Cinco oraciones para venerar a la Virgen en el mes de mayo
La dedicación exclusiva del mes de mayo a la Virgen, no sucede hasta el siglo XVII, cuando se incluyen treinta ejercicios espirituales diarios en honor a la Madre de Dios
Mayo es el mes de la Virgen. Estos 31 días están dedicados a la veneración de María y a profundizar en su misterio. Este tiempo es también el comienzo de la primavera y esta coincidencia no es casualidad. En época griega, mayo estaba dedicado a Artemisa, diosa de la fecundidad. Más tarde, los romanos le ofrecían estos días a Flora, diosa de la vegetación.
No sería hasta la Edad Media cuando se difundiese esta tradición mariana. Comenzó como la devoción de treinta días a María, pero se celebraba entre las dos últimas semanas de agosto y las dos primeras de septiembre. Las primeras referencias históricas a esta advocación se remontan a Alfonso X el Sabio, quien invitó a rogar a la Virgen en una de sus Cantigas, Bienvenido mayo. En esta misma, el Rey comparaba la belleza de María con la del mes de mayo.
La dedicación exclusiva del mes de mayo a la Virgen, no sucede hasta el siglo XVII, cuando se incluyen treinta ejercicios espirituales diarios en honor a la Madre de Dios. Esta práctica se extendió sobre todo en los primeros años por Italia, pero también por Alemania. Para finales del siguiente siglo, los jesuitas hicieron suya esta devoción y la llevaron por sus misiones.
En 1785, el sacerdote jesuita Alfonso Muzzarelli escribió El mes de María o mayo en Ferrara, donde propone meditaciones sobre las virtudes de la Virgen por cada día del mes. Tuvo gran repercusión y se tradujo al inglés, al español, al portugués e incluso al árabe. Su éxito llevó al Papa Pío VII a extender la devoción a María en estos treinta días a toda la Iglesia católica y decidió conceder indulgencias plenarias a quienes la practicaran.
Regina Coeli
Porque el Señor a quien has merecido llevar;
aleluya.
Ha resucitado según su palabra;
aleluya.
Ruega al Señor por nosotros;
aleluya.
Gózate y alégrate, Virgen María;
aleluya.
Porque verdaderamente ha resucitado el Señor;
aleluya.
Oremos
Oh Dios, que en la gloriosa resurrección de tu Hijo has devuelto la alegría al mundo entero, por intercesión de la Virgen María, concédenos disfrutar de la alegría de la vida eterna. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén.
La Salve
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.
María, madre de la Iglesia, de Pablo VI
Madre, siempre dócil al Espíritu de Dios, intercede por nosotros,
hijos tuyos y de la Iglesia a fin de que nos dejemos hacer por aquel que todo lo transforma y hace nuevo.
Que seamos luz en la Iglesia y nuestro testimonio anime a muchos a buscar a Cristo
y a dejarle ser el Señor de sus vidas
Amén
Oh Señora mía, oh Madre mía
yo me ofrezco enteramente a Vos y,
en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón.
En una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
oh Madre de bondad,
guardadme y protegedme
como cosa y posesión vuestra.
Amén.