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Rafael Rodríguez-Ponga, filólogo, rector de la Universitat Abat Oliba CEU.

Rafael Rodríguez-Ponga, filólogo y rector de la Universitat Abat Oliba CEUCEU

Rodríguez-Ponga: «Sin lenguas vehiculares, el mundo sería más difícil»

Entrevistamos al filólogo y rector de la Universitat Abat Oliba CEU y ex secretario general del Instituto Cervantes con motivo del Día Internacional de la Lengua Materna

Los informes de la ONU y la UNESCO reflejan que la enseñanza es más eficaz en la lengua materna, desde los primeros años. Da mejores resultados para los escolares y, por tanto, para el sistema educativo en su conjunto.

El 21 de febrero, Día Internacional de la Lengua Materna, es un buen momento para recordarlo. Y para ello, hablamos con Rafael Rodríguez-Ponga, filólogo, rector de la Universitat Abat Oliba CEU y secretario general del Instituto Cervantes entre 2012 y 2018.

–¿Cómo afecta el aprendizaje de cualquier materia en una lengua que no es nativa?

–Estudiar en otra lengua y aprender otras lenguas tienen sus beneficios y sus dificultades. Requieren unos esfuerzos intelectuales adicionales. El cerebro debe funcionar más, en sus capacidades lingüísticas, lo que tiene una parte muy positiva, porque pone en marcha más neuronas y activa más el conocimiento. Sin embargo, el problema está en las situaciones de falta de comunicación y de entendimiento, que provocan dificultades de aprendizaje de mayor o menor importancia.

–¿Establece nuestra la lengua nativa nuestra forma de entender el mundo?

–Está claro que cada lengua tiene un vocabulario, organizado en campos semánticos. Las palabras y sus significados varían según las lenguas. Es decir, la manera de hablar sobre la realidad es diferente según la lengua que usemos. Incluso dentro de la misma lengua, como el español, hay variedades diferentes, con significados, matices semánticos y connotaciones diferentes.

La lengua materna nos da, desde muy pequeños, una estructura en la que nos movemos cómodamente. Ahora bien, de ahí a decir que establece nuestra forma de entender el mundo hay un buen trecho. Estamos ante un amplio debate intelectual, muy complejo.

–¿Qué aporta la diversidad lingüística?

–Conocer la diversidad lingüística nos aporta realismo, en nuestra percepción de la humanidad y en nuestras relaciones sociales. Todos sabemos que hay personas, familias, comunidades, que tienen lenguas distintas. Es un hecho que provoca admiración. Me resulta apasionante comprobar cómo la Biblia, desde hace tantos siglos, reconoce la diversidad lingüística, en diversos pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento.

La diversidad lingüística produce una natural dificultad de comunicación

El problema es que la diversidad lingüística produce una natural dificultad de comunicación. Y la incomprensión lingüística puede trasladarse a otros ámbitos. De ahí la enorme importancia de aprender a respetar a todas las personas, de aprender otras lenguas, de abrirse a otros.

–¿Existe realmente el bilingüismo? ¿Nuestro cerebro tiende a «imponer» una lengua sobre la otra?

–El bilingüismo es la capacidad de un individuo de comunicarse, para los mismos usos y con el mismo nivel, en dos lenguas. Es una habilidad que tienen muchas personas, que son bilingües. También hay quienes hablan varias lenguas, pero que pueden no tener el mismo nivel en todas ellas o las usan para actividades distintas.

¿Prevalece una? Normalmente, prevalece la lengua materna, es decir, la aprendida de la propia madre incluso desde antes de haber nacido. El feto ya puede oír a su madre. Por eso se llama lengua materna. Ahí radica la grandeza y la importancia de la lengua materna.

–¿Qué importancia tiene la imposición de una lengua vehicular en la educación?

–Las lenguas vehiculares siempre han sido necesarias. Y hoy lo siguen siendo. En el mundo hay unas 6.000 o 7.000 lenguas. Podemos intentar aprender muchas y hacer traducciones de cada una de ellas a todas las demás, pero el número de combinaciones sería enorme. Sin lenguas vehiculares, el mundo sería más difícil.

Hay dolor cuando se pretende que la lengua vehicular impida el aprendizaje

El problema reside, como dice la pregunta, en «la imposición». La experiencia nos dice que hay dolor cuando se pretende que la lengua vehicular impida el aprendizaje adecuado en la lengua materna o la suplante.

–¿Hay que enseñar una lengua vehicular?

–Sí, porque facilita la comunicación entre personas de comunidades lingüísticas distintas ¿Es conveniente que el sistema educativo lo haga? Sí, por sentido práctico. Sin embargo, a la hora de la verdad, tropezamos con varios problemas, sobre todo en aquellos territorios en los que hay varias lenguas vehiculares en la sociedad, de manera que surgen polémicas y distintas opciones.

¿Quién debe elegir la lengua vehicular? ¿El poder político? ¿Cada centro educativo? ¿Las familias? En España, en todas las comunidades autónomas, la tendencia es la misma: la decisión corresponde al poder político, al menos sobre la escuela pública y concertada.

–¿Cómo ha cambiado la pandemia nuestra forma de comunicarnos?

–Hemos creado un nuevo lenguaje covídico, como respuesta a esta necesidad urgente. La crisis sanitaria mundial ha implicado cambios en nuestras vidas, en las relaciones sociales, en el mundo comercial y educativo, en todos los aspectos, en todos los países. La lengua cambia para dar nombre a las nuevas realidades.

Tenemos cientos de palabras nuevas en español. O bien son totalmente nuevas, o bien son palabras existentes que han cambiado de significado, uso y difusión. Si hoy oímos que alguien estudia coronavirología, todos lo entendemos. Hace dos años, era una palabra incomprensible.

–¿Hablamos el mismo lenguaje las distintas generaciones?

–La pandemia es un ejemplo claro de que la sociedad se adapta y la lengua cambia. La lengua permanece en su esencia y se modifica poco a poco. Un médico de hace un siglo no sabría a qué se refieren tantas palabras actuales, por la pandemia y por los avances científicos.

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