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Antolio Aurelio es el presidente de Solidaridad Internacional Trinitaria

Entrevista presidente de Solidaridad Internacional Trinitaria  Antonio Aurelio: «El mayor peso para los cristianos perseguidos es sentirse olvidados por sus hermanos en la fe»

El año pasado, 360 millones de cristianos fueron perseguidos por su fe, y Solidaridad Internacional Trinitaria tiene claro el reto: «Estar presentes en los conflictos más violentos, de forma discreta y silenciosa, pero siempre junto a quienes más lo necesitan»

En un mundo donde la libertad religiosa sigue siendo un derecho amenazado, Solidaridad Internacional Trinitaria (SIT) se ha consolidado como una fuerza sólida en defensa de los cristianos perseguidos. Fundada en 1999 bajo el carisma del francés san Juan de Mata (1160-1213), esta organización internacional de la Orden Trinitaria ha dedicado un cuarto de siglo a denunciar las injusticias sufridas por millones de fieles y a tender una mano a quienes enfrentan violencia, discriminación y desarraigo por su fe.

Sus esfuerzos abarcan desde la oración como acto de comunión espiritual hasta la acción humanitaria en los lugares más hostiles del planeta, llevando esperanza a regiones devastadas como Siria, Irak, Nigeria e India. Con más de 360 millones de cristianos perseguidos en el mundo y el silenciamiento de estas tragedias en muchos espacios públicos, el SIT se ha convertido en un actor esencial para visibilizar este drama global.

Su compromiso no solo desafía la indiferencia de una «dinámica de individualismo» en la que vivimos, sino que moviliza a comunidades y voluntarios en más de 30 países, ofreciendo reconstrucción, refugio y una voz a quienes la han perdido. Sobre este trascendental trabajo, y en el marco del 25 aniversario de la creación de SIT, conversamos con Antonio Aurelio, presidente de esta entidad.

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El SIT tiene comunidades y voluntarios en más de 30 países, ofreciendo apoyo a los que más sufren

Dos líneas de actuación: oración y presencia

–¿Cuáles han sido los mayores desafíos en los 25 años de existencia de Solidaridad Internacional Trinitaria? Ayudando a los cristianos perseguidos y a todas estas familias, ¿qué es lo que más les ha costado?

–Nosotros, si bien llevamos 25 años como organismo específico, Solidaridad Internacional Trinitaria (SIT) es parte de la Orden Trinitaria, cuyo carisma tiene más de 800 años. El SIT adapta ese carisma original a los desafíos de hoy, pero no es algo que comenzó hace 25 años, sino que tiene raíces profundas.

En estos 25 años, nosotros tuvimos claro que queríamos concentrarnos en el carisma original, es decir, los cristianos perseguidos y la libertad religiosa. Las dos parten en consonancia: si no existe una libertad religiosa evidentemente va a haber persecución. En el momento que se mantiene este derecho universal, porque está reconocido por las Naciones Unidas, automáticamente la persecución, sea la religión que sea, no puede tener justificación.

A partir de ahí, nosotros hemos estado presentes en las guerras o persecuciones más cruentas. Durante conflictos como la guerra en Siria o en Sudán, mientras muchos organismos internacionales se retiraron debido al peligro, nosotros permanecimos. Eso ha sido un reto: estar presentes en medio de los conflictos más violentos, de manera discreta y silenciosa, pero siempre al lado de quienes más lo necesitan.

–Hay muchos países y las manos son limitadas, ¿cómo seleccionan las áreas geográficas o comunidades que reciben vuestro apoyo humanitario?

–Tenemos dos líneas principales de actuación. La primera es la actuación de urgencia, que responde a situaciones donde las persecuciones son más graves, como sucede actualmente en India. Aunque no haya comunidades trinitarias en ciertos países, trabajamos a través de la Iglesia local, coordinándonos con quienes están directamente en el terreno. En estos casos, no se trata solo de enviar dinero; evaluamos las necesidades y las abastecemos de manera concreta, según lo que nos indiquen los responsables locales.

Otro aspecto fundamental para nosotros es estar físicamente presentes siempre que sea posible. Esto no solo impulsa los proyectos, sino que también nos permite acompañar a las personas, evitando que caigan en la tristeza o la soledad. Queremos hacerles sentir que, aunque no haya un organismo internacional en su país en ese momento, los trinitarios y la Iglesia no los abandonamos.

Esta cercanía les impacta profundamente. En contextos donde todos han huido, la presencia de personas que provienen de entornos cómodos y estables, dispuestas a estar con ellos, les anima mucho más que cualquier ayuda económica. Ese acompañamiento alegre es, en muchos casos, la mejor ayuda que podemos ofrecer.

