
Solemne Eucaristía de Domingo de Ramos
¿Por qué el Domingo de Ramos es mucho más que un simple desfile de palmas?
Lo que en este domingo, 13 de abril, se vive en muchas ciudades con procesiones y palmas bendecidas no es una invención reciente: se celebra y se recuerda el hecho concreto que marcó el inicio de los últimos días de Cristo antes de su crucifixión
Cada año, el Domingo de Ramos abre la Semana Santa con una escena que muchos reconocen: Jesús entrando en Jerusalén montado en un burro, aclamado por la gente que lo recibe agitando palmas y extendiendo ramas de olivo y mantos a su paso.
Es una celebración que no tiene fecha fija en el calendario civil. Cada año se sitúa en función de la Pascua, marcada por el calendario lunar, y siempre cae el domingo previo al de Resurrección.
Lo que en este domingo, 13 de abril, se vive en muchas ciudades con procesiones y palmas bendecidas no es una invención reciente ni una tradición decorativa: se celebra y se recuerda el hecho concreto que marcó el inicio de los últimos días de Cristo antes de su crucifixión.
Un rey distinto, montado en un borrico
Para entender lo que vendrá en los días siguientes, hay que comenzar por aquí. La escena es bien conocida: Jesús entra en Jerusalén aclamado por la multitud. No lo hace a caballo, como cabría esperar de un rey tradicional, sino a lomos de un pollino de asna. Es un gesto deliberado, fue Él mismo quien pidió a sus discípulos que buscaran al animal (Mt 21,1), conectando así con la profecía del Antiguo Testamento: «Mira que viene tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un borrico».Durante la celebración, los fieles portan ramas de palma y de olivo que, en muchos hogares, se conservan durante todo el año como signo visible de esta gran fiesta. Más allá de su valor ornamental, estas ramas están llenas de significado. El Papa Benedicto XVI explicó en 2006 que el olivo representa la paz mesiánica, mientras que la palma es símbolo del martirio y del testimonio de fe.
Esas mismas palmas que hoy se agitan con júbilo serán quemadas y convertidas en ceniza para el Miércoles de Ceniza del año siguiente. Un contraste que también refleja la actitud de la multitud: el mismo pueblo que lo aclamó gritando «¡Hosanna al Hijo de David!» será el que, días después, pedirá su muerte.
Aunque el color litúrgico del día es el rojo, que representa la Pasión, esta jornada también reconoce a Jesús como el Rey del cielo y de la tierra. Es un anticipo de la victoria de Cristo sobre la muerte, por eso, durante las misas, se relata la Pasión y se utilizan lecturas que apuntan al momento de la cruz.