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Domingo pacheco

La Inteligencia Artificial responde, pero tú no dejes de preguntar

Si olvidamos la importancia de cuestionarnos y no conformarnos, entonces sí que podremos decir que la IA ha ganado una batalla que nunca alentó, sin mover un solo dedo

Actualizada 09:47

¿Qué hace avanzar el conocimiento: las respuestas o las preguntas? Las respuestas añaden información acerca de un tema, pero, en cierto sentido, la pregunta antecede a la respuesta, no sólo cronológicamente, sino también esencialmente. De hecho, contamos con mucha información y potencialidades ocultas que sólo se desarrollan en el momento en que una pregunta hace que el intelecto formule una respuesta, más o menos satisfactoria, con la información y los recursos con los que cuenta. Podríamos decir que responder no es un acto creador, sino más bien relacional, puesto que se trata de poner en relación recursos para organizar una respuesta lo más satisfactoria posible.

Ante esto, el lector inteligente se preguntará a dónde queremos ir a parar. Como respuesta, diremos que llegaremos allí dónde nos lleven nuestras preguntas. Y, en este caso, las preguntas nacen de los desafíos y las nuevas situaciones que plantea el desarrollo de la Inteligencia Artificial para nuestra sociedad y para nuestras propias vidas. Son muchas las instituciones y los organismos internacionales que comienzan a realizar protocolos e indicaciones acerca del uso y las capacidades de la IA, y es que parece que ésta ha llegado a nuestras vidas como un ladrón en la noche, sin apenas hacer ruido, pero ha ido ganando presencia en los procesos de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, como suele pasar con los grandes descubrimientos, es cierto que quizá no nos hemos parado a pensar en sus implicaciones más allá del uso.

Es importante que sigamos siendo seres inteligentes, y que no dejemos de preguntarnos

Somos muchos (ahí me incluyo) quienes hemos dado un paso adelante explorando las posibilidades de la IA, pero quizá no nos hemos parado a ver sus implicaciones. Por eso es importante que sigamos siendo seres inteligentes, y que no dejemos de preguntarnos. Puede que haya quien se sienta amenazado por la apabullante «creatividad» de la IA generativa, pero lo nuestro es preguntar, no sólo contestar. Y, si olvidamos esto, lo perdemos todo. Y nos sentiremos amenazados por las capacidades de los algoritmos y de los gestores de información, o más bien por nuestras incapacidades a la hora de medir nuestros medios en comparación con los de una máquina. Como suele ocurrir, el problema no nace en el medio, sino más bien en el agente.

Las potencialidades de la IA aparecen como un conjunto casi ilimitado de medios, pero no olvidemos que eso es lo que quieren ser: medios. Si pensamos que la inteligencia artificial es un fin, es porque pensamos que es ella quien da las respuestas y quién, al mismo tiempo, genera los interrogantes. Y nuestro error, a juicio del que escribe, estaría en pensar que tener las respuestas es más poderoso que generar las preguntas.

El Papa Francisco muestra interés en reflexionar acerca de la importancia de la IA

El Papa Francisco, en su Mensaje para la celebración de la LVII Jornada Mundial de la Paz, muestra interés en reflexionar acerca de la importancia de la IA. El Pontífice, atento a las preocupaciones y desafíos que aparecen en nuestro mundo, plantea cuestiones éticas en torno al desarrollo de la IA y, en el fondo, acerca del uso de la técnica al respecto de la promoción de la vida humana allí donde ésta se encuentra. Es por eso por lo que, al hablar acerca de las cuestiones éticas que plantea la IA, hace un apunte que debería hacernos pensar: «El respeto fundamental por la dignidad humana postula rechazar que la singularidad de la persona sea identificada con un conjunto de datos».

Esta afirmación remite a lo que hemos dicho anteriormente y debería ser el punto de partida de nuestras reflexiones en torno al desarrollo y la proliferación de la IA: la singularidad de la persona no puede ser identificada con un conjunto de datos relacionados entre sí, es decir, con un conjunto de respuestas. La singularidad de la persona nace en las preguntas que le llevan a descubrir respuestas y cada persona, obtiene las respuestas que necesita con los medios de los que dispone en cada momento. No hay muchas respuestas que se mantengan inmutables a lo largo de nuestras vidas. Quizá encontremos intuiciones, líneas en la arena, pero es difícil encontrar respuestas inamovibles, que no vayan enriqueciéndose a través de nuevas preguntas que nos mueven hacia adelante en el conocimiento de aquello que verdaderamente es importante en nuestras vidas.

Las respuestas que proporciona la IA nacen de nuestras cuestiones e inquietudes, de nuestros intereses y deseos

Obviar esto último, con relación a la IA, podría hacer que le demos nosotros un poder que no tiene: pensar que como puede fabricar respuestas enriquecidas a través de muchos medios, nosotros dejamos de tener un lugar. Las respuestas que proporciona la IA nacen de nuestras cuestiones e inquietudes, de nuestros intereses y deseos, es decir, de nuestras preguntas. De hecho, el surgimiento de la IA como medio aparece justamente de un conjunto de necesidades entrelazadas con distintos medios a disposición del hombre. Y, por muy enriquecidas que estén las respuestas, la decisión y la elección marcan el horizonte de las preguntas que darán lugar a nuevas respuestas. Si olvidamos la importancia de cuestionarnos y no conformarnos, entonces sí que podremos decir que la IA ha ganado una batalla que nunca alentó, sin mover un solo dedo.

Recordando al siempre actual José Ortega y Gasset en su discurso académico «Sobre el estudiar y el estudiante» pronunciado en Buenos Aires (1933), cuando habla sobre la curiosidad, es bueno notar que la distingue del mero prurito que conduce a fingir cuidado por conocer aquello que realmente no nos importa y por lo que fingimos interés a través del conocimiento. La curiosidad no se muestra ni se demuestra en la respuesta, sino en la pregunta, que es epifanía de la inquietud y la necesidad de obtener una respuesta satisfactoria. Si la pregunta es lo suficientemente importante, nos esforzaremos en que la respuesta se ajuste, en su riqueza, a la necesidad que entraña la pregunta.

Ante la novedad que trae consigo la IA, conviene que no dejemos de preguntarnos

Por eso, ante la novedad que trae consigo la IA, conviene que no dejemos de preguntarnos. Bien sea en nuestra propia vida, bien a través de grupos de reflexión, como los que se han constituido en el CEU, no dejemos de preguntarnos por ella. Porque, de lo contrario, caeríamos en la tentación de pensar que las respuestas no dejan lugar a las preguntas, y perderíamos aquello que realmente nos individualiza y hace avanzar en el conocimiento de nuestra propia vida y, también, en el propio conocimiento de la humanidad. Quizá, ante la limitación que presentan nuestras propias vidas, la pregunta oportuna gire en torno a qué preguntas deben tener una prioridad en el desarrollo de la respuesta, pero éste es un interrogante que debemos contestar personalmente. Ojalá nuestra auténtica curiosidad, aquella que va más allá de una satisfacción momentánea en nuestro deseo de saber, se oriente a las preguntas que realmente vale la pena contestar.

* Domingo Pacheco es sacerdote diocesano de Valencia, Capellán y director de la Cátedra de Teología Joseph Ratzinger de la Universidad CEU Cardenal Herrera y Consiliario Diocesano de Juniors M.D. Licenciado en Teología Histórica y Máster en Ética y Democracia. Es, además, coordinador del Grupo de Reflexión sobre IA del área de Filosofía y Ética del CEU.

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