Sociedad
Inteligencia Artificial: ¿Son posibles las máquinas conscientes?
«Antes de que la inteligencia artificial fuerte sea posible, hay que resolver un problema que podría llevar mucho tiempo: comprender en profundidad el funcionamiento del cerebro», reflexiona el autor
Los medios abusan de términos como inteligencia artificial e inteligente. Lo que ahora se llama inteligente es casi siempre lo que antes se llamaba automático, algorítmico o computarizado. Lo que ahora se llama inteligencia artificial es a menudo lo que antes se llamaba informática. Pero se abusa de estos términos porque resultan más atractivos, tienen más gancho.
El término inteligencia artificial fue inventado en 1956 por John McCarthy durante un seminario en Dartmouth College (Hanover, EE.UU.). Los asistentes al seminario lanzaron las campanas al vuelo con sus predicciones: en diez años tendremos programas inteligentes que derrotarán al campeón mundial de ajedrez, y programas que harán traducciones perfectas entre cualesquiera dos lenguajes humanos. El primer objetivo se logró cuarenta años después; el segundo aún no se ha logrado del todo, aunque se ha avanzado mucho.
Esta es la definición más aceptada de inteligencia artificial: un programa informático que procesa información simbólica de forma heurística. Información simbólica significa información no numérica: texto, las posiciones de las piezas en un tablero de ajedrez, etcétera. La palabra heurística indica que estos programas se apoyan en la experiencia, más que en algoritmos completamente preestablecidos.
Llevamos décadas investigando la inteligencia artificial débil, y ya tenemos varias aplicaciones interesantes: juegos inteligentes; procesamiento de textos escritos en lenguaje humano, lo que incluye la traducción automática; reconocimiento de imágenes; sistemas expertos; redes neuronales; agentes 'inteligentes'; aprendizaje automático; análisis de Big Data.
Llamamos inteligencia artificial fuerte a la construcción de máquinas capaces de competir con el hombre, no solo en una actividad concreta (como jugar al ajedrez), sino en todas. Por lo general, se supone que estas máquinas serían tan conscientes como nosotros. Por ahora, esta rama de la inteligencia artificial es ciencia-ficción.
La inteligencia artificial débil no tiene nada que ver con el problema de la mente, ya que las aplicaciones clasificadas con este nombre son algoritmos informáticos que hacen exactamente lo que ha decidido su programador que hagan, y detrás de ellos no hay una mente consciente. La inteligencia artificial fuerte es diferente: ni siquiera se sabe si es posible construir máquinas conscientes, aunque los medios generalistas, junto con algunos expertos autoproclamados, difunden información falsa y desde hace treinta años anuncian que estamos a punto de conseguirlo.
Teorías fiolosóficas
El problema de la mente es tan antiguo como la filosofía, y a lo largo de la historia se le han dado al menos cuatro respuestas filosóficas diferentes:
- Monismo reduccionista o funcionalismo biológico: la mente está completamente determinada por el cerebro y por su red de neuronas. La mente humana es un epifenómeno. La libertad de elección es una ilusión. Sólo somos máquinas.
- Monismo emergente: la mente es un producto evolutivo que emerge espontáneamente en un sistema complejo constituido por sistemas más simples (en nuestro caso redes de neuronas). Las estructuras subyacentes no determinan por completo los fenómenos mentales, que sí podrían influir en las estructuras subyacentes.
- Dualismo neurofisiológico: la mente y el cerebro son diferentes, pero están tan estrechamente unidos que forman una unidad, dos estados complementarios y únicos del mismo organismo.
- Dualismo metafísico: la mente y el cerebro son dos realidades diferentes. La primera es espiritual e interacciona con la parte material, que es el cerebro. Ambas entidades pueden existir independientemente, aunque el cuerpo sin la mente se descompone.
La ideología materialista postula que sólo existe la materia (en sentido amplio) y suele adoptar el enfoque monista reduccionista. Sus partidarios creen que la inteligencia artificial fuerte debe ser posible, incluso con máquinas como las que tenemos ahora, cuando alcancen mayor potencia y velocidad. Esta postura no tiene respaldo científico, ya que en el estado actual de nuestro conocimiento la neurociencia no sabe cómo se genera la conciencia.
Ni siquiera se sabe si es posible construir máquinas conscientes, aunque los medios generalistas, junto con algunos expertos autoproclamados, difunden información falsa y desde hace 30 años anuncian que estamos a punto de conseguirlo
Algunos materialistas adoptan la posición filosófica monista emergente. Son optimistas y creen que a largo plazo llegaremos a comprender el funcionamiento de nuestro cerebro y nuestra mente, pero reconocen que el problema es muy difícil y que puede llevar mucho tiempo resolverlo. Antes de que la inteligencia artificial fuerte sea posible, hay que resolver un problema previo que podría llevar mucho tiempo: comprender en profundidad el funcionamiento del cerebro. Algunos expertos en inteligencia artificial predicen que nos costará al menos un par de siglos.
Para quienes adoptan una de estas dos opciones, la mente es el software de nuestro cerebro, el programa que lo hace funcionar. Con tiempo suficiente, deberíamos poder construir un ente artificial equivalente a nuestro cerebro.
Los partidarios de las dos últimas opciones, que piensan que mente y cerebro son entidades diferentes, aunque puedan estar íntimamente relacionadas, suelen creer que nunca será posible crear una inteligencia artificial fuerte, porque deberíamos ser capaces de crear mentes, lo que probablemente sea imposible, pues la mente estaría fuera del alcance de la ciencia y, por tanto, de la tecnología.