Cumbre contra el aborto: «Debemos ejercer la misma presión que la izquierda, aunque nos llamen radicales»
Más de 300 líderes políticos y cívicos de 45 países han participado en la VI Cumbre Transatlántica 'Por la libertad y la cultura de la vida', organizada por Political Network for Values
A pesar de los intentos de la izquierda por desmantelar la VI Cumbre Transatlántica 'Por la libertad y la cultura de la vida', organizadas por Political Network for Values, más de 300 líderes políticos y cívicos de 45 países se han reunido este lunes en el Senado para defender la dignidad humana, la libertad de todos los ciudadanos y la familia.
En esta cumbre, donde se ha presentado al eurodiputado croata Stephen Bartulica como el nuevo presidente de Political Network for Values, en relevo de José Antonio Kast, se ha mostrado a la sociedad internacional el valor que tendría modificar el rumbo hacia una cultura de la vida.
Neydy Casillas, del Centro Global de Derechos Humanos de México y moderadora de la mesa, denuncia el papel de los medios, argumentando que muchos de ellos no representan la vida de manera justa. Según Casillas, se está viviendo una época en la que, lamentablemente, el aborto y la eutanasia se debaten en numerosos parlamentos alrededor del mundo. «Hemos llegado a un punto donde el debate ha ido más allá», afirma. «Ya no es sobre el derecho al aborto, sino sobre declararlo como algo fundamental», una situación que ya ocurrió recientemente en Francia.
En América, añade Casillas, sucede algo similar, ya que una organización de Estados busca declarar el aborto como un derecho fundamental mediante un caso fraudulento en el que participa España. Según la moderadora, este país está incurriendo en prevaricación al otorgar «grandes cantidades de dinero a asociaciones y jueces para que esta práctica se apruebe». No obstante, destaca que en México, la población «no se queda callada y sale a las calles para defender la vida».
Por su parte, Krzysztof Bosak, vicepresidente del Parlamento de Polonia y defensor de los no nacidos, asegura que siempre ha apoyado las políticas provida y profamilia. «En Polonia tenemos muchos estereotipos», señala. A pesar de que se diga que el país es conservador y católico, explica que «no es del todo cierto», ya que la sociedad está profundamente dividida. «Es una situación similar a la de EE.UU., con una mitad orientada hacia valores progresistas europeos y la otra más conservadora», afirma.
En 2020, gracias a una reforma constitucional impulsada por su partido, Polonia prohibe el aborto en casos de discapacidades. Sin embargo, según Bosak, los medios de comunicación, influenciados por la política del actual presidente Donald Tusk, manipulan la información para sembrar dudas entre la población. Para contrarrestar esta situación y convencer a la minoría de los peligros del aborto, sostiene que es necesario tener «una visión de éxito y ejercer la misma presión que la izquierda. No importa que nos llamen radicales».
La tercera ponente, Valerie Huber, presidenta del Instituto para la Salud de la Mujer de EE.UU., destaca que, desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, existe la posibilidad de revertir esta tendencia, comenzando con los países que se unirán a la Declaración del Consenso de Ginebra, reconociendo así «una verdad fundamental: la vida». «Tenemos el deber de defender el valor de todos los seres humanos», subraya.
Nicolas Bay, miembro del Parlamento Europeo por Francia, asegura que, tras la caída del Muro de Berlín, hemos presenciado «la dominación de fuerzas progresistas que no proponen ningún progreso, sino una ideología contraria a nuestra esencia». Según Bay, estas fuerzas atacan «la vida, la familia y cuestionan todos los aspectos que conforman al individuo», sin considerar que «la familia es lo que nos permite crecer como países». Así, resume que lo que realmente buscan es evitar que existan «hombres libres, concebidos solo como motores económicos y consumidores», algo contrario a la aspiración de «la libertad del individuo».
En el Parlamento Europeo, afirma, hay una fuerte presión para incluir el aborto entre los derechos fundamentales. Bay critica a ciertos movimientos de derecha que se han abstenido de votar en contra por temor al «qué dirán». Además, nota que «la vida es lo más importante, y no basta con ser de derechas; hay que ser valiente para demostrar hasta qué punto esta lucha es legítima».
