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6. La Cruz La Cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos. No es solo dolor, también salvación y victoria: es el signo del amor más grande. El signo de la cruz nos compromete a vivir un amor entregado hasta el fin, como el de Cristo. Dios quiere que todo cristiano sepa llevar la cruz cada día, y con ello, aceptar los dolores y fracasos que se pongan en el camino. Y, además, se debe unir siempre la cruz de uno mismo a la de Cristo. 7. La Ceniza Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús. La Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual. Pero es, sobre todo, una llamada a poner el fundamento de nuestra existencia, no en nosotros mismos, sino en Cristo. 8. La oración El camino de la oración es vida del alma y una necesidad permanente. Sin ella es imposible convertirse a Dios, permanecer en unión con Él, en esa comunión que nos hace madurar espiritualmente. En el tiempo cuaresmal se intensifica la escucha de la Palabra y la relación dialogal con Dios. El Señor Jesús nos ha enseñado a orar ante todo orando Él mismo: “y pasó la noche orando”; otro día, como escribe San Mateo, “subió a un monte apartado para orar y, llegada la noche, estaba allí sólo”. Sólo una vez, cuando le preguntaron los apóstoles: “Señor, enséñanos a orar”, les dio el contenido más sencillo y más profundo de su oración: el Padrenuestro. Por eso, Dios quiere que la oración sea íntima y auténtica. 9. Los días son más largos Cuando entramos en el tiempo de Cuaresma se empiezan a notar que los días son más largos, por lo que la primavera ya se deja entrever. Así se deja atrás el invierno para dar la bienvenida a una nueva estación. Poco a poco, se cuenta con más horas de sol y los días se alargan. 10. Las cocinas españolas El potaje de vigilia o Cuaresma se ha convertido en los últimos años en un plato de cuchara que no puede faltar en las mesas de las familias españolas el Viernes Santo. Un plato de legumbres que a diferencia de los más habituales en nuestro territorio, se toma con bacalao en lugar de con carne por lo que es apta para cumplir con los preceptos religiosos que piden que no se coma carne en esta época del año.

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Cómo conseguir la indulgencia plenaria cada día de la Cuaresma

La Iglesia propone varias formas de acceder a la indulgencia: el Vía Crucis, la Eucaristía, o la lectura y meditación de la Biblia

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que la indulgencia es «la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa». Solo se consigue por mediación de la Iglesia al cumplir «determinadas condiciones».

En la Constitución Apostólica Indulgentiarum Doctrina, san Pablo VI señala que «cuando los fieles ganan las indulgencias en sufragio de los difuntos, realizan la caridad de la forma más eximia, y al pensar en las cosas sobrenaturales trabajan con más rectitud en las cosas de la tierra».

Se puede conseguir una indulgencia plenaria por día de varios modos:

Vía Crucis

Se puede obtener indulgencia plenaria mediante el rezo personal del Via Crucis o uniéndose «al que practica el Sumo Pontífice y que es retransmitido por la radio o la televisión».

Para obtener la indulgencia plenaria, «se requiere únicamente la piadosa meditación de la Pasión y Muerte del Señor, sin que sea necesaria una consideración sobre cada uno de los misterios de las estaciones» y «el paso de una estación a otra».

Si no se puede estar físicamente, se indica que «los impedidos legítimamente pueden adquirir la misma indulgencia, si pasan algún tiempo, por ejemplo, al menos un cuarto de hora, leyendo y meditando sobre la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo».

El Santo Rosario

Para obtener la indulgencia plenaria «basta el rezo de solo una cuarta parte del Rosario; pero las cinco decenas deben rezarse seguidas». A la oración «hay que añadir la piadosa meditación de los misterios».

El Manual de Indulgencias detalla que «en el rezo público, los misterios deben enunciarse de acuerdo con la costumbre admitida en cada lugar; en el rezo privado, basta con que el fiel cristiano junte a la oración vocal, la meditación de los misterios».

Adoración Eucarística

Cualquier cristiano que «visite el Santísimo Sacramento para adorarlo por espacio de media hora por lo menos» puede ganar la indulgencia.

También al recitar el Jueves Santo, tras la Misa de la Cena del Señor, las estrofas del himno Tantum ergo ante el Santísimo Sacramento expuesto de forma solemne.

Sagradas Escrituras

El Manual de Indulgencias recoge la concesión de la indulgencia plenaria para quien «lea la Sagrada Escritura con la veneración debida a la palabra divina y a manera de lectura espiritual por espacio de media hora, por lo menos». Si por causa razonable no es posible leer, se aplica también «si el texto de la Sagrada Escritura es leído por otra persona o se escucha a través de un aparato de audio o de vídeo».

Condiciones

Para ganar la indulgencia hay que cumplir tres condiciones:

  • Confesión de los pecados, recibir la Sagrada Comunión y orar por las intenciones del Santo Padre.

  • Para la oración, «se sugiere un ‘Padrenuestro’ y un ‘Avemaría’».

  • Además, «es conveniente, pero no necesario, que la confesión sacramental, y especialmente la sagrada Comunión y la oración por las intenciones del Papa, se hagan el mismo día en que se realiza la obra indulgenciada; pero es suficiente que estos sagrados ritos y oraciones se realicen dentro de algunos días (unos veinte) antes o después del acto indulgenciado».

  • «Para varias indulgencias plenarias basta una confesión sacramental, pero para cada indulgencia plenaria se requiere una distinta Sagrada Comunión y una distinta oración según la mente del Santo Padre».
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