España se queda sin oncólogos: este es el motivo por el que el 40 % podría dejar su trabajo en los próximos años
Horas de trabajo, casos complicados, pacientes muy enfermos... la especialidad de Oncología se ha convertido es una de las más complicadas y estresantes de la Medicina. Aunque tiene muchas recompensas, como puede ser ver la recuperación de un paciente, es muy difícil de gestionar. De hecho, los facultativos dedicados a esta área sufren un tipo de estrés muy característico.
El síndrome de desgaste profesional, conocido como burnout, se ha convertido en un problema creciente entre los profesionales sanitarios, afectando particularmente a los oncólogos. Según estudios recientes, hasta uno de cada cuatro profesionales considera cambiar su carrera y más de un tercio (el 38 %) contempla dejar su profesión.
Este aumento de datos evidencian una creciente preocupación respecto al desgaste profesional por su significativo impacto en los sistemas de salud y su posible repercusión en la atención y la calidad dedicada a cada paciente enfermo.
Para frenar el agotamiento de los facultativos de toda Europa y mejorar su bienestar, la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO) junto con la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) han investigado en las causas y consecuencias de este fenómeno. Tras los resultados, el doctor Andrés Cervantes, presidente de la ESMO, ha puesto en marcha el Grupo de Trabajo de Resiliencia (RTF), una iniciativa para apoyar «el bienestar de los profesionales de la oncología a nivel mundial» y para garantizar así el «correcto tratamiento asistencial de los pacientes».
Por qué es importante gestionar el estrés
El burnout puede provocar problemas crónicos de salud, como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, obesidad y trastornos mentales, que pueden dar lugar a una disminución de la calidad de satisfacción profesional y una menor sensación de logro. Además, comentan los expertos, también se asocia con la reducción de las horas de trabajo, el absentismo, la jubilación anticipada de la práctica clínica y la reducción de la esperanza de vida.
Un estudio realizado en 2014 por ESMO reveló que más del 70 % de los oncólogos jóvenes ya presentaba signos de agotamiento profesional. En los últimos años, y especialmente tras la pandemia de la COVID, esta situación se ha agravado. Tal y como demuestran encuestas recientes, hasta el 57 % de los oncólogos europeos se sienten afectados por el burnout, y más del 40 % están en riesgo de sufrir problemas de bienestar psicológico.
En opinión de la doctora Elena Élez, miembro de los Grupos de Trabajo de Resiliencia de ESMO y SEOM, la tendencia en España va «en línea con lo observado por la sociedad europea». Así, ha aseverado que tras la pandemia realizaron una encuesta y «uno de cada cuatro médicos jóvenes había considerado cambiar de especialidad». A su juicio, estas cifras son «alarmantes» y subrayan la necesidad de «formación y seguimiento» desde que entran en la facultad hasta que se jubilan.
Al hilo, la facultativa ha señalado que el desgaste profesional al final se ve reflejado en la calidad de asistencia al paciente y en el propio Sistema Nacional de Salud. Además, ha explicado que muchos estudios han demostrado que este estrés no solo repercute en el enfermo, sino que también afecta a la economía, y es que a veces las afecciones «no se detectan a tiempo» por la condición del especialista.
Qué deben hacer los médicos
La radiografía sanitaria europea refleja claramente este problema. Por ello, y conscientes del impacto potencial del burnout entre sus miembros, SEOM lleva años trabajando para mejorar la calidad de vida y el bienestar de los oncólogos españoles. Para ello, creó en 2022 un Grupo de Trabajo de Resiliencia en el cual tratan de prevenir, afrontar y tratar el estrés que sufren.
Por su parte, y con el compromiso de ofrecer recursos y apoyo a los países europeos, ESMO ha presentado un «decálogo de recomendaciones».
Entre las principales estrategias propuestas para reducir el burnout y optimizar el bienestar de los profesionales de la oncología se encuentran: mejorar la comunicación organizativa; proporcionar supervisión profesional individualizada y tutoría; reforzar el apoyo en términos de formación, desarrollo y seguridad en el empleo, y garantizar cargas de trabajo manejables, incluyendo horas de trabajo y permisos, entre otras.