Claves de la crisis con la Iglesia alemana: ¿de dónde viene y hacia dónde va?
Los obispos alemanes han decidido continuar con la creación del Consejo Sinodal, pese a la oposición expresa del Vaticano
El pasado día 30 de enero, la Secretaría General del Sínodo del Vaticano, encabezada por el cardenal Mario Grech, dejó caer a los obispos del mundo que no traten de introducir ni imponer temas «subrepticiamente» en el proceso de escucha abierto por el Papa en la Iglesia católica y que culminará con una reunión del episcopado mundial en octubre de 2024.
El Sínodo de la Sinodalidad se encuentra ahora en su fase continental, que se cerrará en marzo de 2023, aunque la Asamblea final se celebrará en Praga entre los días 5 y 9 de febrero. El Camino Sinodal se plantea como un momento de reflexión de toda la Iglesia para conseguir que todos los bautizados –el Papa, los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos– de manera real y efectiva caminen juntos en comunión y fraternidad.
La primera parte del camino, la fase diocesana, tuvo como misión recoger las propuestas, consultas y participaciones de las parroquias del mundo y elevarlas a nivel nacional. Por ejemplo, en España algunas de las más sorprendentes fueron las relacionadas con la ordenación de mujeres y el celibato opcional, aunque fueron minoritarias. En general, las preocupaciones más repetidas en la Asamblea final del Sínodo diocesano en nuestro país fueron la secularización de los bautizados, el vivir la liturgia de manera consciente y una revisión seria de los lenguajes, y hacerlos así inteligibles al pueblo de Dios.
Un quebradero de cabeza
Con algunas propuestas llamativas, el Camino Sinodal de España está siguiendo el plan marcado por la secretaría general del Sínodo y bien centrado entre sus zanjas. En cambio, no está siendo así en Alemania. El Sínodo alemán está comenzando a ser un quebradero de cabeza para el Papa, el gobierno de la Santa Sede y el secretario general del proceso, Mario Grech, que ven que los obispos germanos se alejan cada vez más de la senda de la Iglesia.
El último momento de mayor preocupación para el Vaticano llegó con una carta fechada el 21 de diciembre de 2022, firmada por cinco obispos alemanes, Gregor Maria Hanke de Eichstätt, Bertram Meier de Augsburgo, Stefan Oster de Passau, Rudolf Voderholzer de Ratisbona y el cardenal Rainer Maria Woelki de Colonia. Los firmantes preguntaban directamente al Dicasterio de la Fe: «¿Tengo que participar en el Comité sinodal porque la Asamblea sinodal así lo decidió? ¿Puedo participar?».
¿Qué es el Consejo sinodal?
¿Qué es ese comité por el que preguntaban? La institución, que pretende ser un paso previo a la creación de un Consejo sinodal, sería un órgano formado por 27 obispos diocesanos, 27 miembros nombrados por el Comité Central de los Católicos Alemanes y otros 20 a elegir por el Camino Sinodal en su próxima asamblea. Tendría carácter tanto consultivo como ejecutivo, y según la Santa Sede, su principal problema es que socava el papel y la labor de los obispos.
Fue el pasado 16 de enero cuando la Santa Sede se pronunció oficialmente al respecto de este Consejo sinodal. El secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin; el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Luis Francisco Ladaria; y el prefecto del Dicasterio de los Obispos, Marc Ouellet; tres de los colaboradores más estrechos del Papa Francisco firmaron una carta en la que se oponían a la institución, que había sido votada por el Sínodo de la Iglesia en Alemania (el Camino Sinodal), el pasado mes de octubre.
En la misiva, enviada en nombre del Papa Francisco, Parolin, Ladaria y Ouellet piden que su respuesta sea enviada a todos los obispos de Alemania antes del 23 de enero. «Los obispos no están obligados a participar en los trabajos del Consejo Sinodal», como está contemplado en los estatutos del Camino Sinodal, donde se especifica que las decisiones del proceso «no pueden limitar la autoridad de la Conferencia Episcopal y no son vinculantes para los obispos individualmente».
