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04 de julio de 2024

Pedro Delgado y Carlos de Andrés comentan el Tour de Francia 2024 en TVE

Pedro Delgado y Carlos de Andrés comentan el Tour de Francia 2024 en TVERTVE

La semana de la tele

Carlos de Andrés y Pedro Delgado, el tándem perfecto de comentaristas mientras TVE pincha en la Eurocopa

El Tour de Francia y la Eurocopa 2024 coincidirán durante las dos próximas semanas. Las diferencias llegan con sus narradores en TVE

«¡Qué duro es este deporte, Pedro!»

La voz pertenece a Carlos de Andrés, y Pedro es Pedro Delgado, así que el deporte, por tanto, no es necesario aclararlo. Si escuchamos esa frase por la televisión implica que, como espectadores, estamos siendo cómplices en un doble sentido. Por un lado significa que desde casa somos cómplices de un delito solo moral: disfrutar con el sufrimiento de los ciclistas en plena ascensión por una carretera de pendiente casi imposible. Por otro lado, supone que somos partícipes de una complicidad labrada a golpe de pedal durante 30 años entre Carlos de Andrés y Pedro Delgado. Si como espectadores disfrutamos con el sufrimiento de los corredores es, en buena parte, porque ellos son los primeros que experimentan esa sensación y la saben transmitir a los aficionados.

Lo mismo ocurre –con la lógica diferencia de que el tándem lleva menos tiempo pedaleando en televisión– con otros dos grandes como Javier Ares y Alberto Contador en las retransmisiones de Eurosport. Ahora en la televisión, como antes en la radio, escuchamos al maestro Javier Ares llenar de emoción un sprint con palabras que corren a toda velocidad –«¡Philipsen arranca con una potencia extraordinaria!»– o una ascensión que paladea acompasando el ritmo de la narración al del pedaleo del escapado: «Ciccone va haciendo camino para inscribir su nombre con letras de oro en el palmarés del Tour de Francia, allí donde la carretera dicta sentencia». Antes, posiblemente, Javier Ares se habrá preguntado «a ver quién es el primero que mueve el manzano». Y nos habrá contado el palmarés de «este bravo corredor» aderezándolo, de forma natural, con el recuerdo a algún ciclista de leyenda al que sabiamente habrá rescatado del olvido en el que quizá haya caído.

«Después viene el tío del mazo»

Pedro Delgado insiste siempre en la importancia de los avituallamientos. Si un corredor no ha comido y bebido lo suficiente y en su debido momento, o si ha gastado demasiadas energías donde y como no debía, Perico nos recuerda quién viene después a visitar al ciclista: «el tío del mazo». «Monsieur Masó».

'El tío del mazo' no se le presenta a TVE en la curva de una carretera de España o de Francia, sino en las cabinas de comentaristas de los estadios de Alemania de la Eurocopa 2024. No en todas, porque las que ocupa Paco Caro resisten, con todo merecimiento (conocimiento, tono, precisión, riqueza de vocabulario, intensidad, pasión…) acorazadas a unas críticas que, sin embargo, golpean con fuerza desde las redes sociales las puertas, sobre todo, de Juan Carlos Rivero y sus errores, en ocasiones por partida doble, como en el España-Albania.

El gol de Ferrán Torres que dio la victoria a la selección española se lo adjudicó Rivero en primera instancia a Jesús Navas para, acto seguido, confundirse de deporte y de época y llamar al autor del tanto «Ferrán Martínez», exjugador de baloncesto los años 80 y 90. Rivero estaba acompañado en el encuentro por Mario Suárez y Carlos Marchena, a quien se dirigió como «Mario», así que el error también tuvo otro componente propio del baloncesto: fue triple.

¿Se equivocan a veces Carlos de Andrés y Pedro Delgado? Claro, como nos equivocamos todos. Pero esas veces son las menos. E invitan a la indulgencia. ¿Cómo no entender que se puedan confundir alguna vez con el nombre del ganador en una apretada llegada masiva que se decide por la foto-finish? ¿Cómo no comprender que se equivoquen al pronosticar que el pelotón va a acabar dando caza a los escapados y después termina ganando uno de los fugados?

Son errores fácilmente disculpables en sí mismos pero mucho más aún cuando probablemente antes Carlos de Andrés y Pedro Delgado hayan identificado, en medio de una caída multitudinaria y con un plano aéreo que no permite alcanzar a ver el dorsal, al ciclista más perjudicado por la montonera y que permanece casi inmóvil en el suelo.

O cuando, a veces después de seis horas en directo, se han esforzado en contarnos con amenidad cómo distinguir a los gemelos Simon y Adam Yates, más allá de sus maillots, por el largo de sus calcetines; el plato y el piñón del desarrollo que mueve un corredor en su bicicleta; y hasta las características de la iglesia románica del siglo XII de la localidad por la que está pasando la carrera. Todo mientras unos caballos corren alegres por el campo donde giran, a un tiempo, los molinos de viento y los cuerpos de los aficionados locales para trazar el dibujo de una bicicleta en movimiento que nos llega con el ruido, convertido esta vez en sonido, de las hélices del helicóptero.

Todo eso es el fruto del conocimiento, de la experiencia, pero también de un esfuerzo que, especialmente en el caso de la Vuelta a España, encierra meses de preparación. Si Pedro Delgado, a sus 64 años solo visibles en su carné de identidad, sube con admirable denuedo y facilidad los puertos que al día siguiente se las harán pasar canutas a las estrellas del pelotón, con casi 40 años menos, ¿cómo no vamos a disculpar cualquier error que pudiera cometer? Después de todo eso, de subir las rampas del Angliru hablando para que los espectadores de TVE conozcan los tramos más duros del 'Pericopuerto', como si después dice que el ganador de la etapa con final en alto es Pau Gasol. No es el caso pero, si así fuera, tampoco importaría.

Como acostumbra a decir Carlos de Andrés, si por algún extraña razón, Carlos o Pedro «no han tenido buenas piernas», les ha venido «la fatiga, Carlos» y ese día no han podido estar «en el grupo de los mejores», a ellos no les vendrá «el tío del mazo» con las críticas. Sabremos que habrán estado «siempre generosos en el esfuerzo». Insistiremos a los demás en que «vean ahí cómo intentan agarrarse a su rueda». Reconoceremos su desempeño con un «bravo, ¿eh?». Y, con la admiración como plato y con el disfrute como piñón, también ahí exclamaremos después de un suspiro: «¡qué duro es este deporte, Pedro!».

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