Suegras
Cada cual en su sitio y ejerciendo su función
Es de todos sabidos que la convivencia entre seres humanos no es fácil. Y cuanto más estrecha es esa convivencia más difícil resulta. Si no, ¿porqué no te enfadas con ese primo o ese amigo que ves cada 6 meses? Porque, aunque pueda haber confianza, no hay convivencia. De ahí que las relaciones más cercanas son siempre las más difíciles: los compañeros de piso, los hermanos, las parejas… Y sin duda, ¡la suegra! Demasiado se ha hablado de ellas y sin embargo sigue siendo una figura cuanto menos controvertida. ¿Qué ocurre con ellas para que sigan generando tanto revuelo?
Lo primero de todo es que tenemos que ser conscientes de que las suegras tienen un papel muy complicado cuyos límites son difusos, lo que hace que su actuación en muchas ocasiones sea difícil de valorar como correcta o incorrecta.
Lo segundo, es que el vínculo madre e hijo es el lazo más fuerte que existe. Cuando una madre da a luz a un hijo, vierte en ese hijo todas sus emociones y se genera una conexión inquebrantable, que por lo general, durará para siempre. Esta unión hace que la madre siempre esté disponible para el hijo. Disponibilidad que es, sin duda, muy bonita y buena, pero que puede convertirse en muy negativa si la madre no va dejando que el hijo o hija se vaya desligando y vaya adquiriendo su espacio y su personalidad. Y es en ese desligamiento cuando el hijo tiene que tomar sus propias decisiones y aprender a equivocarse.
Por otro lado, se encuentra el hijo, que de una u otra forma percibe y sabe de esta conexión y disponibilidad y hace uso de ello. Esto no supondría ningún inconveniente si no fuese porque tiene a una persona con la que compartir su vida y esta se ve relegada a un segundo plano por lo que dice la suegra. No podemos olvidar que, cuando el hijo o la hija se pone a salir con alguien, su madre deja de ser la persona más importante y es cuando se produce una ruptura. Ruptura que, si no es bien gestionada, llevará en muchas ocasiones a entrometerse en la vida y asuntos de la pareja sin dejar que esta tome sus propias decisiones o considerando que ella siempre lleva la razón.
Asimismo, la persona cuando se enamora quiere a la pareja toda para sí, llegando a un punto de inflexión que es unir sus vidas. Es en ese instante cuando muchos hijos o hijas no saben darle el sitio que le corresponde a su madre, haciendo de ellas sus confidentes en los momentos malos, sus salvadoras, o sus secretarias, educadoras, proveedoras… de sus vidas, casa, hijos… Pero es que además, serán las menos veces, aquellas ocasiones que una suegra salga a favor del hijo político, y esto hará que el hijo se refugie en ella dotando a la madre de más información de la que debería saber y la cual irá en detrimento de la figura del hijo político.
Por eso, los hijos han de ser conscientes de que su pareja es la persona que han elegido y no su madre. Tienen que ser conscientes de que ya tienen su propia familia y a la que deben de cuidar. Y al mismo tiempo, las suegras deben recordar que los hijos tienen que ser felices por sí mismos. Eso sí, sin irse al extremo de desaparecer y nunca querer molestar. Pues una vez más, la virtud está en el medio: ni tanto ni tan poco.
Por eso, desde hoy, te planteo a ti, querida lectora, ¿cómo eres tú como suegra? ¿Das distancia a tu hij@? ¿Comentas, corriges (casi) todo? ¿Eres tú la que educas a tus nietos? ¿Dejas crecer, desarrollarse y equivocarse a tu hijo?
Y tú, hij@ que me lees, ¿sabes darle la distancia que requiere a vuestro matrimonio a tu madre? ¿Cuidas y antepones a tu pareja frente a tu madre? No dejes de hacerte estas preguntas y no olvides que siempre hay tres partes: el hijo, la madre y la pareja y que seas quien seas, pongas de tu parte para que la convivencia sea lo mejor posible.