El Avemaría, la oración que no 'existió' hasta el siglo XV
Es, junto al Padre Nuestro, la oración más conocida de la Iglesia, muy popularizada por el rezo del Rosario, cuya festividad se celebra hoy
Cualquier niño católico se la sabe de memoria; está traducida a prácticamente todos los idiomas del planeta; la han rezado santos y pecadores y se le atribuyen muchos milagros, como curaciones, conversiones, la liberación de ciudades sitiadas o el apaciguamiento de fenómenos naturales como terremotos, tempestades, erupciones volcánicas e incluso tsunamis. Hablamos del Avemaría, la oración por excelencia dirigida a la Virgen que se reza en cada rincón del orbe católico y que se popularizó con el rezo del rosario, cuya festividad –Nuestra Señora del Rosario– se celebra hoy lunes.
Pero el Avemaría, tal y como la conocemos, no es tan antigua como se podría pensar. Es cierto que, la primera parte de la oración, es la salutación que el arcángel San Gabriel le hace a María y que recoge el evangelio de San Lucas. Hablamos, por tanto, de los inicios del cristianismo, y los fieles solían repetir estos versículos con frecuencia.
Santos que no la conocieron
Sin embargo, la segunda parte –la que comienza por «Santa María, Madre de Dios...»– es una súplica a la Virgen que comienza a recitarse a principios del siglo XV. Es decir, que grandes santos de la Iglesia como San Agustín o Santo Tomás de Aquino, por citar sólo dos de ellos, jamás rezaron el Avemaría como nosotros la conocemos.
Pero hay que irse unos siglos más atrás para hallar el origen del rezo del rosario. Como explica el dominico fray Julián de Cos, OP, esta oración «ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo conocemos. No fue ideado en un momento concreto, sino que es fruto de una larga evolución», asegura el religioso.
«Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. En el año 910 se fundó la orden cluniacense. Ésta le dio una gran importancia a la oración coral comunitaria. Quería que sus abadías fuesen un anticipo de la Jerusalén celestial, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos», explica fray Julián. «Por ello distinguieron entre dos tipos de monjes: los dedicados a la oración coral (que rezaban al día unos 150 salmos, dependiendo de las circunstancias litúrgicas) y los dedicados al trabajo manual», prosigue. Éstos últimos solían ser personas sencillas e iletradas que se ocupaban de la cocina, la portería, la huerta u otros oficios. Pero era preciso que también orasen, aunque no supiesen recitar los 150 salmos. De ahí partió la idea de que repitieran individualmente 150 Padrenuestros al día, y de los cluniacenses la costumbre se extendió entre otras comunidades religiosas, y entre sacerdotes y laicos.
En el siglo XII, la orden cisterciense (fundada en 1098) le va a dar una gran importancia al culto a la Virgen María. Tanto es así, que casi todas las abadías fundadas por ellos llevan el nombre de una advocación mariana. «Su principal teólogo, san Bernardo de Claraval (1090-1153), difundió mucho la devoción a María como Madre más que como Reina (que era lo normal desde el siglo V)», puntualiza el religioso dominico.
Uso de «contadores»
A lo largo del siglo XIII se va extendiendo la costumbre de rezar tres cincuentenas de salutaciones, «es decir, 150 salutaciones, en lugar de 150 padrenuestros», prosigue. Se crea así el «Salterio de María», y se va a añadir el nombre de «Jesús» al final de la salutación del ángel. «Además, es en esta época cuando comienza a generalizarse el uso de 'contadores', es decir, de rosarios, para poder llevar la cuenta de las salutaciones que se van rezando», agrega.
En el siglo XIV, las órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos, carmelitas y agustinos fundados, junto a sus ramas femeninas, en la primera mitad del siglo XIII), «van a difundir el rezo del Salterio de María en sus predicaciones y entre los laicos que ellos acompañaban espiritualmente». Un siglo después es cuando parece que, como se ha comentado más arriba, «se crea el Avemaría completa», afirma fray Julián.
«En el siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana venció a la turca, que era muy superior», recuerda el dominico. La clave de la victoria «la encontramos en que el Papa san Pío V (1504-1572) pidió a los fieles cristianos que rezaran el rosario para que María intercediera», subraya. Fue él quien le dio la configuración final al rezo del rosario con tres grupos de 5 misterios. Como consecuencia de esta victoria naval, «en 1573, el Papa Gregorio XIII (1502-1585) instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario el primer domingo de octubre. Posteriormente esta fiesta pasó al 7 de octubre, día de la batalla de Lepanto», fecha que se ha mantenido hasta hoy.