Los tres libros de cabecera del Papa Francisco
Es sabido que el Pontífice ha recomendado en numerosas ocasiones la lectura, no solo para conseguir «un cambio radical» en los seminarios, sino también como «camino de la maduración personal»
en una carta, el poeta, novelista y autor teatral francés Jean Cocteau escribía a su compatriota el filósofo católico Jacques Maritain: «Es necesario salir de uno a través de la literatura; sólo el amor y la fe nos permiten salir de nosotros mismos». Esta cita fue remarcada por el documento redactado por el Santo Padre sobre el papel de la literatura en la formación, publicada el pasado 4 de agosto.
«Antes de la llegada omnipresente de los medios de comunicación», explica Francisco en su carta, la lectura «era una experiencia frecuente». En un mundo donde parece que esta va perdiendo protagonismo, le lectura no es solo entretenimiento, sino una guía para el alma y la conciencia. El Papa Francisco, cuya vida ha estado marcada por la lectura, invita a reflexionar sobre el poder transformador de las palabras. Los textos, las historias de las novelas, los personajes o la poesía tiene que ver, de un modo u otro, «con lo que cada uno de nosotros busca en la vida, ya que entra en íntima relación con nuestra existencia concreta, con sus tensiones esenciales, su deseos y significados».
¿Qué puede enseñar la lectura sobre la vida, la fe o el amor? De entre todas las obras y autores que el Santo Padre ha recomendado, pasando por Marcel Proust, C.S. Lewis, Jorge Luis Borges o T.S. Eliot, analizamos tres de sus lecturas más preciadas.
1. 'El Cantar de mio Cid'
El Papa Francisco reveló su aprecio por el caballero Rodrigo Díaz de Vivar durante su audiencia con el seminario de Burgos en abril de 2024, recitando el icónico pasaje en castellano antiguo: «Mío Cid Ruy Díaz por Burgos entróse, en su compañía sesenta pendones, salíanlo a ver mujeres y varones; burgueses y burguesas están en los balcones».
Esta epopeya, considerada uno de los grandes tesoros de la literatura española, ha capturado la admiración del Pontífice, quien ha reiterado su entusiasmo por la obra en múltiples ocasiones. La conexión de Francisco con el Cid y, en general, por las obras trágicas hacía las que tiene predilección, se debe a que «llorando por el destino de los personajes, lloramos en el fondo por nosotros mismos y nuestro propio vacío, nuestras propias carencias, nuestra propia soledad».
El Santo Padre, quien a los 28 años fue profesor de literatura en un colegio jesuita en Santa Fe, Argentina, recordaba cómo sus alumnos preferían las obras de Federico García Lorca en lugar del Cid, que él siempre mandaba estudiar. Esta anécdota la contó en su carta para subrayar una idea: «El corazón sigue buscando, y cada uno encuentra su propio camino en la literatura». A pesar del tiempo que ha pasado, Francisco mantiene viva su conexión con sus raíces y tradiciones literarias, utilizando el Cantar de Mio Cid como símbolo de una rica herencia cultural que trasciende generaciones.
2. 'El Idiota', de Fiodor Dostoyevski
El próximo martes, 27 de agosto, la editorial Vaticana publicará Un cristiano en el corredor de la muerte, escrito por Dale Recinella, quien lleva desde 1998 acompañando espiritualmente a los condenados a muerte en algunas penitenciarías de Florida. El Papa Francisco ha escrito el prólogo de esta obra, donde no ha dudado en citar a su querido autor Fiódor Dostoievski, quien en El Idiota describe la pena capital como «una violación del alma humana».
"En su novela El Idiota, Fiódor Dostoyevski resume impecablemente la insostenibilidad lógica y moral de la pena de muerte de la siguiente manera, hablando de un hombre condenado a la pena capital: «¡Es una violación del alma humana, nada más! Se dice: 'No matarás', y en cambio, porque él ha matado, otros le matan. No, es algo que no debería existir», cita el Pontífice subrayando su postura contra esta práctica.
Pero el Santo Padre ha mencionado más de una vez su predilección por este autor. Durante una audiencia en abril de 2022, Francisco también aludió a la Leyenda del Gran Inquisidor, parte de la novela Los hermanos Karamazov del escritor ruso, un relato que explora el conflicto entre la libertad humana y el poder absoluto. En la historia, el Inquisidor reprocha a Jesús, en su segunda venida, por no haber tomado el poder terrenal para establecer una paz forzada, contrastando con su decisión de respetar la libertad humana: «Si hubieses aceptado la púrpura de César, habrías fundado el imperio universal y dado la paz al mundo».
Este pasaje resuena con la idea de que el verdadero valor de la libertad se encuentra en la resistencia a la tentación de imponer un orden a través de la fuerza. La fascinación del Papa con Dostoievski refleja una profunda apreciación por la complejidad de la condición humana y la búsqueda de una paz auténtica: «La paz de Jesús no domina a los demás, nunca es una paz armada: ¡nunca!», comentó el Pontífice.
3. 'Señor del mundo', de Robert Hugh Benson
Señor del Mundo, escrito por Robert Hugh Benson en 1907, es una novela de ciencia ficción que describe la llegada del Anticristo como un personaje carismático que promueve un ideal humanista pero destructivo. El Papa Francisco, junto con su predecesor Benedicto XVI, ha recomendado numerosas veces esta obra que «da mucho que pensar». La novela ofrece una visión de un futuro dominado por la técnica y la uniformidad, donde el progreso se impone a expensas de las diferencias culturales y religiosas.
Durante un encuentro en la Facultad de Informática y Ciencias Biónicas en una universidad de Budapest, en Hungría, Francisco se refirió a Señor del Mundo al destacar cómo la obra de Benson refleja un mundo avanzado pero sombrío, donde «se describe un futuro dominado por la técnica y en el cual todo, en nombre del progreso, es uniformizado». «Por todas partes», continuó Francisco, «se predica un nuevo 'humanitarismo' que anula las diferencias, borrando la vida de los pueblos y aboliendo las religiones. Aboliendo todas las diferencias». El Papa, citando a la obra, advirtió sobre el peligro de una «colonización ideológica» que deshumaniza a las personas y donde «parece evidente descartar a los enfermos y aplicar la eutanasia», bajo el pretexto de alcanzar una paz universal, que en realidad se convierte en la imposición de un consenso forzado y uniformado.