Crítica de cine
'Una buena persona': la verdad os hará libres
Florence Pugh firma su mejor trabajo en este drama sobre el perdón y la culpa con Morgan Freeman
Recientemente reseñábamos en El Debate la película española Fatum, un intenso drama moral y mortal que arrancaba de un sencillo hecho: un hombre que echaba un ojo a la pantalla de su móvil en el momento equivocado. Es exactamente la misma circunstancia que va a poner en marcha los terribles acontecimientos de Una buena persona. Habrá que tomar nota.
El guion de Zach Braff gira en torno a Allison (Florence Pugh), una joven feliz que está a punto de casarse con el afroamericano Nathan (Chinaza Uche). Una mañana Allison decide llevar a la hermana de Nathan y a su marido a su prueba del vestido de novia. Van los tres en coche, conduciendo Allison, y en un cierto momento de atasco, ella busca en el navegador de su móvil una ruta alternativa, se distrae unos segundos y se traga una excavadora. Allison queda gravemente herida, pero sus cuñados fallecen, dejando huérfana a su hija adolescente Ryan (Celeste ´Connor). Allison pasa mucho tiempo en el hospital recuperándose, se distancia de Nathan, la boda se esfuma… y empieza lo peor: un sentimiento de culpa que crece como un tsunami dentro de Allison y que le va a empujar a esconderse en el consumo de narcóticos. Porque ella nunca dice a nadie que lo ocurrido fue culpa suya.
En este dramón hay tres personajes secundarios que van a jugar un rol decisivo. En primer lugar Diane (Molly Shannon), la madre de Allison. Ella es una mujer algo inestable, que bebe, pero que tratará a su manera de ayudar a su hija sin mucho resultado. En segundo lugar está Ryan, la sobrina de Nathan, que está llena de rencor y dolor en medio de su explosiva adolescencia. Ella se ha ido a vivir con su abuelo Daniel (Morgan Freeman), que es el tercer y más importante secundario, y que da nombre a la película. La muerte de su hija también le ha hecho recaer en la bebida.
Cuatro personajes heridos necesitados de sanación. A todos ellos el letal suceso les ha abierto las puertas del infierno, y los cuatro necesitan que suceda algo que les devuelva a luz que disipe su oscuridad. En la película hay una interesante metáfora recurrente: los trenes. Trenes que avanzan y entran y salen de los túneles. Y es que la película de Zach Braff es un viaje a través de la devastación humana, un viaje que busca la luz que señale el final del túnel. Algunos personajes están más cerca de esa luz que otros. Nuestra protagonista, Allison, es la que está más lejos por una sencilla razón: por no haber contado la verdad. Y ese secreto la tiene anclada en el infierno.
Una buena persona termina siendo una esperanzada película que desarrolla las cuestiones de la culpa y el perdón entre los cánones del drama realista y del melodrama, y consigue atrapar al espectador con un guion muy inteligente y unas interpretaciones muy creíbles, dándonos seguramente el mejor y más versátil trabajo de Florence Pugh en toda su carrera. Ella y el director -que fue su pareja durante varios años- son los productores de esta sólida película, que además cuenta con una brillante partitura de Bryce Dessner (Cyrano), una cuidada selección de canciones y una esmerada fotografía del italiano Mauro Fiore (Avatar).