Así combaten la sequía otros países: siembra de nubes y construcción de desaladoras
En Estados Unidos ya manipulaban el clima para evitar granizo desde los años 40, un método que ahora practica con frecuencia China
Se trata de una de las mayores preocupaciones actuales, en especial entre los agricultores. La falta de agua afecta a España, y es que muchas zonas de nuestro país acumulan ya más de 100 días sin registrar lluvias relevantes. Un problema que, con la inminente entrada del verano y las altas temperaturas que ya se están registrando en pleno mes de abril, hace prever que esta cuestión se alargará en el tiempo.
Pero esto de las sequías, aunque ahora se puedan ver agravadas por las temperaturas extremas en épocas en las que no corresponde, se ha dado en otros momentos de la historia y en muchos países de nuestro entorno. Por ello, es interesante analizar qué medidas han tomado algunos de ellos para paliar esta falta de agua.
Siembra de nubes
En China, por ejemplo, es muy común la siembra de nubes, aunque comenzó a usarse Estados Unidos en los años 40 para evitar el granizo y en otros lugares para disipar la niebla. Se trata de una forma de manipulación del clima por el cual las nubles son bombardeadas con sustancias en el aire que sirven como núcleos de condensación de nubes y que alteran los procesos dentro de la microfísica de las mismas.
Por lo general, se utiliza yoduro de plata o hielo seco. Para que funcione, es necesario que las nubes contengan agua líquida sobreenfriada, es decir, en estado líquido por debajo de cero grados centígrados. Mediante la introducción de una sustancia como el yoduro de plata, se logra condensar la humedad en gotas, produciendo la lluvia.
A pesar de que pueda parecer una solución bastante factible, el profesor emérito en meteorología de la Universidad Estatal de Colorado, William R. Cotton, afirmó en The Conversation que la técnica no es tan prometedora, ya que los experimentos requieren el tipo correcto de nubes y las condiciones adecuadas de temperatura y viento.
Desaladoras
Muchas son las voces que sugieren invertir en aumentar el número de desaladoras, en especial en un país como el nuestro, rodeado por mar por casi todas partes. En España llevan funcionando 58 años y hay instaladas un total de 765 plantas, siendo Canarias la comunidad pionera en su uso para combatir la escasez de agua.
Sin embargo, también tiene inconvenientes. La gran dependencia energética es el principal problema, y es que el consumo de una planta desaladora de agua de mar por ósmosis inversa es de alrededor de 3 kWh/m3, mientras que en las primeras plantas de evaporación era de más de 50 kWh/m3.
De igual forma, este tipo de industrias han de establecerse a pie de mar, por lo que esto no solucionaría el problema de la sequía en el interior peninsular, una de las zonas más afectadas. «Si se tiene que llevar a zonas interiores, a ese precio tienes que sumarle el de elevación y te salen costes prohibitivos», comenta Bruno Ballesteros, hidrogeólogo y jefe de la Unidad de Valencia del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC).
Esta opción es la utilizada por Israel, un país formado en un 60 por ciento por desierto –el de Neguev– y donde el agua es un bien preciado. Por ello, el país se nutre de cinco grandes plantas que producen 600 millones de metros cúbicos de agua al día, una solución factible a la escasez de este líquido.
Aguas residuales
En España se reutilizan cerca del 15 por ciento de las aguas residuales, que sirven una vez tratadas para regar huertas o simplemente para verterlas de nuevo en un medio natural. Francia ha anunciado este pasado mes que apostará por esa reutilización de las aguas residuales para hacer frente a una sequía que ya dura nueve meses y acumula un 25 % menos de lluvia de lo normal.
Según explica Julie Mendret, investigadora del Instituto de Membranas de la Universidad de Montpellier, a France 24, esta práctica puede ser coherente en las zonas costeras porque da un nuevo uso al agua dulce en lugar de verterla en el agua salada del mar. Sin embargo, advierte de que esta no será una solución milagrosa, ya que podría generar un «efecto rebote» al dar la falsa impresión de una nueva abundancia de recursos hídricos.