¿Por qué la nueva ley de alcohol y menores se va a quedar corta?
El proyecto de ley, presentado esta semana en Consejo de Ministros, no tiene medidas de gran calado, aunque al menos servirá para reavivar el debate sobre el problema del consumo abusivo en adolescentes

Alcohol destilado en un supermercado
Viernes, ocho de la tarde, da igual el barrio, da igual la ciudad, da igual la cadena de supermercados. Un grupo de menores de dieciocho años va directo al pasillo del alcohol. Un par de botellas baratas de algún destilado, un refresco de marca blanca, unos vasos y un poco de hielo y ya tienen lo que necesitan para el botellón. Algún rezagado hará la compra en una de esas tiendas que tienen de todo y que abren hasta la madrugada. Más cara, pero ni les pedirán el carnet.
Durante la madrugada, los servicios de emergencias habrán atendido unas cuantas peleas, un puñado de intoxicaciones etílicas en chicos y chicas que aún no pueden ni salir solos del colegio sin permiso paterno y quizá algún accidente más grave, con una moto o un patinete. Esta es la radiografía del alcohol y la juventud. Y la nueva propuesta del Gobierno, aunque bienintencionada y necesaria, no va a cambiar mucho el panorama que se repite una y otra vez cada fin de semana.
No va a cambiar, porque el 'Proyecto de Ley de prevención del consumo de bebidas alcohólicas y de sus efectos en las personas menores de edad' es, sobre todo, como reconocía la ministra de Sanidad, Mónica García, una armonización de legislaciones ya existentes de distintas administraciones. No va a cambiar, porque las pocas medidas novedosas, como que ninguna tienda que esté a menos de 150 metros de un colegio exponga alcohol, no resuelven que lo exponga otra tienda que está a 151. No va a cambiar porque, aunque es una gran notica que los comercios que vendan productos destinados mayoritariamente a los menores, como las jugueterías -ejemplo literal dado por el gobierno-, no vendan alcohol, los adolescentes no solían comprarlo allí ni tampoco las jugueterías solían venderlo.
La norma, que tiene que iniciar ahora su trámite parlamentario, se ha intentado sacar adelante en distintas legislaturas. Desde FAD Juventud, Eulalia Alemany, directora de innovación, explica a El Debate que es una ley «muy necesaria y ampliamente esperada». Pero también reconoce que «su efectividad dependerá de la implementación». Y la implementación, de la voluntad y la capacidad de las autoridades locales que son, en la mayoría de los casos, las encargadas de imponer las sanciones previstas por situaciones que ya son ilegales, tales como la venta de alcohol a menores o el botellón en espacios públicos.Esto no significa que la ley sea mala. Como explica el que fuera primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, el psicólogo Javier Urra, la norma «va en la buena línea porque tiene un aspecto pedagógico». Y de la misma manera que se ha conseguido limitar el consumo de tabaco, «la presión social es importante», en especial en una sociedad como la española donde hay tanta «cultura del alcohol».
Una ley insuficiente
Sin embargo, en opinión de Gonzalo Herradón, decano de la Faculta de Farmacia de la Universidad CEU San Pablo e investigador principal del grupo Neurofarmacología de las Adicciones y los Trastornos Degenerativos, esta ley ha perdido la oportunidad de ser más ambiciosa en sus planteamientos. El equipo de Herradón ha descubierto que hay una relación directa entre el consumo de alcohol en la adolescencia y el desarrollo de Alzheimer temprano. Además, han demostrado que, el consumo de alcohol antes de los 21 años –edad en la que aproximadamente se completa el proceso madurativo del cerebro– implica tener entre un 43 y un 50 % más de posibilidades de padecer trastornos por uso de alcohol en la edad adulta, mientras que, si el consumo empieza más allá de los 21, la cifra se reduce al 10 %.
Por eso, considera que esta ley es «una oportunidad perdida y se queda totalmente insuficiente», aunque lo que plantee sea bueno porque todo suma. En opinión de Herradón, se podrían haber tomado más medidas, como por ejemplo subir el precio de las bebidas o retrasar la edad legal de consumo a los 21, como avala la neurociencia.
Lo que sí hace este proyecto de ley es abordar la cuestión desde una perspectiva amplia, puesto que la solución no puede ser sólo la prohibición de la venta. De hecho, los expertos coinciden en que sólo una aproximación al problema desde familia, centros educativos, propuestas alternativas de ocio saludable y persecución y sanción efectiva de los comercios que vendan alcohol a menores, servirá realmente para paliar el problema. Para Eduardo Baura, director de los grados de Educación de la Universidad CEU San Pablo, ni esta ley, ni ninguna similar, ahonda en el verdadero problema que tienen los adolescentes, el de vacío existencial, el de salud mental… Explica que el abuso del alcohol como otras adicciones (porno, drogas, apuestas online…) «no son problemas aislados y esta ley no va al fondo del trabajo con los adolescentes».
Para José Manuel Atienza, abogado especialista en menores, la ley trae pocas novedades desde el punto de vista penal o administrativo. La mayoría de los puntos que resalta ya están prohibidos. Lo importante es poner el foco en la educación, aspecto que sí recalca el proyecto de ley, tanto en las familias como en colegios, institutos y universidades.
El resto de las medidas son más estéticas que eficaces, como la retirada de la publicidad de bebidas de graduación superior a 0,5 % cerca de los colegios o la prohibición de la venta y consumo en lugares públicos donde se lleven a cabo de manera preeminente actividades para menores, como clubes deportivos.
El mayor riesgo de esta ley es que, si finalmente es aprobada por el Congreso, hará que el Gobierno borre este problema de la lista de sus tareas pendientes cuando la norma sólo ha supuesto un pequeño parche para un problema mucho mayor que tendrá graves consecuencias de salud pública en un futuro no tan lejano.