Entrevista Santiago García Jalón, rector de la Universidad Pontificia de Salamanca
«Una universidad católica debe brindar una sólida formación en la fe y fomentar un compromiso cristiano firme»
Para Santiago García-Jalón, la cátedra «tiene algo de contracultural» y por ello debe preparar estudiantes capaces de cuestionar y transformar el pensamiento establecido en la sociedad
En una sociedad cada vez más secularizada y dominada por corrientes de pensamiento homogéneas, el rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, Santiago García-Jalón de la Lama, ofrece una visión audaz y contracultural sobre el papel de la educación universitaria. Con una sólida trayectoria como catedrático de Filología Hebrea y una amplia experiencia académica internacional, García-Jalón defiende una universidad que no solo forme buenos profesionales, sino que cultive personas maduras, capaces de cuestionar las ideas dominantes y buscar el bien y la verdad.
En este contexto, la fe cristiana, lejos de ser un obstáculo, se presenta como un «poderoso motor del discurso intelectual», que puede ofrecer respuestas a los interrogantes existenciales en una era de creciente conformismo intelectual. Para él, no basta con acumular conocimientos técnicos: la verdadera educación debe formar individuos que encuentren «un fundamento sólido para su personalidad» y «una mirada serena y limpia que les permita valorar el mundo».
En esta entrevista, García-Jalón invita a reflexionar sobre el papel de la universidad católica y su verdadero propósito: formar individuos que no se conformen y que sean capaces de desafiar y transformar el pensamiento establecido.
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— En una sociedad secularizada, ¿cuál cree que es el papel de la educación universitaria en ayudar a los jóvenes a encontrar un sentido profundo en sus vidas, más allá de la mera acumulación de conocimientos?
— La Universidad es la última etapa del proceso educativo reglado que, en las sociedades occidentales, se prolonga casi dos décadas. Tras la Universidad, el antiguo estudiante debe afrontar la vida, tomar decisiones en su actividad profesional, decidir qué modelo de persona y de comportamiento quiere adoptar…
- En los años de estudios universitarios se precipita un proceso de maduración a medida que se aproximan esos retos y es necesario estimular y acompañar este proceso para que el estudiante sea capaz de «desembarcar» en el nuevo período de su vida con recursos suficientes.
Tales estímulos y acompañamiento no pueden llevarse a cabo sin procurar al estudiante un fundamento sólido para su personalidad, una mirada serena y limpia que le permita valorar el mundo. Esto último forma parte de la tarea educativa en la universidad.
— En su opinión, ¿qué papel juega la universidad en contrarrestar la tendencia a que los estudiantes se conviertan en «seguidores» de las ideas dominantes en lugar de cuestionarlas y transformarlas?
— Por su propia naturaleza, la Universidad tiene algo de contracultural. Es el territorio de la investigación, que nace siempre de una insatisfacción con los saberes recibidos. Por eso, según ha dicho el Papa, en ella es obligado hacerse preguntas, mostrarse inconformista con los postulados dominantes. Nada más ajeno a la Universidad que plegarse sumisamente a las ideas que en un momento dado predominan en una sociedad.
Los dogmas cristianos suponen siempre un desafío intelectual de primer orden
— Hoy en día, parece que todo debe convertirse en un espacio para la libertad de pensamiento, donde, sin embargo, no hay lugar para la declaración de una creencia. ¿Cómo se puede integrar la dimensión de la fe sin que se perciba como una imposición?
— Expresamente quiero referirme ahora solo al cristianismo, porque lo que voy a decir no se aplica del mismo modo a todas las creencias. Los dogmas cristianos suponen siempre un desafío intelectual de primer orden. De la reflexión sobre ellos nacieron conceptos tan capitales para la cultura occidental como el de persona.
Como señaló Unamuno, la paradoja acompaña siempre a la enseñanza de la fe cristiana y aquilatar los términos de la paradoja hasta hacerlos conciliables supone una formidable provocación. Vista así, la fe nada tiene de imposición, es, al contrario, un poderoso motor del discurso intelectual.
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— Todos los apostolados culturales, sociales, asistenciales de la Iglesia tienen como horizonte el anuncio del Evangelio y la salvación que Cristo vino a traer. ¿Qué papel puede tener una Universidad Católica en la transmisión de la fe?
— Antes he indicado que en la Universidad se produce una primera madurez. Los conocimientos se depuran y se especializan. Lo mismo debe ocurrir con la noticia y la vivencia de la fe. De lo contrario, habría una fe pueril inserta en un conjunto de actitudes y de conocimientos adultos. Una Universidad católica debe ofrecer una sólida formación intelectual en el ámbito de la fe y alentar un compromiso cristiano riguroso.
— Cuando hablamos de «educación integral», ¿estamos preparando a los estudiantes para ser solo buenos profesionales, o también para ser personas que buscan la verdad y el bien en la sociedad?
— Yo no haría esa escisión entre buenos profesionales y personas que buscan la verdad y el bien. La capacitación profesional no consiste solo en habilitar a alguien para que desempeñe un oficio con destreza técnica. Para ser un buen profesional es imprescindible ver más allá de lo meramente técnico y adquirir la conciencia de que se trabaja con seres humanos y a su servicio.
Todos hemos tenido la suerte de hallar médicos, educadores, psicólogos, sacerdotes… que sabían encontrarse con nosotros, con lo que realmente somos, más allá de nuestras dolencias o nuestras ignorancias. Eso es un buen profesional y conseguir que sus estudiantes estén formados para ello es la meta de la Universidad.