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Noches del sacromonteRichi Franco

A los que esperan en Nochevieja y Año Nuevo

Esta extraña felicitación, a modo de bisagra entre dos años, quiere ser un abrazo de ternura para todos los que esperan

Actualizada 13:24

Antes de que el fragor de las luces y la escenificación del paso al otro año nos ciegue o nos ahogue en champán, hay que acordarse de todos los necesitados que se han quedado con hambre de vida nueva por el camino.

Por supuesto no me refiero solamente a aquellos que no tienen nada ni a nadie con quien celebrar esta noche y se drogarán - sí, se drogarán, permítanme el realismo- con vino barato y pastillas para no sentir, sino también a aquellos que creen en su bendita ilusión -y que Dios se la conserve- que basta ponerse de tiros largos y adornar bien la mesa para acallar un poco el deseo voraz del corazón. Pobres, también son pobres. Y cuánta ternura merecen.

Por supuesto, tampoco me refiero solamente a los ancianos abandonados esta noche incluso por la muerte, y que se han quedado solos a esperar que una brisa leve de sueño y olvido venza la nostalgia dolorosa del rostro amado y el ruido de la cena del vecino, sino a todos aquellos que creen poder atravesar el año viejo alimentándose de la carne y el alma de los otros. Pobres, estos también necesitan mucha ternura.

Por supuesto, tampoco me refiero solamente a los parados, que bastante tienen con sobrellevar un día más sin poder hacer otra cosa que sobrellevarlo del mejor modo, exactamente igual al de ayer y al otro y al otro, sino a todos aquellos que creen controlar su destino porque «les va bien» y que basta aderezarse con un poco de purpurina y sonrisas debidamente blanqueadas. Qué pobrecillos estos también, ¿no? Qué necesitados de ternura.

Y por supuesto, tampoco me refiero solamente a las mujeres muertas que han sido o serán violentadas o usadas como carne de primera o de segunda en los mercados del sexo y la violencia al por mayor y al por menor, sino a los que han creído en algún momento que ellas eran, son o fueron de su propiedad o de la de sus clientes. Qué pobreza también la de estos pobres sin ternura.

Esta extraña felicitación a modo de bisagra entre dos años es para todos ellos, cómo no. Todos ellos, pobres y necesitados de un abrazo de ternura. Pero en este instante, realmente escribo para aquellos que esperáis aunque no os falta nada sobre la mesa, que ya es difícil, pero que esperáis conscientemente un cambio, una novedad, o un antídoto contra el aburrimiento; que esperáis desde siempre a que pase pronto esta noche, mientras os preguntáis por su sentido y sentís el aguijón de esa pregunta desde los entrantes hasta el postre hecho con tanto amor. Y aunque no os falta nada, parece que falta todo en el deseo de que la cena acabe pronto y haya un brindis rápido para marcharos pronto a dormir.

A vosotros os digo, como a mí, que esa misma e insidiosa espera de cambio, de paz, de novedad de lo que sea, es «el signo más grande de vuestra grandeza». La grandeza de un corazón insaciable que no se conforma con cualquier fiesta, porque está esperando a Dios, el señor del Tiempo. Feliz Año Nuevo a todos.

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