Entrevista
El padre de Chiara Corbella: «Su actitud me ayudó a comprender las cosas verdaderamente importantes»
Con tan solo 28 años, una joven madre llamada Chiara murió de cáncer tras haber pospuesto el tratamiento que podría haberla curado para salvar la vida de su hijo
«No te desanimes nunca, hijo mío. Dios nunca te quita nada; si toma algo, es solo porque quiere darte más». Estas palabras de Chiara Corbella, escritas a su pequeño hijo Francesco de un año, antes de morir, encapsulan la fe y fortaleza de una mujer cuya vida dio la vuelta al mundo y dejó una profunda huella en el corazón de muchos. Nacida en Roma en 1984, Chiara fue educada en la fe cristiana por sus padres, Maria Anselma y Roberto, quienes desde su infancia le inculcaron valores que ella, a su vez, compartió «con claridad y normalidad», como explica su padre.
En 2002, Chiara conoció a Enrico en el santuario mariano de Medjugorje, un encuentro que culminaría con su matrimonio en 2008. Pronto, Chiara quedó embarazada de su primera hija, Mariagrazia, quien nació con anencefalia y que le hizo vivir solo media hora. Posteriormente, tuvo a su segundo hijo, Davide, quien también falleció poco después de nacer debido a una malformación en la pelvis y la ausencia de miembros inferiores. A pesar del dolor, Chiara expresó su profunda fe afirmando que «el Señor nos permitió abrazarlos, bautizarlos y entregarlos en las manos del Padre en serenidad y alegría».
La joven romana, tras descubrir que estaba embarazada por tercera vez, recibió la noticia de que su hijo no presentaba complicaciones. Sin embargo, ella fue diagnosticada con cáncer de lengua. A pesar de someterse a una primera intervención durante el embarazo, decidió postergar la quimioterapia hasta el nacimiento de su hijo para proteger su vida. Francesco nació el 30 de mayo de 2011, pero el cáncer había progresado demasiado. Chiara falleció apenas un año después, el 13 de junio de 2012, con tal solo 28 años.
Roberto Corbella reflexiona sobre cómo su hija ha transformado su identidad familiar: «Antes Chiara era nuestra hija, y ahora somos los padres de Chiara», comenta. Recientemente, se clausuró la fase diocesana del proceso de beatificación en la basílica de San Juan de Letrán, un evento que «nos da una felicidad y un orgullo increíbles y nos da la sensación de que ella sigue presente».
–¿Cómo describiría a Chiara en su vida diaria antes de la enfermedad? ¿Qué le hizo especial como hija?
–Parece una paradoja, pero lo que hacía especial a Chiara era su sencillez y positividad. Siempre estaba sonriendo y sabía cómo atender a los demás sin caer en la arrogancia. Escuchaba y entendía a las personas, incluso a aquellos que no compartían su forma de pensar. Tenía las ideas muy claras y defendía sus convicciones, pero siempre con respeto hacia quienes la rodeaban.
Su fe era profunda y no la ocultaba, lo que hacía que fuera aceptada por muchos, incluso por amigos de orígenes distintos, hasta ateos. Chiara era una chica sencilla, lo que en Italia llamamos una chica de 'agua y jabón': con unos jeans y una camiseta, siempre estaba lista para salir puntual a sus encuentros. Era alegre, irónica, le encantaban las bromas, practicaba deportes, estudiaba música...
Ella decía que los hijos hay que amarlos como son
–Cuando le diagnosticaron cáncer a Chiara, ¿cómo tomó la decisión de que rechazara el tratamiento para proteger la vida de su hijo? ¿Qué le dio fuerzas en esos momentos difíciles?
–Chiara realmente no se negó a recibir tratamiento, porque intentó curarse hasta el último día de su vida. Pero ella decía que, como madre, debía preocuparse primero por la salud de su hijo. Se sometió a una primera cirugía muy dolorosa en la lengua, que suponía una anestesia local, cuando estaba embarazada de Francesco. Después pospuso el segundo tratamiento ya que este conllevaba una anestesia total que podía ser muy agresiva para su embarazo y que podía provocar el parto de su hijo antes de que estuviese totalmente formado.
