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Por qué es grave que Becciu haya grabado una llamada telefónica al Papa

Por qué es grave que Becciu haya grabado una llamada telefónica al Papa

El cardenal Becciu estaba tratando de justificar sus actuaciones, especialmente los pagos a su paisana Cecilia Marogna

En pleno proceso por malversación de fondos en el Vaticano, contra el cardenal Becciu y otros nueve imputados, ha aparecido una grabación de una conversación privada con el Papa. Tres días antes del juicio en curso, Becciu intenta que Francisco confirme que le había dado autorización para algunos pagos que había hecho cuando era sustituto de la Secretaría de Estado.

El contenido de la llamada en sí no aporta gran cosa. Porque el Papa acababa de salir de una operación y estaba débil y no confirma ningún extremo. Se limita a decirle a Becciu que ponga todo por escrito, para poder responderle.

Pero lo grave de esta historia es que el cardenal Becciu estaba tratando de justificar sus actuaciones, especialmente los pagos a su paisana Cecilia Marogna, que se están juzgando en el Vaticano desde hace meses. También es grave que la grabación permaneciera en el teléfono de una tercera persona, amiga de Becciu.

Este incidente, que puede parecer anecdótico, se inscribe dentro de una investigación por ‘asociación delictiva’ de Becciu en Cerdeña, realizada por la Guardia de Finanza italiana a instancias de la justicia del Vaticano. Se investigan facturas falsas de una cooperativa gestionada por Antonino Becciu, el hermano de quien entonces era número tres del Vaticano.

Pero esta no es la única mala noticia para el cardenal Becciu. Hace pocos días, el auditor de las cuentas del Vaticano y ex directivo de Deloitte Libero Milone, ha presentado una demanda ante el Vaticano por su despido en 2017. Acusa a Becciu de ser el instigador de su marcha, para evitar que pusiera en evidencia malas prácticas de la Secretaría de Estado.

Milone ha decidido exigir al Vaticano una indemnización de 10 millones de euros para él y su número dos en el departamento, Ferruccio Panicco. Aseguran que las acusaciones que se vertieron para justificar la dimisión de ambos arruinaron su reputación e impidieron que encontraran trabajo en el sector.

Milone se considera perjudicado por el cardenal Becciu, quien entonces ejercía como sustituto de la Secretaría de Estado. Asegura que el prelado de Cerdeña estaba presente, junto al comandante de la gendarmería, en el momento en que le forzaron a dimitir bajo la amenaza de ser arrestado de forma inmediata tras nueve horas de interrogatorio.

Malversación de fondos

«¿Con quién haya acordado monseñor Becciu echarnos a mí y a Ferruccio, compartiendo esa responsabilidad? No lo sé. Pero sí puedo afirmar que el cardenal Parolin me ha dicho más de una vez que solo se enteró de mi despido cuando ya se había ejecutado».

Entre las malas prácticas que Milone y su colaborador aseguran poder documentar se encuentran la malversación de dinero para uso personal, para reformar apartamentos privados o para operaciones inmobiliarias y la financiación de partidos políticos italianos en el año 2013. Aseguran que se utilizaba la Fundación del Hospital Bambino Gesù, propiedad del Vaticano, para esos fines.

También afirman que en su labor de revisión advirtieron en su día de malas prácticas en el Dicasterio para la Evangelización, más conocido como Propaganda Fidei. Figuraban numerosas facturas a un negocio de dulces por prestaciones inexistentes. También denuncian que facilitaban contratos de alquiler «anómalos», en algunos de sus numerosos inmuebles en Roma, a un periodista de la RAI.

Esta nueva acusación a Becciu coincide con la decisión de un tribunal italiano de rechazar su denuncia por difamación contra la revista L’Espresso. Además de no considerar difamatoria la información, el cardenal ha sido condenado a pagar 40.000 euros a la publicación italiana por los gastos del proceso.

Mientras tanto, el proceso por la gestión del apartamento de Londres y la posible asociación ilegal en Cerdeña siguen adelante. Cada día que pasa se hace más insostenible la situación de quien fue número tres del Vaticano.

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