El primer viaje del Papa a Tierra Santa fue para reconciliar Roma con Constantinopla
Pablo VI comenzaba su peregrinación a Tierra Santa para volver a retomar las relaciones con Constantinopla después de cinco siglos de distanciamiento
En el 1439, durante el concilio de Florencia, se reunieron el Papa Eugenio IV y José II, patriarca de Constantinopla. Al morir José II solo acabar el concilio, fue enterrado en la iglesia de Santa María Novella de Florencia. A partir de aquel momento las relaciones entre Roma y Constantinopla se enfriaron. Más aún cuando, en el 1543, Constantinopla cayó en manos de los otomanos.
Tuvieron que pasar cinco siglos para que volvieran a reiniciarse las relaciones. El primer Papa que lo intentó fue Juan XXIII. Inició los contactos a principios de 1963 con el Patriarca Atenágoras I. La muerte del pontífice el 3 de junio de ese año frustró el encuentro. El nuevo Papa, Pablo VI, quiso continuar con la labor de su antecesor y, en diciembre de 1963, anunció que realizaría un viaje a Tierra Santa. Aquel hecho era único, pues por primera vez un pontífice salía del Vaticano al extranjero. Pablo VI fue el primero en iniciar viajes papales, que luego han continuado sus predecesores.
Aquella noticia fue bien acogida por el patriarca de Constantinopla Atenágoras I. Declaró que sería una acto de la Providencia que ambos pudieran rezar juntos en los Santos Lugares de Jerusalén. El viaje no se hizo esperar y el encuentro tampoco. El 5 de enero de 1964 ambos se encontraron en la delegación pontificia de Jerusalén. Al verse se abrazaron. Durante su conversación, ambas autoridades estuvieron de acuerdo en calificar su encuentro como un «verdadero momento de Dios». Por lo que había que «vivirlo con toda la intensidad, toda la verdad, todo el deseo de seguir adelante», expresó el Pontífice.
Un abrazo después de cinco siglos
Atenágoras I había viajado de Turquía a Jerusalén. Al ser preguntado del porqué de ese viaje contestó que «para decir ‘buenos días’ a mi querido hermano el Papa. ¡Hace quinientos años que no nos hablábamos!».
El 6 de enero, Epifanía del Señor, Pablo VI visitó a Atenágoras I en la sede del patriarcado ortodoxo de Jerusalén. El 7 de enero ambas Iglesias se levantaron las excomuniones que se lanzaron, en el 1054, durante el Cisma de Occidente. Por parte de Roma firmó aquella excomunión el legado pontificio Humbert de Silva y por Constantinopla el patriarca Miguel Cerulario. Durante aquel primer encuentro Pablo VI declaró que siguiendo una antigua tradición cristiana «era conveniente, y la Providencia lo ha permitido, que en este lugar, en este centro siempre sagrado y bendito, nosotros, peregrinos de Roma y Constantinopla, pudiéramos encontrarnos y unirnos en una oración común».
Y recordando las palabras de Cristo: «Que ellos sean una misma cosa», el Papa deseó que aquel abrazo no fuera solo un gesto, sino aquello favoreciera el acercamiento entre católicos y ortodoxos.
«Que sea símbolo de esta caridad y ejemplo de ella el beso de paz que el Señor nos ha concedido darnos en esta tierra bendita y las oraciones que Jesucristo nos ha enseñado y que ahora vamos a rezar juntos. No podemos expresar como se debe hasta qué punto su gesto nos ha conmovido y no solamente a Nos personalmente, sino a la Iglesia romana; el pueblo y todo entero el Concilio Ecuménico tomarán nota con alegría profunda de este acontecimiento histórico. Por lo que a Nos toca, elevamos a Dios una plegaria de acción de gracias y le pedimos que nos ayude para seguir por este camino, y que derrame sobre vuestra beatitud y sobre Nos, que lo hemos emprendido con fe y con confianza, la bendición que nos asegurará un resultado feliz. Con estos sentimientos no os decimos un adiós, sino, si lo permitís, hasta la vista».
Posteriormente, el 25 de julio de 1967, durante el viaje que San Pablo VI realizó a Estambul, Efeso y Esmirna, se volvieron a reencontrar en Fanar (Estambul).