Bätzing no se rinde
«El Consejo Sinodal formaría una nueva estructura de gobierno de la Iglesia en Alemania que (…) parece situarse por encima de la autoridad de la Conferencia Episcopal Alemana y, de hecho, sustituirla», explicita claramente la carta de Roma, al tiempo que afirman los tres cardenales que nadie, «ni ninguna Conferencia Episcopal, tiene competencia para establecer el Consejo Sinodal a nivel nacional, diocesano o parroquial».
A pesar de la expresa oposición que llegada de Roma, Georg Bätzing, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, ha confirmado a través de un comunicado fechado el pasado 23 de enero que continuarán con la creación del órgano llamado Consejo Sinodal.
En su respuesta al Vaticano, Bätzing afirma que experimenta «la consulta sinodal como un fortalecimiento positivo de este oficio», el del obispo, y no como un debilitamiento del mismo. Según él, «la preocupación expresada en la carta de que un nuevo organismo podría estar por encima de la conferencia de obispos o socavar la autoridad de los obispos individuales es infundada». El Consejo sinodal apunta el obispo, se moverá dentro del Derecho Canónico.
Ya hay una muy buena Iglesia evangélica en Alemania. No necesitamos dos
El Papa Francisco ya les advirtió el pasado mes de junio: «Ya hay una muy buena Iglesia evangélica en Alemania. No necesitamos dos», le dijo al propio Bätzing, según desveló en un encuentro con representantes de revistas culturales jesuitas europeas. Pero el obispo de Limburgo no ha tirado la toalla. El diario alemán Die Tagespot informó tras la visita ad limina de los obispos germanos al Papa el pasado mes de noviembre, que «la mayoría de los obispos de Alemania está tomando una posición de desobediencia. Continúan por el camino del cisma».
El origen de las fricciones
Cabe recordar que el Camino Sinodal alemán fue iniciado antes que ningún otro. Ya en 2019 comenzó su andadura en la sinodalidad, planteado como un proceso en el que laicos y religiosos del país habían de debatir propuestas de cambio en la Iglesia. El Sínodo alemán planteaba desde el principio polémicos temas como repensar la moral sexual sobre la homosexualidad o el sacerdocio femenino.
Todo comenzó en 2018, con la publicación de un informe que sacaba a la luz 3.677 casos de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia en los últimos 70 años. Según los datos que manejan los obispos alemanes, un total de 359.388 personas abandonaron la Iglesia católica ese año.
Las fricciones entre la Santa Sede y el Camino Sinodal alemán han sido continuas desde entonces. El Vaticano ha tenido que intervenir varias veces el proceso. Las más recientes han sido comentadas unas líneas más arriba, pero ya en julio del pasado año, desde San Pedro subrayaron que la vía sinodal no tiene poder «para obligar a los obispos y a los fieles a adoptar nuevas formas de gobierno y nuevos enfoques de la doctrina y la moral».
Entonces, la Iglesia alemana suavizó el discurso. En respuesta a la polémica, el arzobispo de Múnich, Reinhard Marx, aclaró que no tratan de inventarse unan moral propia. «Ninguno de nosotros quiere sustituir al Papa, anular el derecho canónico o reescribir el dogma de la Iglesia. Lo que queremos es hacer preguntas, debatir y hacer avanzar la discusión. Formamos parte de la Iglesia universal. Tenemos la misión de aportar todos los elementos que consideramos importantes», explicó en una entrevista con el diario francés La Croix.
El Camino Sinodal Alemán se presenta lleno de piedras para quien intenta andarlo, en ambos sentidos. Desde la Santa Sede vigilan de cerca los pasos del episcopado germano, que por su parte, plantea cada vez un alejamiento mayor de la cátedra de Pedro. Todavía queda mucho camino que recorrer, puesto que el Papa Francisco decidió prolongar un año más, hasta octubre del 2024, el Sínodo de la Sinodalidad, una decisión muy bien vista desde la Iglesia en Alemania.