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Varias mujeres buscan ropa usada entre toneladas de desechos en el desierto de AtacamaAFP

Una isla de ropa usada se extiende por el desierto de Atacama

La ropa low cost se esparce por este paraje natural y la ONU califica las consecuencias de la fast fashion como emergencia medioambiental

El desierto de Atacama, en Chile, es un territorio de más de 100.000 metros cuadrados considerado como el lugar no polar más árido de la Tierra. Sin embargo, la desidia humana ha llegado también hasta ese rincón del planeta para convertirlo en una isla de ropa usada. La acumulación es tal que se puede observar desde el espacio, tal y como ha comprobado el satélite SkyFi.

El 2022, según el Servicio Nacional de Aduanas, entraron a Chile 46.287 toneladas de ropa usada, por un suma de 46,7 millones de euros CIF (valor del producto, más transporte y seguros). Este tipo de entrada creció más de 50 % desde 2018 y la principal causa parece ser la moda rápida o fast fashion.

Vista aérea de ropa usada desechada en el desierto de AtacamaAFP

Con este término se engloba a la producción y consumo en la industria textil caracterizado por la rápida producción de prendas de vestir, a grandes volúmenes y a bajo coste. Este modelo hace a las marcas comercialicen nuevas colecciones cada poco tiempo para generar así más ventas. Igualmente, los materiales con los que se producen son de baja calidad para obligar al usuario a comprar más frecuentemente.

La ropa que no se vende o aquella que desecha la gente termina en vertederos de África o en lugares como el desierto de Atacama, donde se depositan por tiempo indefinido o hasta su incineración. Según datos de Greenpeace, se queman o se tiran 2,6 toneladas de ropa por segundo.

Emergencia medioambiental

El fenómeno fast fashion ha generado tantos residuos que las Naciones Unidas lo califican ya de «emergencia medioambiental y social» para el planeta. «Esto no es producto de la gente de Alto Hospicio ni la del norte de Chile. Es un problema de falta de conciencia global, de falta de responsabilidad ética y de protección del medio ambiente», comenta a AFP Patricio Ferreira, alcalde de Alto Hospicio.

Más de la mitad de la ropa usada que entra en Chile es descartada y termina en el desierto. Para ocultarla, se quema y entierra, generando un problema ambiental adicional por las emanaciones tóxicas. De hecho, en los últimos años se han producido varios incendios de considerables dimensiones que han reducido a cenizas las montañas de textil, pero que rápidamente han sido sustituidas por unas nuevas.

La entrada de toda esta ropa se produce desde la Zona Franca de Iquique, conocida como «Zofri». Este centro comercial en el norte de Chile, cercano al puerto de Iquique, alberga más de mil empresas que operan exentas de impuestos y lo convierten en un importante punto de comercio para Argentina, Brasil, Perú y Bolivia.

Al menos 50 importadoras reciben a diario toneladas de ropa de segunda mano que luego se distribuyen en todo Chile. Según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), Chile es el mayor importador de ropa usada en Hispanoamérica, concentrando más del 90 % de esta mercancía en la región.

La ropa proviene principalmente de Estados Unidos y Europa, donde suele ser donada a organizaciones benéficas, así como aquellas prendas con taras o no vendida por las marcas, que se envía a países como Chile, India o Ghana.