La oración es mucho más potente que las ayudas que se puedan mandarAntonio Aurelio

– Supongo que también habrá visto muchos casos en los que las personas, a pesar del sufrimiento que padecen en su país, en el fondo, no desean huir, ¿Qué necesita realmente esta gente no solo para seguir adelante, sino para mantener la voluntad de quedarse?

–Efectivamente, vemos muchas personas con esos casos. Nosotros, evidentemente, no juzgamos los que, por circunstancias concretas, quieren huir. Además, lo que deciden eso es, sin duda, una cuestión difícil porque implica abandonar todo: tu tierra, hogar, familia, amigos, cultura... Pero toda esta gente que huye, van a países donde encontraran colaboración, mantenimiento y ayudas.

Nos hemos centrado en la gente que no puede o no quiere huir, porque al final son ellos los que están resistiendo las bombas, los disparos: la guerra, en definitiva. Es ahí donde nos queremos implicar porque los organismos internacionales se quedan fuera o dejan las ayudas en la frontera. Pero claro, eso hay que entrarlo, distribuirlo y organizarlo. La pregunta que me has hecho es lo que nosotros siempre hacemos cuando llegamos a un país: «¿Qué necesitáis? ¿Qué queréis?».

Antonio Aurelio colocando una estatua de la Virgen medio destruida

Antonio Aurelio colocando una estatua de la Virgen medio destruida

La respuesta que recibimos siempre, sea el país que sea, es: «Rezad por nosotros». Eso tiene una dimensión muy profunda. Rezar por ellos significa unirnos en la fe, en una espiritualidad común, y darles la certeza de que no están abandonados. Puede ser una lengua o cultura distinta, pero a través de rezar al mismo Dios nos ponemos todos al mismo nivel. Rezar por ellos, además, quiere decir que no nos olvidamos de su situación.

El mayor peso para los cristianos perseguidos no es la guerra en sí, sino la sensación de que sus hermanos en la fe los han olvidado. La oración y el que nos acordemos de ellos es mucho más potente que las ayudas que se puedan mandar. Por supuesto, las ayudas materiales son importantes, pero surgen como consecuencia de ese acompañamiento espiritual.

El papel fundamental de los laicos

–¿Cómo pueden los laicos involucrarse más activamente en esta misión de apoyo a los cristianos perseguidos?

–Nosotros siempre explicamos que tenemos tres líneas de actuación. La primera es la oración. Organizamos iniciativas como la Semana de Oración por los Cristianos Perseguidos y celebramos misas los viernes para esta intención. Lo que tú estás haciendo, por ejemplo, es lo que entra en nuestra segunda línea de actuación, que es la información y sensibilización.

Los laicos, que nos sobrepasan en número a los religiosos, tienen un papel vital en difundir lo que sucede, porque la mayoría de la gente desconoce la magnitud del problema. Los laicos son la vertiente de la sociedad por la que puede llegar toda esta información. El apoyo económico a proyectos concretos sería nuestra tercera línea de actuación. Los fondos que recibimos de donantes van íntegramente a los proyectos en el terreno.

Cuando surge un problema que no nos afecta, tendemos a ignorarloAntonio Aurelio

–Aunque parezca ficción, en el siglo XXI hay más mártires cristianos que en los primeros siglos del cristianismo. ¿Por qué sigue sucediendo esto a niveles tan alarmantes?

–El Papa Francisco lo ha señalado en varias ocasiones. En 2022, por ejemplo, se registraron 300 millones de cristianos perseguidos. Y lo peor es que la cifra sigue subiendo. En 2023 ya eran 360 millones. Muchos de ellos no tienen acceso a la educación, como sucede en India, no pueden acceder a un puesto de trabajo o simplemente no pueden manifestar su fe abiertamente.

Creo que uno de los factores por los que sucede esto es el desconocimiento. Hemos llegado a una forma de vida tan egoísta e individualista que, cuando surge un problema que no nos afecta directamente, tendemos a ignorarlo o no afrontarlo. Nos enfocamos constantemente en nosotros mismos.

Me llama la atención, por ejemplo, una noticia en Italia que mencionaba un aumento significativo en el número de matrimonios con un solo hijo, o incluso casos en los que ese hijo solo tiene un padre o una madre. Ya no hay familias completas, y eso es, en el fondo, una forma de egoísmo.

Se busca que el hijo lo tenga todo, pero luego no tienen padres presentes porque están trabajando todo el día. Nos hemos sumergido en una dinámica de individualismo, buscando exclusivamente nuestro bienestar y dejando de lado la comunicación con los demás, esa sociabilidad que nos conecta. Hemos perdido la capacidad de mirar más allá de nosotros mismos, y esa desconexión permite que las injusticias y las guerras se perpetúen sin que nadie las detenga.

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