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Dune: parte 2 se estrena este viernes 1 de marzo en los cines

Dune: parte 2 se estrena este viernes 1 de marzo en los cinesNiko Tavernise/Warner Bros.

Crítica de cine

'Dune: parte dos': una buena adaptación con personalidad propia

La segunda parte de Dune es más oscura que la primera, pero cuenta con escenas más espectaculares

Se estrena la continuación de Dune, la versión que el canadiense Denis Villeneuve hizo en 2021 de la novela escrita por Frank Herbert en 1965. Lo primero que hay que advertir al espectador es algo obvio: que si no ha visto la primera parte, que lo haga, y si la vio pero no la recuerda bien, que la refresque. Esta entrega no pierde tiempo en rememorar el pasado y entra de lleno en la nueva trama. Para los más perezosos, recordemos que la historia sucede en un futuro muy lejano, en un planeta desértico llamado Arrakis, cuyos habitantes –los Fremen– y sus especias han sido explotados por los codiciosos y despiadados Harkonnen durante años.

Un edicto del Emperador (Christopher Walken) liberó al planeta de los Harkonnen y puso en su lugar a la Casa de los Atreides, buena gente que buscaba el entendimiento y la colaboración con los Fremen. Pero una guerra acabó con el poder de los Atreides, y el Emperador volvió a confiar el planeta a los malvados Harkonnen. El gran heredero de los Atreides, Paul, vive camuflado entre los Fremen, muchos de los cuales le consideran el Elegido que traerá la definitiva libertad a Arrakis y le devolverá su perdida condición paradisíaca.

La película –de ecos bíblicos– teje sus conflictos dramáticos a partir de una cierta filosofía de la religión que estuvo de moda en los años en que se publicó la novela. Por un lado se nos muestra a los fundamentalistas, creyentes supersticiosos liderados por Stilgar (Javier Bardem), que están convencidos de que Paul (Timothée Chalamet) es el Mesías, porque interpretan ciertos hechos como señales que confirman antiguas profecías. Por otra parte, los escépticos o agnósticos, que no creen, pero que desean un salvador. Por último están los que como Paul y su madre, la sacerdotisa Jessica (Rebecca Ferguson), no creen en nada, pero que saben utilizar esa fe/superstición del pueblo al servicio de su poder.

En la película se retratan los populismos que pueden manipular la fe de los pueblos, y los totalitarismos (Harkonnen), que tienen los creyentes a sus más incómodos enemigos. Por todo ello, la cinta es más oscura y pesimista que la primera entrega, más «actual» en su lectura crítica. No es difícil ver en el filme una metáfora de la yihad, del islamismo y de lo que ha supuesto para el mundo el Estado islámico en los últimos años.

Visualmente sigue la estética bíblica de la primera parte, pero con más escenas de acción y más secuencias espectaculares llenas de referencias. Hay momentos que recuerdan a Lawrence de Arabia, a Ran… y sobre todo a cualquiera de las entregas, precuelas y spin-off de Star Wars. Villeneuve sabe sacar partido a los gusanos subterráneos, a las tormentas de arena y a las naves de guerra. Las secuencias protagonizadas por los Karkonnen, en blanco y negro, son un claro guiño a las imágenes del partido nazi en las concentraciones de Núremberg.

Igual que en la primera entrega, la partitura de Hans Zimmer tiene mucho protagonismo dramático, y tiene ecos de la que escribió Jóhann Jóhannsson para La llegada, una de las mejores películas del director.

En general, viendo las dos partes en conjunto, estamos ante una buena adaptación, muy clara en la narrativa, con mucha personalidad visual, con cierta hondura y con un reparto de primer nivel. Creo que a los que disfrutaron de la primera parte les gustará la segunda, y a los que les decepcionó, quizá esta le guste más.

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