Encuentran posibles restos de un extraño objeto interestelar llegado a la Tierra
Una expedición recupera partículas diminutas en la zona donde cayó que presentan una aleación y un aspecto anómalos
8 de enero de 2014. 84 kilómetros al norte de la isla de Manus, en Papúa Nueva Guinea, una bola de fuego se precipita a una velocidad inusual (para tratarse de un meteorito) sobre las tranquilas aguas del Pacífico. Aunque los radares y satélites especializados lo detectan, no es hasta un lustro más tarde, en 2019, cuando Avi Loeb, un astrofísico de la Universidad de Harvard, y su equipo se percatan de una serie de anomalías que los llevan a la conclusión de que se trata del primer objeto interestelar identificado que llega a la Tierra.
Cuatro años después de aquel hallazgo, Loeb está convencido de haber encontrado algunos de sus restos en el fondo del océano.
El científico, cuya carrera se centra especialmente en la búsqueda de posible vida extraterrestre, ha hecho tanto de este bólido, denominado IM1; como de otro extraño objeto llamado Oumuamua, que durante unos días de 2017 pasó por delante del Sol y presentó unas características inéditas, dos de sus grandes obsesiones como posible evidencia de artefactos de origen alienígena.
Loeb desconoce si realmente lo son o no (él no lo descarta), pero lo cierto es que, al menos en el caso de IM1, ha dado con lo que cree que son posibles partículas desprendidas de su desintegración.
Acompañado de un equipo compuesto por los que describe como algunos de los mejores exploradores oceánicos del mundo, el astrofísico calculó un área aproximada en el que podría haber caído el objeto y se trasladó allí con una expedición a principios de junio.
Al llegar al punto establecido, el equipo comenzó la búsqueda dejando caer un trineo magnético de un metro de ancho en el océano. Pese a que durante los primeros días la exploración no dio frutos, al cabo de una semana el trineo recogió las primeras de un total de 50 piezas diminutas que, vistas a través de microscopio, ofrecen un aspecto anormal para tratarse de restos de un meteorito convencional.
La cincuentena de restos tienen un forma de esférula y, aunque en un principio parecían, según Loeb, restos de hierro corroído, al ser examinados con rayos X fluorescentes se determinó que lo más probable es que estuvieran hechos de S5 o acero resistente, un aleación de acero y titanio mucho más fuerte que la de los meteoritos de hierro que suelen llegar a la Tierra.
Tras el hallazgo, los fragmentos se llevarán al Observatorio de la Universidad de Harvard para someterlos a un análisis más exhaustivo, compararlo con otros meteoritos y determinar si realmente pertenecen o no a IM1 y cuál es su origen.