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Seminario Menor

Vista de San Francisco el Grande desde la terraza de la comunidad vocacionalJorge Ruiz

Seminario Menor de Madrid

Un día con los chavales de Dios en el seminario menor: «Esto no es una fábrica de sacerdotes»

En total, el curso 2022-2023 había en toda España 678 seminaristas menores. De ellos, 17 pasaron al mayor

Ante la fachada y cúpula que imponentes se alzan bajo la advocación a San Francisco el Grande (la Capilla Sixtina madrileña), en la acera de enfrente quizá este escenario destaque mucho menos. En una de las cinco esquinas de la plaza está la entrada al Seminario Menor de Madrid, un colegio al uso, pero con algunas peculiaridades.

La primera de ellas es que en la última planta no hay aulas, sino dormitorios, una cocina y una enorme terraza con vistas al templo anexo que si los chavales de Dios no estuvieran acostumbrados a ver por su ventana cada mañana, les robaría un suspiro. Ocho chicos de entre 14 y 18 años conviven con sus dos formadores, Iñaki Martín y Sergio García, ambos de 37, en la comunidad vocacional.

Siete de los ocho chicos de la comunidad vocacional y sus dos formadores

Siete de los ocho chicos de la comunidad vocacional y sus dos formadoresJorge Ruiz

«No tenemos ningún interés en que esto sea una fábrica de sacerdotes», afirma Iñaki. Su objetivo es vivir la voluntad de Dios. Para ello, explica, hay que «escuchar su voz, lo cual no es sencillo». La comunidad vocacional forma parte del Seminario Menor de la archidiócesis de Madrid, junto con el Colegio Arzobispal, donde ofrecen desde 1 de la ESO hasta 2º de Bachillerato.

Allí se forman este curso 122 alumnos y como centro de enseñanza, no presenta grandes diferencias académicas comparado con otros, salvo los ocho adolescentes que viven allí de lunes a viernes y que varias horas a la semana se dedican a la siembra. Justo antes del recreo todos los alumnos tienen un espacio de celebración y formación. Media hora al día los chicos van pasando por distintos módulos, un día celebran la Eucaristía juntos, otro tienen un rato de oración, formación cristiana, afectivo-sexual o charlas sobre vocación o inteligencia emocional.

Pablo Parra, 16 años

​–¿Qué crees que te diferencia de otros jóvenes de tu edad?
​–Antes me daba pereza ir a la Eucaristía. Oración, poca. En esta sociedad parece que lo de ser cristiano da mucha pereza o que no sirve para mucho rezar, que qué pereza. Aquí nos dicen que tenemos que servir, que tenemos que entregar la vida o ser el último. Un montón de cosas que para el mundo parece que son al revés. ¿Por qué voy a ser el último? ¿Qué gano? O al revés, pierdo.

Tener tan pocos alumnos permite –y este es uno de los puntos fuertes del colegio, según admite Iñaki– realizar un acompañamiento personalizado a cada uno de ellos, no solo escolar, sino también espiritual. En el caso de los ocho de la comunidad este seguimiento se vuelve «más concreto y específico», enfocado en los chicos que puedan estar planteándose la vocación sacerdotal o tengan inquietudes espirituales.

Ocho estudiantes del Seminario Menor forman parte de la comunidad vocacional

Ocho estudiantes del Seminario Menor forman parte de la comunidad vocacionalJorge Ruiz

Un día en la comunidad vocacional comienza a las 7 de la mañana, cuando los formadores despiertan a los chavales en sus cuartos. Cuarenta y cinco minutos después ya están desayunados, vestidos y listos para bajar a la capilla del colegio, en la planta baja del edificio, y rezar laudes. Cada uno de los ocho va a continuación a iniciar su jornada de clases, que no termina hasta las tres. Cuando todos los alumnos del centro se han ido, ellos vuelven a subir a su palomar y comen todos juntos. De poner y quitar la mesa se encargan dos cada día, igual que de tirar la basura, leer la liturgia o preparar la sacristía.

