La vicepresidenta del Colegio de Médicos de Madrid critica la ley trans por «bárbara y acientífica»
La doctora Luisa María González inauguró el VI Congreso Nacional de Bioética con un llamamiento a la prudencia: «La reasignación de sexo es medicina peligrosa»
Los tratamientos de reasignación de sexo «¿son medicina avanzada o de riesgo?», se preguntaba este lunes la vicepresidenta del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM), Luisa María González, durante la ponencia inaugural del VI Congreso Nacional de Bioética que se celebra esta semana en Madrid, organizada por el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, la Universidad CEU San Pablo y la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).
González abrió el evento respondiendo a la pregunta con contundencia: «Es medicina peligrosa, tiene efectos irreversibles psíquicos y sexuales», aseguró el médico, quien también criticó la ley trans diciendo que es «la más bárbara» de las leyes llevadas adelante por el Gobierno, «por la absoluta ausencia de ciencia que la sustente». «Todas las células de nuestro cuerpo son sexuadas, tiene cromosoma XX o XY», apuntó la cirujana.
Una crisis del «quién soy»
«La ideología de género ha traído una gran crisis del quién '¿soy?'», agregó González, criticó que «una mentira repetida muchas veces se convierte en creencia indiscutible». Frente a ello, la cirujana advertía: «Los cambios de sexo son experimentales, hay un cuerpo sano al que estamos dando medicación fuera de ficha técnica y que tiene unos efectos muy secundarios graves».
La ponente citó casos de actualidad que reman a contracorriente, como la revisión de las políticas trans en Suecia o la asociación de madres Amanda, que se opone a la transición médica en la infancia y adolescencia, y llamó a «romper el embrujo de las creencias intocables con un debate social real y sincero».
González planteó a los profesionales sanitarios que «hay dos modos de hacer Medicina: desde la ética o desde las reglas biopolíticas». En esta línea, se abordaron los casos de la llamada disforia de género «con un abordaje multidisciplinar, basado en la evidencia científica»; escuchando activamente, acompañando y siendo «muy prudentes» con las terapias.
El papel de los profesionales
La intervención de González estuvo seguida por una mesa redonda sobre el papel de los profesionales en la atención del desarrollo de la identidad sexual en la juventud, moderada por el neurofisiólogo clínico y profesor de bioética Rafael del Río Villegas. En ella, la filósofa Sara Gallardo, profesora en la Universidad Católica de Ávila, apuntó que «un mundo que duda de lo evidente es muy difícil de convencer».
Gallardo advirtió que hoy «hablar de normas es peligroso terreno», pero abundó en que «la sexualidad no es un dato que afecta solo al cuerpo: somos sexuados también psicológica y espiritualmente». También reflexionó sobre el papel «fundamental» de las relaciones sanas entre hijos y progenitores en el desarrollo de la propia identidad.
Por su parte, el psicólogo Tasio Pérez, especialista en terapia familiar y de pareja, destacó un aspecto de los pacientes que piden la transición de hombre a mujer, o viceversa: «Son personas que están sufriendo muchísimo, y la causa de su sufrimiento no es la disforia de género», apuntó, señalando que en muchos casos hay problemas previos –como abusos o depresión–, y que ahí la disforia de género puede ser «el síntoma» de los mismos.
El también profesor de la Universidad Francisco de Vitoria criticó que en la atención sanitaria a estos pacientes «se apuesta directamente por la terapia de duradera, sin posibilidad de preguntar '¿Qué está pasando aquí?'». «Nos tienen que dejar hacer nuestro trabajo», insiste.
En la misma línea, el médico psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos, Lucía Gallego, detectó del aumento en casos de disforia de género: «Me preocupa el sufrimiento con el que vienen y la respuesta que damos como profesionales de la salud mental, que no debe ser ideológica y politizada, sino basada en la evidencia científica». Gallego también ahondó en la comorbilidad –esto es, que muchos casos de disforia de género van asociados a otros trastornos, como autismo o estrés postraumático– y lamentó que «nadie modificará a los pacientes de los efectos secundarios opuestos que tiene todo lo que están haciendo con ellos».
La sesión terminó con la intervención de una alumna de Psicología, Nagore Goicoechea, que ofreció su testimonio como persona que se definió como trans durante cuatro años, de los 15 a los 18 años, y que se echó para atrás antes de empezar a hormonarse. «Estamos ofreciendo a las adolescentes una forma de huir de sus cuerpos, de sus problemas, en vez de ayudarles a aprender a relacionarse, a aceptar sus cuerpos, o entender que nos son culpables de sus abusos», lamentó, y dijo que «ahora hablar de esto es considerado transfobia, casi un pecado».
«Un nuevo marco de referencia»
El congreso estuvo inaugurado por el director del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, Manuel Bustos, quien defendió la necesidad del estudio de la bioética para «encontrar un nuevo marco moral de referencia que nos permita establecer unas pautas generales, a pesar de los cambios a veces vertiginosos, y unos límites que obstaculicen la acción del hombre contra el propio hombre».
Bustos lamentó el avance de legislaciones «impulsadas a veces por razones meramente ideológicas», como la reproducción asistida, el cambio de género o la ley de la eutanasia, e insistió en la necesidad de recuperar una «ecología humana integral». Es –dijo– «una asignatura pendiente en nuestra sociedad».
También intervino el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad CEU San Pablo, Tomás Chivato, que aseguró que «todos necesitamos una brújula» y que «cuando no están bien colocados los cimientos, se caen los edificios». Chivato destacó que en las profesiones sanitarias, en las que se trata con pacientes, es especialmente importante «tener muy claros los conocimientos éticos, además de las habilidades prácticas».