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Con la bata puestaIsabel Rojas Estapé

Aprender a vivir en lo pequeño

Sé de algunos que llevan el miedo en el cuerpo, y que prefieren quedarse en casa esperando que las tragedias se sucedan mientras son engullidos por su miedo

Actualizada 12:15

Llevamos unos días en los que las noticias malas se suceden. Cierto es, que las noticias que venden o que por lo menos que tienen más eco, no son especialmente crónicas positivas ni buenas. Pero aun así, en los últimos días, se han dado una serie de acontecimientos catastróficos que se han llevado la vida de muchas personas. El atentado terrorista en Somalia, el puente en la India, o lo ocurrido en la calle de Seúl son algunos de los sucesos que han acaecido a lo largo de esta semana y que nos hace plantearnos, ¿qué está pasando en el mundo?

Tengo varios pacientes que en la consulta me preguntan si considero que esto es el comienzo del fin del mundo. Fuera de que soy poco partidaria del dramatismo, sí es un comentario que hace replantearnos cómo está el ser humano y más específicamente, como estoy yo en mí día a día, cómo vivo yo mi vida.

Sé de algunos que llevan el miedo en el cuerpo, y que prefieren quedarse en casa esperando que las tragedias se sucedan mientras son engullidos por su propio miedo. Pero no nos engañemos. Bajo el paraguas de protección y seguridad, eso está lejos de ser una vida vivida.

También incluso podríamos entrar en esa espiral en la que ya hay overbooking, en la que el modo de vivir es más bien el de sobrevivir: despertarse con picos de cortisol, con la ansiedad siempre como compañera de vida, y en donde la velocidad nos hace perder entre otras cosas la empatía hacía otros, y el disfrute hacia las cosas que hacemos y/o tenemos.

Por eso, tras esta avalancha de información negativa, podemos y debemos cuidar de nuestra cabeza y nuestros pensamientos, llevando a cabo dos ejercicios aparentemente muy fáciles, pero que requieren de cierto esfuerzo.

Lo primero es aprender a ser agradecidos. El agradecimiento es el arte de valorar lo sencillo, lo que se da por supuesto. En el momento actual, hemos perdido la capacidad de parar y fijar nuestra atención en las cosas del día a día, y esto hace que no podamos dar las gracias. ¡Ojo! Sé que no se dan por falta de educación (no por lo menos siempre), sino por actitud. Pues al vivir de forma hiperalerta nos cuesta mucho darnos cuenta de las pequeñas cosas que otros pueden hacer por nosotros. Por eso, desde hoy te animo a que no dejes de dar las gracias, aunque sea respecto de cosas pequeñas (o incluso obvias).

Esto nos llevará a que aprendamos a educar y potenciar los sentidos. Sí, esos 5 sentidos que en tantas ocasiones no somos ni conscientes de lo que ejercen en cada uno de nosotros. Aprender a sentir lo que toco, desmenuzar lo que veo, degustar lo que como, embriagarse con lo que huelo y percibir lo que oigo. Porque es en ese momento cuando mis dedos tocarán la suavidad de un jersey o la rugosidad de un tronco. Cuando podré apreciar la sonrisa en una pareja o la decoración de un restaurante. Cuando dejaré de devorar, para diferenciar los sabores que van apareciendo en mi plato, con el olfato potenciando ese sabor antes desapercibido. Mi cabeza no estará en pensamientos sin rumbo ni sentido, que tanto daño me hacen, sino en la vida misma.

Cierto es que todo esto es pequeño, aparentemente insignificante. Pero hace parte de lo que podemos aprender para vivir la vida apasionadamente, sabiendo disfrutar de lo pequeño de cada día.

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