La sociedad de la nieve
El combinado con hielo que hizo furor en los Andes entre los supervivientes del accidente
Carlos Páez, hipondríaco, viajó a Chile con abundantes dosis de un conocido antiácido
A lo largo de su odisea de 72 días, los supervivientes de los Andes pasaron por momentos de todo tipo. Los hubo muy bajos y humillantes (solo hay que recordar cómo se alimentaron). Pero también los hubo luminosos, como cuando se encontraron diversos objetos, víveres y tabaco en la cola del avión y, por supuesto, cuando aparecieron los helicópteros de rescate. También cuando decidieron combinar la nieve derretida con un popular antiácido.
«Durante los 72 días nunca sentí hambre, ni tampoco sentí frío, sentí sed», afirmó Daniel Fernández, en el programa que Jordi Évole dedicó a los primos Strauch, tres supervivientes de la tragedia. «El hambre no duele, la sed sí», remarcó Fito Strauch. Estaban rodeados de agua, pero en estado sólido. Al principio se la comían, pero eso les provocaba estragos en sus gargantas, se las quemaba.
‘La sociedad de la nieve’
El único fallecido en la tragedia de los Andes que no está enterrado en la montaña
Fue precisamente Fito el que ideó un sistema para fundir la nieve con rapidez. Una mañana que estaban fuera del avión se dio cuenta de que el sol estaba derritiendo una fina capa de nieve que, durante la noche, se había formado en el exterior del fuselaje. De un asiento destrozado en el accidente arrancó una lámina rectangular de aluminio. «Dobló hacia arriba las esquinas para formar una palangana poco profunda y estrujó una de las esquinas para formar un surtidor. Entonces llenó la palangana de nieve y la dejó al sol (…) Al poco rato la nieve se fundió y el agua chorreó por el surtidor de una manera continua. Fito recogió el agua en una botella», recuerda Nando Parrado en su libro Milagro en los Andes. El capitán del equipo de rubgy, Marcelo Pérez del Castillo, creó un equipo exclusivo dedicado a fundir nieve con varios artilugios similares.
Después la fórmula se mejoró gracias a una aportación singular del más joven del Valle de las lágrimas, de Carlos Páez, quien en varios libros biográficos reconoce que siempre tuvo marcada tendencia a consumir pastillas. En su familia hubo varios casos de muerte precoz, lo que hizo que desarrollase cierta hipocondría. Para el viaje a Chile llevó «medicamentos de todo tipo», cuenta en Desde la cordillera del alma. El Valium 10 para combatir la ansiedad –se tomaba tres pastillas al día– y el Alka Seltzer para mejorar la digestión, detalla. No tuvo necesidad de ninguno de ellos en los Andes, pero el antiácido acabó siendo empleado para otra función: «Los remedios que había llevado acabaron dando sabor al agua que pudimos obtener, como el Alka Seltzer, que terminó siendo, disuelto en la nieve derretida, una bebida que hizo furor entre los sobrevivientes».