Por último, Gregor Puppinck, director del Centro Europeo de Derecho y Justicia de Francia, señala que orientar a la sociedad hacia la defensa de la vida no se trata solo de impedir el aborto y combatir la eutanasia, sino también de contrarrestar la «presión moral de la sociedad». Según Puppinck, la «cultura de la muerte» representa una voluntad de poder que pretende moldear la sociedad, mientras que la cultura de la vida implica devolver «la vitalidad a la existencia».
Concluye afirmando que es necesario luchar contra quienes promueven «la desesperanza y una vida fea y triste» y comprometerse a conquistar la sociedad con los valores de la cultura de la vida.
El impacto de la cultura de la vida en el desafío demográfico
Otro de los grandes problemas a destacar es el reto demográfico. Todos los países enfrentan problemas relacionados con la población. En 2023, EE.UU. experimentó su tasa de fecundidad más baja, con 1,6 hijos por mujer, el mismo dato que España. «Nos quedamos muy por debajo del nivel de sustitución, que es de 2,1», señala Grace Melton, asociada sénior de The Heritage Foundation. Además, Melton destaca que las cifras reflejan un problema mayor: el declive de las familias con un solo hijo, ya que para mantener la estabilidad demográfica, los matrimonios deben tener «más de dos hijos».
«La gente y nuestros hijos son nuestro mayor recurso», afirma la asociada, quien también subraya que el declive de la fertilidad es indicativo de «una menor esperanza en la sociedad futura». Según ella, fomentar la fertilidad dentro del matrimonio contribuirá a «una mayor cultura de la vida».
Por su parte, Carmen Fernández de la Cigoña, directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia en España, asegura que el diagnóstico social afecta tanto a España como al resto del mundo. Un ejemplo de ello, explica, es el ambiente «social, político e ideológico contrario a la maternidad, la natalidad y la familia». Fernández de la Cigoña critica que «los datos y el relato actual no coinciden», ya que, aunque los datos muestran una realidad preocupante, el discurso intenta transformarla. Como ejemplo, menciona noticias que reflejan una baja natalidad, como que «en Málaga se prefieren los perros a los hijos».
Asimismo, denuncia la prevalencia de lo que llama «la cultura de la muerte» en España. En 2023, se alcanzó un nuevo récord de abortos, con más de 103.000 bebés no nacidos. También destaca los datos sobre la eutanasia, con 103 ciudadanos que optaron por este procedimiento. En su opinión, este relato «pretende ser misericordioso», pero en realidad «se elimina a quienes representan un problema». Fernández de la Cigoña añade: «Es una cuestión económica; los datos y el relato no están alineados».
También valora el papel de los grupos provida que rezan frente a los centros de aborto: «A veces, una voz amiga es necesaria para ver la realidad de la situación», reconoce. Considera fundamental defender la vida, afirmando que «no se puede hablar de una defensa del ser humano o de la creación si no se defiende la vida». Así, subraya que es esencial cuidar al ser humano, quien a su vez es responsable del cuidado de la creación: «El hombre necesita raíces, sentirse protegido y saber que siempre será bienvenido en su hogar».
En relación con esto, la directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia en España afirma que para revertir el declive demográfico y lograr la paz familiar es necesario implementar «medidas económicas y un cambio sociocultural que fomente la vida, la paternidad y la natalidad». Estas acciones deben surgir desde la sociedad civil, a través de diversos cuerpos intermedios.
Por su parte, Gudrun Kugler, miembro del Parlamento de Austria, asegura que, tras recorrer Europa, ha comprobado que esta es «una cuestión política que afecta a todos los aspectos: economía, integración de la inmigración y políticas familiares». Señala que en Europa, durante muchos años, «hemos tenido más muertes que nacimientos». Según Kugler, la recesión demográfica es «más grave que la crisis económica». Advierte que sin hijos, «la sociedad se vuelve tóxica y decadente».
Para reconvertir esta tendencia, es necesario «centrarse en el tercer hijo, ya que este es el que marca la diferencia». Además, señala que se debe dificultar el acceso al aborto, facilitar la adquisición de viviendas y promover la fe como algo positivo. Según ella, los políticos deberían respaldar la fe, porque «son quienes tienen más hijos». Por último, alerta sobre el impacto de las ideologías: «La izquierda solo busca dividirnos para gobernar. Es indignante que no nos permitan hacer todo lo que queremos. La democracia no debería excluir a ningún grupo», concluye.