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Un empleado en el proceso de fabricación de corchos para botellas

Un empleado en el proceso de fabricación de corchos para botellasAFP

Portugal, principal productor de corcho, busca nuevos usos para este material ecológico

Después de sufrir durante largo tiempo la competencia de los tapones de plástico y las cápsulas de aluminio, el corcho se ha vuelto a imponer en los últimos años

Portugal es el primer productor mundial de corcho, un material sostenible que sirve sobre todo para fabricar tapones, pero la industria intenta diversificar su uso ante la caída del consumo de vino. Después de sufrir durante largo tiempo la competencia de los tapones de plástico y las cápsulas de aluminio, el corcho se ha vuelto a imponer en los últimos años gracias a sus cualidades ecológicas.

Un tapón de corcho tiene «una huella de carbono negativa porque procede de un árbol que captura CO2 día y noche», explica a la AFP Antonio Rios de Amorim, presidente director general del grupo Amorim, el líder mundial del sector con una facturación de 985 millones de euros el año pasado (1.085 millones de dólares).

Pero, ante el declive de la demanda de tapones por la disminución del consumo mundial de vino, esta industria busca desarrollar nuevos mercados. «Los periodos de ralentización deben aprovecharse para cuestionar lo que hacemos», explica Amorim, jefe de este grupo fundado por su familia hace 154 años en Mozelos, un pueblo perteneciente al municipio de Santa Maria da Feira, en el norte de Portugal, a unos 30 kilómetros de Oporto.

Desde edificios a aeronaves

Corbatas, zapatos, postales, paraguas o incluso paneles de corcho para revestir muros y suelos en el sector de la construcción o para aislar las cápsulas de los cohetes: los usos de este material son múltiples. La tecnología punta se interesa sobre todo en las propiedades únicas del corcho en materia de aislamiento térmico y de absorción acústica.

Los corchos se muestran en la fábrica de corcho de Amorim en Mozelos, cerca de Santa Maria da Feira

Los corchos se muestran en la fábrica de corcho de Amorim en Mozelos, cerca de Santa Maria da FeiraAFP

Se ha convertido incluso en un material muy popular en el sector aeroespacial para equipar el interior de los cohetes, debido a su resistencia «a las fuertes variaciones de temperatura», subraya el empresario portugués.

La innovación es ahora la estrategia principal de una industria que emplea a unas 8.000 personas en Portugal, aunque la producción de tapones de corcho sigue siendo su actividad principal. Con una cuota de mercado del 70 % a nivel mundial, el grupo Amorim fabrica unos 6.000 millones de tapones al año, de los que exporta prácticamente todos, principalmente a Francia, Estados Unidos y Chile.

Técnica tradicional

Esta materia prima proviene de bosques de alcornoque de los países de la cuenca mediterránea. De Portugal, que por sí solo cuenta con un tercio de la superficie total, procede cerca de la mitad de la producción mundial. En los bosques característicos de la región de Ribatejo, a unos 80 kilómetros al este de Lisboa, los alcornoques se extienden hasta donde alcanza la vista.

El descorche de este árbol se realiza en verano, cada nueve años, siguiendo un método tradicional transmitido de generación en generación. Es una técnica «que exige varios años de aprendizaje», confirma Nelson Ferreira, un obrero especializado de 43 años, que tiene cuidado en no «dañar la corteza del árbol» para no perjudicar la calidad del corcho extraído.

El siguiente paso es secar miles de piezas durante varios meses antes de cocerlas para limpiarlas. Después, se cortan en tiras y se perforan en forma de tapones. La preservación de los alcornoques es crucial para Portugal, que ha hecho de ellos una especie protegida, ya que se necesitan de media unos 40 años para que un árbol empiece a producir corcho explotable para la industria taponera.

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