Luego, cuando ya nació Francesco, se sometió a una segunda operación, así como a quimioterapia y radioterapia, realizando todos los pasos que consideraba necesarios. Nosotros vivimos todo ese proceso guiados por Chiara. Era muy firme en sus ideas. El modo en cómo comunicaba sus decisiones no dejaba espacio para dudas. Su claridad y determinación hicieron que no hubiera debate en la familia sobre lo que había decidido, ya que ella tenía una visión clara de su camino. Chiara se movió con claridad y firmeza, lo que facilitó mucho la situación para todos nosotros.
–¿Qué ejemplo le enseñó Chiara como madre y esposa a través de esas elecciones tan seguras que tomó?
–Sobre todo una lección que Chiara escribió en su carta a su hijo Francesco por su primer cumpleaños: que lo contrario del amor es la posesión, que no debíamos ser dueños de las cosas, y esto se aplica especialmente a nuestros hijos. Escribió: «Hemos acompañado a tus hermanos, María y Davide hasta donde el Señor nos lo pidió, sabiendo que no eran nuestros».
Normalmente los padres tienden a una actitud un tanto posesiva con respecto a los hijos: ella entendía que los hijos no son nuestros, que estábamos llamados a crearlos y acompañarlos hasta donde Dios nos lo pide. En el caso de los dos primeros hijos, Chiara les acompañó solo media hora y con Francesco durante un año hasta que ella se fue. Creo que en estos tiempos un poco complicados a veces vemos cómo los padres pretenden tener los hijos perfectos: 'Quiero que mi hijo sea guapo, rubio, con ojos azules, que se convierta en un ingeniero, médico o astronauta...'.
Chiara decía que a los hijos hay que amarlos tal como son. Esto se reflejó en su aceptación de su segundo hijo, Davide, ya que las primeras ecografías mostraban que sobreviviría, pero con graves malformaciones en las piernas. Al final, no fue así y murió a la media hora. A pesar de los complicados resultados de las primeras ecografías, Chiara y su marido, Enrico, decidieron tener al niño y aceptarlo tal como fuera, aunque solo pudieran estar con él durante media hora. Esto refleja su profunda capacidad de amor y sacrificio. Chiara siempre decía que esa media hora no fue breve, sino plena, porque fue un momento lleno de significado.
–¿Qué se siente al ver que la vida de su hija ha dado la vuelta al mundo y ha cambiado a tantas personas, además de que la Iglesia la ha proclamado sierva de Dios?
–Ya desde su funeral nos sorprendió todo lo que aconteció. La iglesia estaba llenísima de gente y la presencia de tantos sacerdotes, periodistas, el cardenal vicario de por aquel entonces... fue absolutamente inesperado. Antes Chiara era nuestra hija y después pasamos a ser los padres de Chiara.
Nos alegra profundamente cuando compartimos su testimonio y muchas personas se nos acercan y nos dicen cuánto el ejemplo de Chiara les ha ayudado en sus vidas. Esto nos da una felicidad y un orgullo increíbles y nos da la sensación de que ella sigue presente. En cuanto al proceso de beatificación, somos espectadores como todos, siguiendo todo lo que está sucediendo. Estamos contentos con cualquier reconocimiento que reciba, ya que valoramos mucho el impacto que ha tenido en tantas vidas.
–En retrospectiva, ¿hay algún momento que recuerde con especial claridad o que haya tenido un impacto profundo en su vida durante el tiempo en que Chiara estuvo enferma?
–Seguramente muchos. El último periodo de su enfermedad toda nuestra familia se reunió y fue uno de los mejores periodos que vivimos. La actitud de Chiara me ayudó a comprender cómo las cosas verdaderamente importantes son pocas. A menudo, todos nos quejamos por cosas cotidianas, como el calor o el tráfico, pero Chiara nos enseñó que esos son detalles triviales. Posiblemente los momentos particulares con ella me ayudaron, y me siguen ayudando, a esforzarme por mejorar, cambiar mis defectos y evitar cometer errores mayores.