar el sacerdote culpas que el penitente solo había referido al confesarse.
- Silenciar las críticas en nombre de Dios. Negar cualquier elemento negativo que afecte al grupo o congregación porque «es una obra de Dios» y, como tal, «es irreprochable». Justificar y encubrir las maldades que cometen sus miembros «por el bien de la Iglesia y del grupo».
- Explotar la vulnerabilidad de una persona para controlarla. «Nadie te querrá nunca como yo; si no sigues este camino, no podrás contar conmigo» y frases similares. En ocasiones, el temor a «perder números» en un convento o congregación lleva instrumentalizar a la persona para impedir que se vaya.
- Usar la Palabra de Dios para legitimar prácticas sexuales. Aberrante, pero ocurre. «Las Escrituras dicen que todas las cosas son puras; deja que te bese con los besos de su boca», alegan algunas víctimas que han escuchado de sus superiores.
- Ignorar el sufrimiento físico o psicológico. En nombre del ofrecimiento y el sacrificio, se justifica, minimiza o malinterpreta el malestar de la otra persona. «Me dijeron que esa era mi cruz. Negaron mis emociones. Distorsionaron los efectos de la manipulación en mi cuerpo», relatan las víctimas de este tipo de abusos.
Efectos devastadores
«El abuso de poder no es un tema menor. Sus efectos suelen ser tan devastadores como los del abuso sexual. Este tipo de abuso rompe la vida de quienes lo sufren, distorsiona la imagen de la Iglesia, pervierte la relación con Dios y, en muchos casos, aleja por completo a las personas de la fe», constata el arzobispado de Madrid. Son muchos, efectivamente, los que reniegan de la Iglesia y de Dios tras sufrir experiencias traumáticas de este tipo, provocadas por las citadas «dinámicas de control y dependencia», tristemente presentes aún en algunas realidades de la Iglesia
«Necesitamos la obediencia, el sacramento de la reconciliación, la dirección espiritual y otras prácticas que tienen un significado y un valor que deben protegerse de la manipulación y evitar que se conviertan en instrumentos de dominación espiritual y sexual», subraya el vídeo. «Necesitamos una iglesia que siempre fomente una cultura de respeto y cuidado mutuo», concluye.