El Debate, en la JMJ
Trabajar de voluntario en la JMJ: «Te olvidas de ti mismo para centrarte en servir a los demás»
bajo las sombras que dan los árboles en la Colina del Encuentro, antes de que lleguen los peregrinos, ya están allí los voluntarios. Se les reconoce por sus camisetas amarillas, sus chalecos rojos y sus ganas de estar a disposición de los demás. En total, 32.000 personas han venido a Lisboa con un plan diferente al que puedan tener el millón de personas que se calcula que estarán el domingo en la misa de envío final de esta Jornada Mundial de la Juventud. Ellos no tienen catequesis por las mañanas, ni misas, ni visitas turísticas, sino turnos para cerciorarse de que todo sale como tiene que salir.
¿Por qué un joven decide ofrecerse para trabaja en un evento tan multitudinario en vez de venir simplemente a disfrutar? Si esta pregunta se la hiciesen a Luisa Serrano, de Madrid, respondería que esta es la manera de «vivir la JMJ de cerca». «Tenía la ilusión de servir, de ayudar, de vivirlo desde dentro y como todo se va cociendo», añade la joven voluntaria. A esta idea, añade su compañera María Becerra, de Jaén: «es un evento muy grande y pensé que su venía, era de lleno». La jienense confiesa que su motivación es simplemente «ayudar a que se haga bien y a los peregrinos en todo lo que se pueda».
Para este grupo de españoles formado por Francisco Javier Donaire (Granada), María Becerra (Jaén), Blanca de la Torre (Cádiz), Luisa Serrano (Madrid), Cinta Lleixà (Tarragona), Yohanes Kilmas (Indonesia, pero residente en Valencia) y Wuil Pérez (nicaragüense que vive en Valencia), esta semana está llena de ilusión, emoción, alegría, ganas y gratitud, las cinco palabras más repetidas cuando son preguntados sobre cómo están viviendo la JMJ.
Los voluntarios comienzan su día a las 7 u 8 de la mañana, dependiendo del turno que les haya tocado de servicio. En cuestión de esto mismo, se acostarán en un momento u otro, que suele ser entre la medianoche y la una de la madrugada. Todos llegaron a Lisboa una semana antes que los peregrinos. Su JMJ comenzó el 24 de julio y durante esos primeros días el objetivo fue conocerse.
Se organizan en grupos para todo, para los turnos y para las funciones. Hay voluntarios de salud, de seguridad, de logística. Los que trabajan por las mañanas lo hacen de 11 a 17, y el relevo llega a esa hora hasta las 22:30. El pase de voluntario incluye la comida y el transporte público por la ciudad, además del alojamiento en colegios o pabellones municipales, que comparten todos los voluntarios.
Para Blanca, al llegar a Lisboa y ver tantas banderas juntas sintió la universalidad de la Iglesia. «Nosotros estamos aquí al lado, pero hay gente que se ha recorrido el mundo entero por estar aquí, para rezar juntos y dar gloria a Dios», dice. A esto, añade María, «te hace sentir una comunión brutal». Confiesa que vino con unas expectativas y va a volver a casa con otra muy distinta. «Vienes aquí a ver al Papa y te encuentras un verdadero encuentro con Cristo», afirma. «Te olvidas un poco de ti mismo para centrarte mucho en los demás, en servir a todo el mundo a través de Dios», continúa Luisa, que define el ambiente que se respira en Lisboa estos días como de amor. «Se nota que tenemos todos dentro esa unión con Dios y con la Iglesia», expresa la joven madrileña.