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Vanesa Ortega, investigadora y docente de la Universidad de Burgos

Vanesa Ortega, investigadora y docente de la Universidad de BurgosCedida

Obtener hormigón de las palas de los aerogeneradores viejos: «Se retiran entre 1.500 y 2.000 cada año»

Vanesa Ortega, junto a su equipo de investigación, ha dado con este posible remedio para reciclarlos, creando así una solución sostenible a un problema emergente

La descarbonización de la producción energética ha provocado que en los últimos años se hayan levantado numerosos parques eólicos y fotovoltaicos por todo el mundo, también en España. Pero la vida útil de este tipo de sistemas no es infinita. De media, un aerogenerador dura entre 20 y 25 años, por lo que ya estamos empezando a asistir a la jubilación de muchos de ellos o a la sustitución por otros más eficientes.

Es por ello que surge una problemática: ¿qué hacemos con esos molinos usados que ya no sirven? Para responder a esta pregunta hablamos con Vanesa Ortega, investigadora y docente de la Universidad de Burgos que se dedica, junto a su equipo de investigación, al desarrollo de técnicas para reciclar las palas de los viejos aerogeneradores.

Su grupo de investigación, llamado Sucons (Sustainable Construction research group), ha conseguido desarrollar un tipo de hormigón experimental compuesto en gran parte por materiales reciclados de las palas de los aerogeneradores. Burgos cuenta ya, de hecho, con la primera calle hormigonada con residuos de molinos de viento.

–La energía eólica lleva ya años implantada en España y algunos aerogeneradores comienzan a llegar al final de su vida útil. ¿Cuántos se jubilan al año?

–Entre 1.500 y 2.000 cada año, por lo que de aquí a 2030 se retirarán unos 11.000 aerogeneradores solo en España.

–En este momento, ¿existe una forma de reciclar los materiales que forman los molinos? ¿Qué ocurre con los molinos que se están retirando?

–En un aerogenerador encontramos distintas partes: la góndola, la torre, las tres palas y la cimentación. Todo lo que es acero entra nuevamente a la cadena de valor, se funde y de la chatarra se hace nuevo acero. Por su parte, la mayor parte de la cimentación queda enterrada, pero si se quisiera recuperar se puede machacar y generar nuevo árido. El caso de las palas es distinto, ya que tiene una composición muy variada y hasta ahora no existe una técnica que acabe con el volumen ingente de las mismas. Se están aplicando distintas técnicas con la idea de recuperar las fibras que hay en el composite de las palas. El objetivo inicial era recuperar las fibras de vidrio que están ahí pero, ¿qué hacemos con todo lo demás?

Por ello, ahora mismo las palas que se retiran se están acumulando a la espera de saber qué poder hacer con ellas. Todavía no se ha legislado para que no entren en vertedero, pero se espera que para el próximo año se prohíba expresamente. En otros países que apostaron por la energía eólica antes que nosotros, como Dinamarca, se están aprovechando las palas viejas para hacer mobiliario urbano.

–¿En qué consiste su proyecto?

–Somos un grupo de investigación reconocido y una unidad de investigación consolidada integrada por diez investigadores. Venimos trabajando siempre con materiales de construcción, somos ingenieros, y desde hace años hemos trabajado con otros residuos que en su momento eran un problema y ahora ya empiezan a ser un recurso. Cuando se nos planteó este problema de las palas, nuestro fin era introducirlo en lo que nosotros conocemos. De esta manera, se le puede dar infinidad de usos, desde el pavimiento para calles y plazas, hasta la propia cimentación de los aerogeneradores. Un modelo circular que evita generar residuos, que mejora las propiedades del hormigón y reduce aún más el impacto ambiental de esta tecnología.

–¿Cómo es ese proceso de transformación de una pala al hormigón?

–Lo que se procura es que la pala del aerogenerador se corte in situ en el parque eólico para no generar un transporte especial. Se corta y se introducen los trozos en una machacadora de cuchillas hasta tener un residuo de aproximadamente 13-15 milímetros, lo cual empieza a ser apto para incorporarlo en nuestras mezclas de hormigón. A partir de ahí, se establece el diseño del hormigón: tiene áridos, cemento, agua y, en este caso, la visión de los residuos de la pala del aerogenerador.

–Ahora que han dado con la tecla para reutilizar las palas, ¿cuál es el siguiente paso?

–Ahora son las eléctricas las que tienen la pelota sobre su tejado, ya que son ellas las que tienen el problema para repotenciar los parques, así como de las constructoras e incluso de la administración. Son tres agentes implicados que tienen que ver con el reciclaje y la sostenibilidad ambiental. El constructor per se no quiere meter un residuo en un hormigón, pero si la administración pone algún tipo de imposición en los pliegos, en las licitaciones... Es un proceso largo. Todo lo que viene con investigación, innovación y novedad suele ser largo, pero es verdad que esto apremia.

–¿Hay suficiente inversión pública para la investigación?

–La hay, pero es bastante escasa. Nosotros este trabajo que estamos desarrollando lo estamos haciendo con fondos públicos, pero ese dinero no es fácil de conseguir. La inversión de I+D en España está muy por debajo de la media la Unión Europea, así que todavía queda mucho por hacer.

–Al igual que con los aerogeneradores obsoletos, ¿existe problemática con los paneles fotovoltaicos?

–Sí. Ya nos han tentado para que investiguemos en este sentido. Al igual que con los aerogeneradores, las placas tienen residuos muy distintos y todavía no sabemos muy bien cómo podemos enfocarlo, pero estamos pensándolo.

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