El Debate, en la JMJ
El Papa recuerda a los jóvenes que «Dios nos quiere tal como somos, sin maquillaje»
El amor de Dios ha sido la idea central de sus palabras. Francisco ha animado a los jóvenes a reconocerlo: «que estos días sean eco vibrante de la llamada de Dios, porque somos valiosos a sus ojos a pesar de lo que a veces ven tus ojos nublados por la negatividad»
Quedaban todavía cuatro horas para que el Papa Francisco hiciese su entrada en la Colina del Encuentro (parque Eduardo VII), pero ya había miles de personas aguardándole. Bajo el sol lisboeta y con una temperatura que no ha superado los 25 grados, los ánimos traicionaron a algunos, que rápidamente han buscado una sombra en la que resguardarse y poder echar una cabezada.
Los peregrinos han hecho ondear sus banderas al viento, que sopla más fuerte este jueves que los días precedentes. También las hay que están sirviendo para hacer sombra unidas unas a otras y creando una especie de toldo con los emblemas del mundo. Se han visto golpes de calor y desmayos, contra los que los los voluntarios y la seguridad del recinto trataban de luchar repartiendo agua.
En el escenario, al que más tarde se ha subido Francisco, los grupos de música no han parado de tocar. El himno oficial de la Jornada Mundial de la Juventud ha sonado una decena de veces. Una hora antes de la hora a la que todos habían sido citados Francisco ha hecho su entrada en el recinto por la plaza del Marques de Pombal. Los jóvenes, agolpados contra las vallas, le esperaban con unas ganas y una alegría que son difícilmente descriptibles. Están cansados, llevan ya tres días durmiendo poco y andando mucho por Lisboa, pero tienen fuerza para rato. El medio millón de jóvenes que se ha congregado en el parque bailan y se animan los unos a los otros al ritmo de la música, que no ha parado de sonar en toda la tarde.
El papamóvil llega abierto, sin los cristales antibalas que suele portar blindando al Santo Padre. Ahora se entienden más los estrictos controles de seguridad que desde por la mañana llevan realizándose en todas las entradas de la colina. Cada mochila ha sido registrada y cada aerosol ha sido tirado a la basura. El dispositivo de seguridad también cuenta con francotiradores en algunas de las torres de sonido y en los edificios más altos que rodean el parque.
A las 17:35 -Francisco es puntual- llega por fin al escenario. Ha recorrido algunas de las calles del parque despejadas para tal fin, donde los peregrinos han ido dándole la bienvenida. Cuando por fin todos le ven sobre la tarima, entonan uno de los cánticos más repetidos en la JMJ desde su fundación por san Juan Pablo II en 1984: «Esta es la juventud del Papa». Se escucha en todos los idiomas del mundo, pero en ese momento es solo uno y todos se entienden entre sí.
Al llegar el Papa ha empezado la celebración. Entre los artistas más conocidos que le han acompañado ha figurado Mariza, una popular fadista. Tras varias actuaciones, han bajado jóvenes de todo el mundo con sus banderas (la primera ha sido la del Vaticano) y se han dirigido hacia la plataforma sobre la que se encontraban la Cruz peregrina y la imagen de Nuestra Señora Salus Populi Romani, los símbolos de la JMJ. Estos han sido elevados al cielo y depositados en la parte derecha del escenario.
Esta ha sido la primera vez de esta Jornada Mundial de la Juventud que el Pontífice se ha dirigido a todos los peregrinos que han llegado a Lisboa y un mensaje ha predominado en todo su discurso: «Somos amados como somos, sin maquillaje». La intervención de Francisco ha comenzado su intervención haciendo hincapié en que «ninguno de nosotros es cristiano por casualidad» porque «todos hemos sido llamados por nuestro nombre».
El amor de Dios ha sido sin duda la idea central de sus palabras. Francisco ha animado a los jóvenes a reconocer esta realidad: «que estos días sean eco vibrante de la llamada de Dios, porque somos valiosos a sus ojos a pesar de lo que a veces ven tus ojos nublados por la negatividad». Ha desvelado también a todos los jóvenes presentes cuál es el punto de partida de la JMJ: «Somos llamados y amados por el nombre de cada uno. No es un modo de decir, es la palabra de Dios».
A raíz de esto, ha recordado a los peregrinos que «en la Iglesia hay espacio para todos». De los jóvenes, ha destacado que son «alérgicos a la falsedad» y por ello se ha dirigido a ellos claramente: «Ninguno sobra. Eso lo deja claro Jesús cuando manda a los apóstoles a llamar para el banquete, 'vayan y traigan a todos'». En ese momento, ha hecho repetir esa palabra a todos los presentes. «Todos, todos, todos», les ha animado.
«Para Dios, ninguno de nosotros es un número, sino es un rostro, es una cara, es un corazón», ha expresado el Pontífice, al tiempo que afirmaba su intención de que los presentes comprendieran que aunque alguien pueda conocer su nombre, «no te llama por tu nombre». «Cuantos logos se esconden detrás de una sonrisa de falsa bondad, diciendo que saben quien eres pero no te quieren y luego te dejan solo», les ha advertido. Francisco ha explicado que estas son las ilusiones de lo virtual. «Hay que estar atento para no dejarse engañar», ha aconsejado a los jóvenes.
En cambio, según el Papa, Jesús no es así. «Él confía en ti. a Jesús le importa cada uno de nosotros», ha destacado. Igualmente, les ha confesado que «Dios ama por sorpresa, no está programado». No se ha olvidado Francisco en esta señalada ocasión de mencionar a María. «Tenemos una gran ayuda, una madre que, especialmente en estos días, nos toma de la mano y nos muestra el camino». Su intervención ha culminado recordando de nuevo, y por última vez, su mensaje: «Dios nos ama», a lo que toda la plaza ha respondido con esas mismas palabras.