44º Viaje Apostólico
El Papa, en Marsella: «El Mediterráneo se ha convertido en un enorme cementerio»
El arzobispo de Marsella ha recordado a los pies de la estrella frente al mar a los marineros y migrantes que murieron «tratando de cruzar sus olas»
Con los ojos cerrados ante el Sagrario y un semblante serio se ha mostrado el Papa Francisco al comienzo de la oración mariana con el clero diocesano en la basílica de Notre Dame de la Garde de Marsella. En el templo, le ha dado la bienvenida el arzobispo de Marsella, Jean-Marc Aveline, primero en italiano, aunque después se ha pasado al francés para recordar a todos los santos que han pasado por la misma basílica en el pasado para rezarle a la Virgen de la Guarda: san Charles de Foucauld, santa Teresita de Lisieux, un joven Karol Wojtyła; bajo cuyo manto ha pedido poner después del Papa Francisco los «frutos de los encuentros del Mediterráneo junto con los anhelos y esperanzas de sus corazones».
De parte de la diócesis y de todos sus fieles, se le ha entregado al Papa una figura del Corazón Inmaculado de Jesús, repleto por las oraciones de los marselleses por el Pontífice. Aveline ha aludido también en sus palabras a las maquetas y exvotos que cuelgan de las bóvedas de la basílica y ha encomendado a la Virgen «a todos los habitantes de las costas del Mediterráneo, marineros y migrantes, que se enfrentan a los peligros del mar».
Tras la lectura de la profecía de Sofonías, Francisco ha tomado la palabra. «Sofonías nos exhorta a la alegría y la confianza, recordando que el señor no está lejos. Está aquí, para salvarnos», ha dicho. El Santo Padre ha pedido al clero abrir las puertas de las parroquias y los centros parroquiales a todos, pero también los corazones bajo una mirada de «cercanía, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios», ha afirmado.
También ha solicitado a los consagrados y religiosos estar cerca de todos, pero «especialmente de los que más sufren» y ha repetido un mensaje que ya adelantó durante la Jornada Mundial de la Juventud este verano: «Solo hay un momento en el que se puede mirar a alguien desde arriba, cuando le ayudas a levantarse. El resto son pecado de soberbia», ha exhortado.
Al terminar el momento de oración, Francisco se ha desplazado junto al monumento en honor a los fallecidos en el mar, donde le esperaban representantes de otras confesiones religiosas y organizaciones que trabajan en la acogida de migrantes. El arzobispo de Marsella ha vuelto a dedicar unas palabras a los asistentes del encuentro interreligioso y multicultural. Ha recordado a los pies de la estrella frente al mar a los marineros y migrantes que murieron «tratando de cruzar sus olas». «El Mediterráneo que se ofrece ante nosotros tan bello y apacible puede convertirse en un cementerio cruel», ha recordado y ha pasado a denunciar que es un crimen que a hombres, mujeres y niños que huyen de la pobreza, «los traficantes los condenan a muerte subiéndoles a una barca vieja», igual que también lo es «cuando las instituciones políticas prohíben a las oenegés rescatar a los náufragos».
El Papa Francisco ha querido también dirigirse a los presentes y recordarles que «el mar es fuente de vida pero testigo de muchos naufragios». Asimismo, el Santo Padre ha pedido que «no nos acostumbremos a considerar los naufragios como noticias y los náufragos como números. Son vidas, rostros y sueños destrozados», ha considerado.
«Demasiadas personas huyendo de la pobreza se encuentran en las olas del Mediterráneo, este espléndido mar que se ha convertido en un enorme cementerio», ha denunciado el Pontífice. Ante esta situación, Francisco considera un deber de humanidad socorrer a los migrantes. «Deben ser socorridas las personas que, al ser abandonadas sobre las olas, corren el riesgo de ahogarse. Es un deber de humanidad, es un deber de civilización», ha dicho.