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Benedicto XVI saluda desde el balcón de la residencia de Castel Gandolfo, el 28 de febrero de 2013GTRES

Décimo aniversario de la renuncia

Benedicto XVI, la renuncia que marcó una época en la historia de la Iglesia

«Seré solo un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinar por esta tierra y que quiere en ella rezar con todas sus fuerzas por el bien de la Iglesia y de la humanidad», declaró el ya Papa emérito desde el balcón de Castel Gandolfo

El jueves 28 de febrero de 2013 a las 20 horas del horario romano, Benedicto XVI hacía efectiva su renuncia a la sede petrina, convirtiéndose en el primer Papa emérito de la historia de la Iglesia.

Según el Derecho Canónico, un obispo debe presentar la renuncia a su cargo el mismo día en que cumple 75 años. Posteriormente, el Papa acepta su renuncia y automáticamente el que antes era obispo titular pasa a ser obispo emérito. Sin embargo el Papado, como ha recordado recientemente Francisco, es un cargo vitalicio.

De ahí que la decisión de Joseph Ratzinger cayera como una bomba en el mismo corazón del Vaticano. Él mismo lo había anunciado ante los cardenales 17 días antes, el 11 de febrero. El Papa comenzó a leer un texto en latín en plena audiencia con los cardenales, que no entendieron muy bien, al principio, dado que es el italiano el idioma que se usa en estas audiencias. Los cardenales y obispos comenzaron a mirarse unos a otros, preguntándose si estaban entendiendo correctamente lo que el Papa leía.

Estupor y obediencia

Benedicto dijo que «para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice».

Solo un peregrino

Aquel 28 de febrero declaró: «Entre ustedes, en el Colegio Cardenalicio está el futuro Papa al cual ya desde hoy prometo mi incondicional reverencia y obediencia.» Y efectivamente, también lo oyó el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, presente entre los purpurados y futuro sucesor del Papa alemán.

A las cinco de la tarde Benedicto XVI se despidió de los presentes y sobrevoló Roma hasta la residencia papal de Castel Gandolfo, entre el repique de campanas de todas las iglesias del Vaticano.

Al llegar, una multitud esperaba al ya Papa emérito quien desde la ventana manifestó: «Seré solo un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinar por esta tierra y que quiere en ella rezar con todas sus fuerzas por el bien de la Iglesia y de la humanidad».

A las 8 de la tarde quedó vacante la Sede de Pedro; se cerró el portón del Palacio Apostólico y la Guardia Suiza desfiló para guardar al Colegio Cardenalicio hasta la elección del nuevo Pontífice. Del Cónclave salió elegido el argentino Jorge Mario Bergoglio, al que Ratzinger, desde el principio, profesó obediencia como ha recordado en sus recién publicadas memorias el segundo secretario del Papa alemán, Alfred Xuereb.

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