Antes de la misa diaria de las 18:30, los chicos tienen tiempo para descansar e ir a sus actividades extraescolares, y hasta las nueve se van a sus habitaciones a estudiar y hacer sus deberes. La liturgia de las horas la terminan después de cenar, a eso de las 21:00. Completas y a la cama, para volver a empezar a las 7 de la mañana del día siguiente.

Pablo Fernández, 16 años

–¿Cómo estas viviendo el discernimiento?
​–Lo primero es cómo vivo mi relación con Jesús, en los sacramentos y en la vida. Aunque es verdad que soy muy joven pero donde puede intuirse la vocación, nos dice Iñaki, que es en la intuición de un corazón convertido. Es cuestión de vaciarse un poco y escuchar más. Aquí intento hablar con Iñaki una vez por semana, cuando se puede. Revisar la vida me da la intuición de donde voy viendo qué quiere el Señor, pero es algo complicado. Por suerte todavía tengo mucho tiempo.

¿Por qué un adolescente querría vivir interno? Luis Hermosel tiene 16 años y él decidió entrar en la comunidad para acercarse a Jesús. «Nos enseñan que la vocación no es solo ser sacerdote o vivir la vida de casado, sino que es el día a día y elegir el camino de la santidad», explica. Él no siempre ha tenido fe, pero según cuenta, tener la oportunidad de vivir esta experiencia le ha ayudado a fortalecerla. Con cada uno de sus testimonios, los muchachos insisten en la importancia que sus formadores permanezcan abiertos –y atentos– a lo que sea que Dios quiera de ellos en la vida.

Para Luis fue una decisión personal, pero en cambio Jaime Domínguez (15 años) cree que no fue del todo así. «Cuando entré, no sabía lo que hacía o no sentía que era yo el que estaba decidiendo. Creo que en ese momento estaba actuando en mi el Espíritu Santo», recuerda. Por su parte, Jorge Lamela siempre lo ha sentido. A sus 17 años es el más mayor y veterano de la comunidad (es su tercer año), pero según él cuenta desde pequeño tiene una visión de la vocación sacerdotal bastante grande. Igual que hacía un joven Joseph Ratzinger con su hermano, Jorge jugaba con el suyo a oficiar misas.

Vista de la ventana de la sala de estar de la comunidad

Vista de la ventana de la sala de estar de la comunidadJorge Ruiz

Jorge Lamela, 17

–¿Tienes más o menos claro lo que Dios quiere de ti?
​–Yo sigo con la idea de sacerdocio. Pero tú puedes pensar una cosa, pero lo que el Señor quiera es otra. Creo que el Señor no me ha querido plantear nada más porque quiere que vaya por ese camino, pero ya el año que viene lo terminaré de saber, cuando entre a Generaset, el grupo que enlaza con el Seminario Mayor.

Acompañar a estos chicos en el camino para encontrar su vocación se hace, asegura su formador, desde la libertad, la cercanía y la amistad. «Somos espectadores de la decisión, que ha tomarla cada uno con lo que el Señor le dice», aclara Iñaki. Su labor en el seminario es prepararles para poder llevar a término su vocación, sea cual sea, de la mejor manera posible. «Que el Señor quiere que sean sacerdotes, bendito sea, para eso está también el Seminario Mayor; si alguno está llamado al matrimonio, pues que pueda lo puedan vivir bien y, si Dios quiere, que nazcan niños a los que educar en la fe», dice.

No en todas las diócesis existe la institución del seminario menor, aunque en la última década se han reabierto las puertas de muchos de ellos, como Sevilla, Tarrasa, Jaén. En total, el curso 2022-2023 había en toda España 678 seminaristas menores. De ellos, 17 pasaron al mayor. El formador del Colegio Arzobispal de Madrid, donde trabaja desde hace seis años, ha visto una tendencia al alza en las matriculaciones tras la pandemia, pero no le parece que esta haya sido nunca negativa.

Entonces, ¿hay una crisis de vocaciones? «Dios sigue llamando, pero quizá las circunstancias actuales hacen más difícil escuchar esa llamada», responde Iñaki, quien cree que el seminario menor es necesario para guiar y acompañar descubrir esa voz y ayudar a discernir a todos los chavales de Dios.

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