Aguas desaladas y reutilizadas, dos actores «imprescindibles» para luchar contra la escasez
Solo el 2,5 % del agua que forma la Tierra es dulce, siendo la inmensa mayoría (97,5 %) salada y, por ende, imposible de aprovechar para el consumo humano o el riego de cultivos. Esta situación, sumada a la sequía que atraviesan algunos territorios, empuja a los diferentes países a aprovechar lo máximo posible sus recursos hídricos, además de apostar por actividades que generen más agua, como la desalación y la reutilización de aguas residuales.
Algo que podría paliar una grave situación que se repite por varios rincones del mundo: 800 millones de personas no disponen de agua potable y otros 2.200 millones no cuentan con suministro seguro, mientras que 3.600 millones carecen de saneamiento. Por otro lado, también cabe destacar que el 70 % del agua consumida en el mundo se usa para la agricultura, una actividad económica necesaria para la alimentación mundial y que requiere de muchos recursos hídricos.
Este tipo de problemas de escasez se pueden solucionar a través del tratamiento de agua, un proceso con operaciones de distintos tipos (físico, químico, físico-químico o biológico) cuyo objetivo, según comentan desde Acciona, es la eliminación y/o reducción de la contaminación o de las características no deseables de las aguas.
Domingo Zarzo, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reutilización (AEDyR), ha explicado que desalación y reutilización son una solución asequible y sostenible tanto para el consumo humano como para la industria y la agricultura. Además, ha subrayado que son «imprescindibles» para luchar contra la sequía con agua de alta calidad y ha abogado por combatir los falsos mitos sobre estas técnicas a través «de una comunicación veraz y basada en la ciencia y la tecnología».
Uno de esos mitos es el precio de la desalación. Aunque está extendido el pensamiento de que es algo caro, el coste de producir agua desalada procedente del mar oscila entre 0,5 y 1 euro por metro cúbico, mientras que el coste de desalar agua salobre es aún más bajo, entre 0,3 y 0,5 euros, según AEDyR .
Zarzo lo ha explicado con un ejemplo aún más gráfico: la energía necesaria para desalar el agua que consume una familia de cuatro miembros en un año es igual a la que necesita su refrigerador en ese mismo periodo de tiempo.
Igual de importante que la desalación es la reutilización, que se basa en tratar aguas residuales para que puedan ser utilizadas nuevamente en diferentes aplicaciones tales como el riego agrícola, la recarga de acuíferos o para usos industriales. De esta manera, todas estas actividades evitan utilizar agua pura y la reservan exclusivamente para el consumo humano.
Uso en la agricultura
En la actualidad, se estima que el 21 por ciento del agua desalada producida en nuestro país se destina a la agricultura y en algunas zonas, este porcentaje es mucho mayor, por ejemplo en la Demarcación Hidrográfica del Segura el 60,8 % del agua desalada es para uso agrícola. De hecho, las plantas de Torrevieja y Águilas-Guadalentín se dedican casi exclusivamente al uso agrario.
Sus defensores afirman que, con esta técnica, se permite a los agricultores disponer de un recurso hídrico inagotable y, sobre todo, que no depende del clima, como es el agua del mar, algo muy beneficioso para regiones secas de España como Almería, Murcia o Alicante en las que la agricultura tiene una gran importancia.
Además, la AEDyR expone que existen estudios que respaldan el aumento de la productividad y la calidad de los productos cuando se riegan con agua desalada y destaca que la calidad de esta agua puede ajustarse específicamente para satisfacer las necesidades particulares de un suelo o cultivo determinado, logrando así un «agua a la carta».
Su principal inconveniente, no obstante, es el coste, lo que hace inviable su uso para algunos cultivos agrícolas, tal y como recalca Mariano Soto, doctor ingeniero agrónomo. Esto se debe principalmente a su alto consumo energético, que genera a la vez elevadas emisiones de gases de efecto invernadero, cuestionando así el importante rol de la agricultura de regadío como sumidero de CO2.