Crítica de cine
Sound of Freedom, la luz de la esperanza de los niños condenados a la oscuridad
Al inicio de Sound of Freedom, el milagro en forma de película producida por Eduardo Verástegui y dirigida por Alejandro Monteverde, la cámara se acerca lentamente hasta el interior de una casa en ruinas. Aún es de día, pero la oscuridad inunda las estancias. Todas menos una. La cámara se cuela por esa ventana para mostrarnos la figura, en penumbra, de una niña. Está cantando y acompasa la melodía, triste, con sus manos a modo de percusión. Esos golpes, inocentes, pronto se tornarán en un doble mazazo para el padre que ve cómo, de un plumazo, le arrebatan a su hija y a su hijo.
El nudo nos aprieta en la garganta como espectadores, más aún con esos fogonazos con imágenes reales de secuestros de niños. Y solo Jim Caviezel (La Pasión de Cristo) es capaz de aflojar ese nudo que ya se nos ha formado. Porque Jim Caviezel, en otra actuación portentosa, da (mucha) vida a Tim Ballard, el exagente de Seguridad Nacional de Estados Unidos que lo arriesgó todo por liberar a cientos de niños de las sucias garras de la esclavitud sexual.
En la mirada de Jim Caviezel encontramos, como espectadores, el refugio que ha sido arrancado de cuajo a esos y otros muchos niños. En él depositamos nuestra esperanza de un rescate que parece imposible y que en realidad nace de un sencillo diálogo.
«¿A cuántos pedófilos has atrapado?», pregunta un compañero a Tim Ballard en el inspirado primer tramo de Sound of Freedom. «288», responde al instante el personaje de Jim Caviezel. «¿Cuántos niños has encontrado?», vuelve a preguntar el primero. Y ahí, Tim Ballard responde con un silencio que, como la propia película, no es sino un grito que nace del interior para pasar a la acción y cambiar las cosas.
Ante un cine dedicado en cuerpo pero sin alma a las películas de terror y de superhéroes, Sound of Freedom refleja el horror de los abusos sexuales a niños –con exquisita y agradecida sensibilidad para el espectador– y nos muestra a un superhéroe bien distinto.
No es casual que Jim Caviezel sea el elegido para protagonizar Sound of Freedom. Como tampoco parece casual el destello que arroja el cartel de la película. Ni el rayo de luz, acaso de esperanza, que asoma por la habitación de la niña al comienzo. Sound of Freedom nos enseña que hasta en las tinieblas de los abusos sexuales a los niños y su esclavitud, las que reflejan las ruinas no de una casa sino del alma y de una parte de la sociedad, hay una Luz de esperanza.
«Los niños de Dios no están en venta», nos recuerda Sound of Freedom, que no alimenta el deseo de venganza como haría una simple película de acción. Alimenta la fe, la esperanza y las ganas de abrazar a esos niños que por desgracia ya no lo son, al niño que nos espera en casa, y al niño que llevamos dentro.